Juan recordará por nosotros
Las magníficas biografías del editor, traductor, columnista bonaerense
“Lo que hicieron los mapas con el espacio, y los relojes con el tiempo, fue cambiar nuestra manera de pensar. Y con los libros pasó lo mismo, cuando todos empezamos a leer como leía San Ambrosio. Es decir, para adentro. Esa es la paradoja del libro: que, cuando leemos, nos vamos del mundo, pero ese irse del mundo enriquece nuestra experiencia del mundo”.
Juan Forn cumpliría mañana 65 años (la foto es cortesía de la editorial Seix Barral).
Aquí en España no es muy conocido su trabajo, ni su figura, pero en Argentina le cambió la vida a mucha gente con su trabajo como editor. Descubrió en su momento a nuevos narradores como Mariana Enriquez y desde su columna de todos los viernes en la contraportada del diario Página/12 (re)descubrió vidas descomunales en biografías condensadas con la forma de un bonsai.
Yo te voy a ser sincero, que para eso escribo para tí todos los lunes: lo conozco de hace un mes, cuando ya no era de este mundo, y maldita la gracia que me hace que engrose la lista, cada vez más enorme, de nombres que debí conocer mientras estaban vivos.
Algunas de esas vidas encapsuladas las empaquetó Seix Barral en un compendio titulado Yo recordaré por ustedes (Seix Barral) que viene prologado por la ya citada Mariana Enríquez.
Le envié el artículo que Forn le dedica a João Gilberto a un amigo fan del músico brasileño y me respondió: “Joder, quina densitat d'anècdotes. De vertigen”.
Vidas que dan vértigo, pero también fatalistas, las descritas por el bonaerense en este libro que es un no parar de invitarte a que lo subrayes.
La primera de las croniquitas nos habla de las instalaciones del programa espacial afronauta, en realidad una tapadera con apariencia de NASA bananera para formar militares del movimiento de liberación de Angola, Mozambique y Rhodesia del Sur aka Zimbabwe.
Jugada mestra.
Y de ahí para arriba.
Para el cielo de los artículos macanudos.
“Parece que la verdadera causante de la música disco resultó ser Elizabeth Taylor, y ni siquiera lo hizo voluntariamente. Una reciente Historia Oral del Movimiento Disco cuenta que, cuando Richard Burton perdió la cabeza por la Taylor durante el rodaje de Cleopatra y pagó un millón de dólares en una subasta para regalarle el famoso diamante Krupp, la primera esposa del actor, Sally Burton, huyó a buscar consuelo entre sus amigos gays de Nueva York, y ellos la convencieron de abrir en su casa el primer local bailable donde un DJ hacía sonar dos discos a la vez (superponiendo, por ejemplo, los jadeos de Jane Birkin en “Je t’aime, moi non plus” al ritmo infeccioso de Manu Dibango en “Soul Makossa”).
Por las páginas de esa máquina de relatar anécdotas que es Forn desfilan hasta catalanes. Como el controvertido taxidermista Francesc Darder y su bosquimano aka “el negre de Banyoles”.
Por estas contratapas me entero que necesito leer las vivencias en la Patagonia de Bruce Chatwin. Dijo alguna vez: «Eres lo que te sucede. Mi religión es caminar. Si caminas mucho, es probable que no necesites ningún otro dios».
Se ve que Thomas Harvey, el médico forense que se quedó con el cerebro de Einstein, le preguntó una vez a Burroughs si empezó a drogarse para soportar el dolor. El escritor maldito le respondió con una honestidad que ni en sus novelas: «Me gustaría decir que fue el dolor pero no, me hice adicto porque quería más de la vida. Y ahora me ayuda a esperar menos de la muerte».
Me he animado a preguntarle a los colegas de
por Juan Forn. Curiosamente me entero por una Note que su taller literario se estrena esta temporada con textos de Forn.Qué pequeño es Substack.
“Ingresamos al universo Juan Forn por una pequeña hendija: Nadar de noche. Una conversación entre padre e hijo, una noche de verano, en una casa de verano, con la particularidad de que el padre había muerto cuatro años atrás. Tienen esas horas -toda la noche- para retomar un diálogo interrumpido por la muerte y para reparar cierta distancia que los había separado en vida.
Nadar de noche es un gran cuento sobre la muerte, pero también sobre el duelo, la paternidad y la condición de hijo (“Él sintió algo que hacía mucho no sentía. Una especie de sumisión y de necesidad de oponerse a esa sumisión. Supo de pronto que en los últimos cuatro años no había sido esto que era ahora, nuevamente: hijo de su padre”).
Conocimos a Forn como conocemos a la mayoría de l@s autor@s a los que nos aproximamos para nuestros talleres de lectura: por sus cuentos. Ese espacio breve y condensado con la potencia arrolladora de revelarnos un mundo o alguna dimensión de la naturaleza humana. Nadar de noche fue, entonces, nuestra gran puerta de entrada. Después descubrimos Frivolidad, un retrato descarnado del clima de época de los 90 en Argentina, para recalar en eso que si no inventó Forn lo hizo propio con una magistralidad contundente: esa hibridez, ese mestizaje, ese cruce de géneros que le permitió acceder a una dimensión desconocida, a un salón enorme donde se ponen en diálogo crónica, biografía, ensayo. Literatura de la buena. La de las etiquetas imposibles”.
El matemático húngaro que no era adicto a las anfetas
Otro (posible) adicto fuera Paul Erdős.
El matemático nació en Budapest, cuando el imperio austrohúngaro aún no había pasado a la historia, y murió en Varsovia, cuando se votaba un referéndum que había de decidir la política de privatizaciones masivas.
También tiene su apartado en el libro que hoy nos sirve para recordar la figura de Juan Forn.
“A los amigos del matemático húngaro Paul Erdős les preocupaba su uso indiscriminado de anfetaminas. El ilustre Gerhart Ringel le apostó una vez que era incapaz de dejar de tomarlas un mes. Ërdos aceptó el desafío y se abstuvo durante treinta días. Agradeció a Ringel la oportunidad que le había dado de descubrir que no era un adicto. «Pero me he pasado todo este tiempo sin lograr que se materializara una sola idea en mi cabeza. Por tu culpa, la matemática se ha atrasado un mes. Así que, con tu permiso, voy a tomarme unas pastillas y recuperar ya mismo el tiempo perdido», dijo y retomó su rutina química”.
Tal vez, sólo tal vez, gracias a las anfetaminas trabajaba 20 horas al día pasados los 70 con lo que publicó estudios y artículos en un número muchísimo más elevado que todo lo que pudiera haber publicado el segundo más prolífico matemático de la historia.
Quién sabe si tal vez debido al uso indiscriminado de anfetaminas desarrolló un rechazo total a las relaciones sexuales.
En el momento del documental N is a number, 1991, cinco años antes de su muerte, llevaba 50 años sin trabajo ni casa estable, viviendo de lo que le pagaban por sus conferencias por todo el mundo, “practicando el nomadismo matemático”.
Un buen documento para acercarnos ni que se aun milímetro a la mente de un matemático. Entre mi persona y un matemático hay la misma distancia que entre un austrolopithecus y, yo que sé, Taylor Swift.
Aunque tampoco él fue el hombre más práctico del mundo precisamente.
Muy pegado a su madre, con 19 años apenas sabía cómo comer mantequilla con la ayuda de un cuchillo.
Pero era un tipo capaz de trabajar en paralelo, y de manera discontinúa, con 50 o 100 personas a la vez. Es decir, empezaba a resolver un problema con algún colega, lo dejaba a la mitad y al año siguiente era capaz de seguir por donde lo había dejado.
No sólo sabía resolver problemas, también conocía los gustos de sus colegas. Si te enviaba un problema o conjetura por carta sabías que ese problema te iba a romper el coco.
“Tenía una asombrosa habilidad para hacer coincidir los problemas con la gente. De esta manera muchos matemáticos se aprovecharon de su criterio”.
Problemas a la medida de uno.
Eso estaría cerca de una vida perfecta.
Problemas para inspirar tu sagacidad matemática.
Es interesante el documental porque se describe cómo trabajan los matemáticos, algo que no estamos acostumbrados a ver. No sé cuantos matemáticos conocéis vosotros. Yo ninguno. “Cuando hacemos matemáticas se trata de tres o cuatro personas sentadas alrededor de una taza de café con una libreta y lanzando ideas y conjeturas muy descabelladas, la mayor parte de ellas totalmente falsas”.
Un discípulo suyo con el que se llevaba cincuenta años dice algo impresionante: “No es fácil escribir un artículo en matemáticas. Lo puedes hacer sólo cuando tienes la técnica suficiente. A veces necesitas un mensaje del otro mundo. A veces es un destello de luz, pero sucede, aunque muy raramente. Supongo que Paul es el hombre que puede descifrar ese susurro, ese sentimiento…”.
Hazte con "Nadar de noche", del recordado Forn. Te encantará.
Muy interesante. Y juan donde nació?