A veces, algunas veces, paso por tramos de crisis de identidad con todos estos cursitos con los que tengo que lidiar para ganarme la vida.
Digo cursitos porque duran un mes a lo sumo. A veces, menos, una semana, otros me pueden ocupar un par de días.
Son tramos de depresión en los que no veo mucho sentido a ponerme delante de unos alumnos que, a veces, algunas veces, temo ya no me entienden.
Ellos son siempre tan jóvenes y yo, por contra, cada años soy más viejo y más pellejo.
La brecha se hace más ancha cada año.
Hasta que llega a mis manos la enorme biografía que describe la no menos descomunal vida del que fuera sociólogo más famoso del mundo y se me pasan las tonterías.
El año que viene se cumplirán cien años de su nacimiento.
Antes de los presumibles fastos por esa redonda efeméride, yo ya os voy preparando el terreno.
Aquí.
En La semanada.
Tu semanada.
Fumaba como un carretero polaco.
Puede que con el tiempo, Bauman vaya camino de convertirse en un power point del tipo Wiston Churchill o Morgan Freeman, pero su biografía pesa que no veas.
La lectura de su portentosa biografía -por extensa y por todo lo que explica- sobre Zygmunt Bauman me ayudó a transitar por esos valles vitales.
712 páginas que me acompañaron el año pasado en mi trayecto en tren de Barcelona a Girona para dar clases a chavalxs de 19 años. Un alumnado que te empuja a preguntarte muchas cosas. Ellos no, pero tu si te haces preguntas nada más entrar por la puerta.
Pero no me quejo. A Bauman la fama mundial le sobrevino de muy mayor. El reconocimiento le asaltó cuando ya estaba más bien por jubilarse
El sociólogo de Poznan fue un académico famoso de verdad. Un éxito global que consiguió a los 80 años.
Un académico que rompió tópicos durante toda su vida.
Si la mayoría de los académicos se ceñían a su vocabulario profesional, Bauman tendía a usar palabras más comunes para iluminar sobre conceptos sociológicos intrincados.
Empezó a ser superventas mundial cuando ya era un señor con cara de abuelete, al que no relacionarías nunca con los servicios secretos más paranoides de todos los que dio el siglo XX.
La historia de su vida tiene guasa: un joven espía del siniestro sistema estalinista llega a convertirse, a sus 80 años, en un referente para el “mundo libre” (para los jóvenes que acamparon en lo que se dio a conocer como movimiento ocuppy).
Mucha gente no se lo perdonó y se lo demostraban con creces en algunas de las muchas conferencias que daba por el mundo.
En el libro se nos explica que para muchos judíos polacos, como Bauman, el comunismo era una manera como otra de dejar de ser judíos. Y otras muchas veces para dejar de ser polacos.
Una pregunta inevitable en sus múltiples entrevistas rondaba en torno a su implicación real en el sistema de inteligencia soviético:
“-Ahí empezó la vivisección de mis propias entrañas. Empecé a rascar, a analizar, si de verdad yo había contribuido a iniciar la construcción de un hombre nuevo o había participado más bien en la formación de un sistema asesino. […] La decepción nació cuando me enteré de lo que había detrás del telón. No diré que estuviera escondido, pero sí tapado, porque muchas personas sabían lo que estaba ocurriendo.
-¿Lo de que había asesinatos? -le preguntó el periodista.
-Lo de que era un sistema asesino. Lo de que cientos de miles e incluso millones de personas habían sido aniquiladas en el curso de la revolución.
-Así pues, ¿lo sabía?
-Sabía lo de los juicios de Moscú, pero no era consciente de que aquella plaga que asoló Ucrania se había organizado de manera consciente”.
Estamos ante una biografía, ojo, escrita por una periodista que no era fan, ni si quiera había leído nada de Bauman, antes de encarar este tremendo trabajo. Izabela Wagner, también socióloga, también polaca.
A sus pies.
Escribió usted una de las biografías más sensacionales que recuerdo.
Es esta una bio muy meticulosa para un personaje que se presta a lo puntilloso.
Y en paralelo a su vida, vamos conociendo la compleja historia de la Polonia de los últimos 100 años.
712 páginas para estos tiempos líquidos, no están nada mal
“Bauman se significó como revisionista. Él observaba y analizaba valiéndose de herramientas sociológicas elaboradas por intelectuales varios, no exclusivamente soviéticos. Su especialidad fue introducir las obras occidentales en la sociología europea oriental. Pero desde el punto de vista de los servicios secretos ese fue su «principal defecto»”.
Inglaterra y Estados Unidos habían aceptado en 1943 firmar un acuerdo secreto (del que no se informó a los polacos) que confiaba al Gobierno soviético las operaciones militares al este del río Elba, y dejaba las del oeste a cargo de Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
Ese reparto de territorios en Europa colocaba a Polonia bajo control soviético. El deseo de Stalin de trasladar sus fronteras más hacia el oeste se iban haciendo realidad gracias a unas tropas victoriosas, que iban liberando de la ocupación alemana un territorio polaco tras otro.
Y en esas tenemos a un joven oficial Bauman, un militar que, se nos explica, sabía como imponer su autoridad a través de su voz y su lenguaje corporal.
“Recibimos nuestra orden para el día siguiente: cruzar el río Bug hasta territorio indiscutiblemente polaco. Creo que los tres estábamos emocionados e inquietos, aunque quizá por razones diferentes. El capitán de mi batería se volvió hacia mí,
-Mañana estaremos en Polonia. Me pregunto que piensas tú. ¿Te gustó vivir en Rusia? Eres miembro del Komsomol como yo, seguro que te gustaría regresar a Rusia cuando se acabe la guerra […].
-No-le respondí-. Soy polaco y estoy a punto de volver a mi país.
-Pero ¿no se va a parecer Polonia mucho a la Rusia soviética? ¿Qué diferencia hay? - insistió mi capitán”.
La guerra y sus avatares moldean una época tumultuosa, esa de posguerra, en la que se extiende la idea de que “es el individuo quien determina su propio destino”.
En los últimos tiempos pienso mucho en el mundo de en esos terribles años 40. En lo que tuvo que ser vivir durante una guerra mundial y lo que supuso la posguerra en la Unión Soviética y sus estados satélites. Si os interesa el tema os podéis enfrentar a las 1.100 páginas de “Mi siglo. Confesiones de un intelectual europeo”, la autobiografía del poeta polaco Aleksander Wat. A todo esto, otro comunista arrepentido (nota mental: tengo por aquí unas notas que igual aprovecho para posteriores newsletters, ahora que viene el calorcete.
“Bauman se vio afectado por unas fuerzas extremas que despojaban a los individuos de su capacidad y libertad de acción y de su sentido de empoderamiento. Toda esa dinámica fue la que le empujó a convencerse de que la vida consiste en una sucesión de situaciones de riesgo, de que el control de una persona sobre su vida es siempre muy limitado, y que aunque el carácter individual puede permitir que se abran posibilidades de adaptación a una determinada situación, esta está determinada por la historia y la política”.
Y la historia y la política moldearon casi a su antojo la vida de nuestro protagonista de esta semana.
Después de su periplo por el ejército, Bauman pasó a ser miembro de la reserva activa, algo que le complicó la vida a la hora, por ejemplo, de pedir becas para pasar temporadas en el extranjero.
En el libro se sugiere que cuando, por fin, pudo viajar a la Escuela Económica de Londres para realizar un estudio sobre el partido laborista, es casi seguro que recibiera instrucciones de sus superiores para reunir información en el extranjero: “En lo que más interesado estaba el régimen era en espiar a sus propios ciudadanos residentes en el exterior”.
Su abnegada mujer, Janina, lo fue a visitar a Londres y comentó que además de una lavadora nueva, volvió a Polonia con más confianza: “…en ese país no te ven como un ladrón o un bandido a menos que te portes como tal”.
En Londres veían a Bauman como un marxista estricto, mientras en Polonia se le tenía por un miembro consolidado del “club de los revisionistas”.
Bauman no adoptó un cambio radical de color político y permaneció instalado en posiciones izquierdistas.
Pero para el sistema, ante todo, era judío.
En una entrevista reconocía que le espiaban todo el tiempo, lo que él consideraba una desgracia, por la cantidad de dinero que toda esa vigilancia, “absolutamente inútil”, suponía a los contribuyentes polacos: “Y digo inútil porque sabían que yo no tenía ninguna organización clandestina. Lo sabían. Aquel seguimiento eran solo ganas de fastidiar y de hostigarme para que me marchara”.
“El rol más importante en el Estado polaco no lo desempeñaba el Gobierno, sino los servicios secretos. Los regímenes y las ideologías se fueron sucediendo, pero esa organización sobrevivió a todos los cambios”.
Al final, el sociólogo revisionista tuvo que abandonar su país.
Y a Israel que se fue con su mujer y sus hijas.
Y cuando llega al joven estado, en 1968 Israel cuenta con 20 años de historia, a los judíos de la diáspora y, en especial a los que “llegaron cuando ya estaba todo hecho” se los tenía a menudo por ciudadanos de segunda. “¿Y por qué ahora sí [y antes no]?”, les solían preguntar a los recién llegados como Bauman.
Todos los que tenían un puesto de nivel en Polonia, se convirtieron automáticamente en sospechosos. Un rol que, como ya hemos comentado, no era nuevo para Bauman. La ecuación era la siguiente: es judío, vale, pero el bloque soviético es antisemita, así que es sospechoso de ser desleal al judaísmo o a los intereses judíos.
Cuando Bauman entra en el mundo académico israelí se da cuenta que no estaba aún lo bastante abierto como para aceptar a alguien como él.
Así que su peregrinación siguió camino hasta Leeds.
Allí si encontró el acomodo que tanto ansiaba para desarrollar, entre otros conceptos, el que le dio fama universal, el de la sociedad líquida.
Bauman, tan sensible siempre a la causa de los refugiados y desplazados, de los marginados, no llegó a interesarse por el feminismo. “¿Por qué se le hacía tan difícil acceder a fenómenos que no estuvieran directamente relacionados con su propia experiencia?”, se preguntaba su compañera en la Universidad de Leeds, Griselda Pollock. “Conviene recordar que Bauman se crio en un hogar administrado por una madre fuerte y un padre callado”.
Mantener la felicidad en una relación de larga duración fue uno de los mayores retos para Bauman. Como el de crear amor no líquido en un mundo líquido. 61 años estuvo casado con Janina. Hasta que ella murió en 2009.
Me despido, no sin antes, dar unos consejos para los más jóvenes: “Tu escucha, no pienses distinto y no inventes demasiado. Demuestra que te has leído todo lo que se suponía que te tenías que leer, cita fuentes a porrillo y cíñete a la metodología de moda. Escribe tu tesis doctoral y defiéndela. Y luego ¡tírala a la basura! Y escribe un libro sobre lo que de verdad aprendiste durante tu formación doctoral”.
Hasta el lunes que viene, camaradas.