El otro día en los estudios RNE, además de una colaboración que no me sacará de pobre, me llevé para casa varias entradas para el In-Edit, que me entregó en mano el propio director del festival, UriAltell, (fundador del festival con el añorado Alberto Pascual, al que recordaré siempre porque gestionó mi primera entrevista internacional con, nada menos, Harry Choo Cho Romero cuando se cascaba hasta tres bolos en un finde con la gente del Matinee).
También un recuerdo para Cristian Pascual que llevó el testigo de la dirección durante muchos años con mucha amabilidad. A Marc también me lo crucé como te cruzas con la gente en los festivales.
Celebremos pues este 20 aniversario de grandes historias en pantalla grande.
El festival de documentales musicales siempre lo he relacionado con el cambio de hora, con un bajón en mis biorritmos típico de esta época del año. Lo cubrí durante las diez primeras ediciones para clubbingspain. Aquella primera edición en forma de maratón en un cine que ya no existe de Gràcia, que ni de comer un bocadillo tuvimos tiempo. Después ya, cuando las películas se podían ver en casa en paralelo al festi dejó de tener sentido mi trabajo.
Y entonces dejé de ir por miedo a quedarme dormido en el cine.
Eso y que no acababa de encontrar mi sitio entre el enésimo documental sobre la movida punk en NY y la banda de heavy metal mongola que no tenía público en miles de quilómetros a la redonda.
Yo iba detrás de la peli del Studio 54 de Barcelona pero al final todo sold out.
Una pena porque por tuiter nos enteramos que en el primer pase del docu del histórico local del Paral·lel hubo bailoteo antes de empezar.
Otro must en teoría por mi bagaje musical era el del italo. Me daba una pereza enorme, to be honest. Porque qué más se puede decir del italo.
Pero va venga es viernes, se escuchará de cine. Voy.
Si ni siquiera sus seguidores se ponen de acuerdo en qué es el italo. Italo viene de italiano, hasta aquí bien, pero no es tan fácil.
En lo social también hubo Dj y cimbreos. Se vio alguna cami de Bordello a Parigi, revitalizadores de toda esta movida a través de sello y distri. Lo que más me gusta de esa marca es el nombre. Bordello a Parigi. El sello es neerlandés pero en italiano su nombre queda como muy evocador.
Estaba yo a punto de coger el sueño recordando en que hubo un tiempo que todo ese sonido me daba un poco de vergüenza porque siempre lo ubiqué en el cuadrante de la música de mi niñez.
Fue mi pop de autos de choque.
Sólo en los 2000, con el holandés I-F a los mandos de su emisora intergalactic.fm, ya en plena eclosión de foros en internet, me reconcilié con mi hermano el italo. El Ferenc nos mostró además un sonido que no había llegado a sintonizarse la FM de mi niñez. Se podía ser hortera y tener gusto.
La puerta a un mundo que se volvió a abrir con 20 años de retraso.
Ahí estaba yo agazapado en mi butaca pensando en todo eso, cuando delante de mí se sentó uno de los mejores Djs de la corriente británica dubstep-jungle-bass music-UK Funky que ha tenido este país. Y entonces me dije que si un Dj en las antípodas del italo había venido a ver el docu, yo que lo viví en su momento, también tenía que estar ahí.
Lo importante es que no me dormí.
Por lo demás, el descubrimiento del documental sin duda es el sociólogo y periodista, Ivo Stefano Germano, profesor agregado de la Università degli Studi del Molise.
“El italo disco es la banda sonora de un verano interminable, ejecutado por unos artistas que iban de americanos pero con acento inglés extraño y que terminaron por copiar los mismos americanos".
Todo esto dicho con pausas dramáticas muy bien puestas. Con un testimonio así tienes medio docu resuelto.
Si el documental os dejó gelato, probad con este que grabé con dos aficionados del género, en el que nos cuentan cómo este sonido les llevó a visitar Italia, cuando este sonido ya no se llevaba, además de llevarnos de ruta por las discotecas de Barcelona y alrededores donde se podía bailar en su momento.
Pasado el trago del italo tocaba diggear por entre la programación del festival. Me decanté por el del cantante de Chumbawamba, a ver si salta la sorpresa con una banda que se recuerda por un solo hit y que, en realidad, no gustaban ni a los punks de su propia comuna. Al final, aparecieron al mundo como los más punks, con aquel cubo de agua que lanzó el batería a John Prescott, representante del gobierno laborista en la gala de los BRIT Awards. Pero fue antes de internet y aquí nadie se enteró.
La película se regodea en el patetismo del punk que, con sus casi 60 años, quiere seguir manteniendo la llama. Me dejó un poso amargo como para superar una tarde de noviembre.
Peor cuerpo te queda con la del malogrado rapero y músico XXXTENTACION. 20 años le dieron para una jodida bipolaridad. El padre ausente, de ascendencia rastafari, para más señas… Tantas cosas terribles convertidas en el cliché de una escena. Le pegaba a su novia y a quién se pusiera por delante. Pero dejó legado, fue muy querido. No sé, da que pensar. Me cuesta horrores darle sentido a todo esto. Veo que el documental está en Facebook. Vosotros mismos.
Hablando de malos tratos. Dos de los galardonados de esta edición, en los discursos de la gala del sábado noche, reconocieron la figura de Michael Jackson como influencia en sus trabajos.
Yo pensaba estaba canceladísimo.
Acto seguido se proyectó la película sobre Sinéad O'Connor, que si algo hizo en su vida fue denunciar maltratos. Su canción más famosa, Nothing Compares 2 U, no suena en toda la peli por deseo expreso de la familia de Prince. Todo son maltratos.
Recordé mi estancia en Irlanda y la impresión inicial que me causó la ciudad cuando vi todas aquellas fotos de fetos ensangrentados de los manifestantes antiabortistas. Para mí Dublín siempre será una foto de un feto ensangrentado.
Pero volviendo a XXX, destacar que fue uno de los primeros artistas que despuntó gracias a la plataforma Soundcloud, es decir, lo peta sin pasar por la estructura clásica de la industria.
Precisamente, quería recoger por aquí que el otro día estuvo el artista vallisoletano Erik Urano en el Museo de la Evolución Humana dando una charla sobre cómo ha ido cambiando la promoción de un disco y el esfuerzo que va conllevando con los años.
“Llego a un punto de inflexión en mi carrera que me supone un desgaste grande. Si no hay un flujo económico es muy complicado sacar un proyecto a flote, no es sólo cuestión de lo que te toque pagar, si no de las cosas que dejas hacer para generar dinero”.
“Ya no es el disco de 2011 que lo subí a Facebook y explotó por sí sólo. Ya era otro paradigma, en el que había que esforzarse en escribir mails a medios especializados a los que tenías que recurrir si eras la cara B de la escena. Medios, que por cierto, ya han desaparecido. Llego agotado de ese falso esfuerzo que no tiene por qué llevarte a nada”.
“Me levanto cada día para ganar el sueldo mínimo interprofesional y para hacer algo tan poco artístico como limpiar culos de caca, que es como la cara B de la sociedad. Pero después, en algún show he ganado en 40 minutos lo que mi sueldo mensual. Son dos dimensiones muy separadas entre sí, que me han servido para poder apreciar esos dos lados. Vivimos en burbujas”.
En las antípodas del rapero nos encontramos a Ronnie James Dio (la foto de arriba es del creador de los cuernos en el heavy). Carrera dilatada y buena gente, en el sentido de que no pegó a nadie. Cantante de las bandas de heavy más contrastadas, fue capaz de darle un nuevo aire a Black Sabbath cuando el grupo pasaba una época pachín-pachán. Porque si algo tenía Dio era aire en los pulmones y tremendo vozarrón.
Mi experiencia con el heavy se reduce a unos veranos en los que bajaba a casa de mi vecino del segundo a escuchar vinilos. Viniendo como venía del italo disco más romanticón, la música me parecía atronadora, claro, pero me encantaba la emoción con la que mi vecino y sus amigos hablaban de las bondades de tal o cual disco. Mis primeros auténticos.
Yo creo que mi afición a la música viene de aquellas tardes de verano en casa de mi vecino.
Por lo demás, unos lustros después me aficioné a un techno muchísimo más duro que cualquier banda de heavy duro.
A mí vecino no lo vi, pero en la cola del cine estaban todos los heavies de esta ciudad y de la periferia. Desde E.T. que no permanecía en una cola del cine que diera la vuelta a la esquina.
El perro verde de los documentales llegó el jueves pasado con la proyección de u.Q. que se presenta con el cartel de “hipnótico” y como documental estonio. Yo como tengo lo de los biorritmos me maree un poco con tantos flashes visuales.
Es además una historia bien extraña, va creciendo en lo creepy, entre una madre, Marju Kuut, vocalista de jazz de éxito en Tallin, y un hijo, Uku Kuut, que deciden trabajar y vivir juntos como artistas. Carrusel nervioso de imágenes que van desde los 60 en la URSS hasta su paso por Suecia y Los Angeles. Podemos ver la evolución física del chaval perfectamente detallada y documentada desde su nacimiento hasta su decadencia física a causa del ELA.
En lo artístico quería hacer música desde una Estonia aún soviética para triunfar en unos EEUU idealizados.
La película en general, acompañada de los delicados sintes funk de Uku y todas esas imágenes vintage -sale hasta Sochi, ciudad de vacaciones de los soviéticos- parece homenaje al vaporwave, una corriente que hace de la idealización su razón de ser.
Es como que peli y música evocaran un recuerdo que tal vez no existió nunca. De hecho, te llegas a plantear si este Uku llegó a existir alguna vez.
Pero tiene visos de mantenerse más tiempo en mi cabeza que todas las vistas en esta edición.
Venga, lo dejo hasta la semana que viene, me temo que las newsletters cada vez me quedan más largas.
Pero no te olvides suscribirte si esperas saber quién coño es Harry Choo Cho Romero.