La salamandra que hablaba en checo
Siempre es buen momento para reivindicar la novela de Karel Čapek
“No es por casualidad (profundizaba Wolf Meynert) el que las salamandras hayan aparecido en la vida precisamente en la época en que la enfermedad crónica de la Humanidad, este gran organismo mal desarrollado y que se desmorona continuamente, está en la agonía. Salvo algunas excepciones sin importancia, las salamandras se presentan como el único todo homogéneo y formidable No han creado, hasta ahora, una profunda diferenciación de raza, lengua, nación, religión, clase o casta; entre ellas no hay amos y esclavos, libres y oprimidos, ricos y pobres”
A mis muchos años acabo de descubrir “La guerra de las salamandras” del escritor checo Karel Čapek.
Alguien comentó en Twitter que este libro era de obligado cumplimiento.
Y yo que me creo todo lo que se dice en Twitter, lo fui a pedir a la biblioteca de aquí del Raval. Lo tuve que ir a recoger a la sección infantil.
Disculpen los prejuicios adultocéntricos, pero pensé, “a ver si el libro que he pedido es en realidad una guía de la vida de los anfibios, de esa con fotos de ejemplares rajados por el estómago en los que se aprecia el circuito gástrico del bicho”.
Pues no, y además ya está entre mis favoritos.
Y además pienso que tu hijo debería leerlo. Y releerlo con 30 años. Y con 50.
Cada veinte años habría que volver a él.
Por lo que a mí respecta, lo tengo más claro.
Disfrutar por primera vez de libros que debería haber descubierto hace años me mantiene joven.
El libro en cuestión se publicó en 1936. Por esos años, al escritor checo le pasaba como a Murakami. Llevaba años sonando como permio Nóbel.
A Karel Čapek le dio por morirse el día de Navidad de hace 75 años.
Es decir, sólo unos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Un conflicto bélico que se intuye en las páginas del libro de las salamandras. De hecho, el movimiento nazi apunta en dirección a esas salamandras conquistando las costas de todo el mundo. En realidad, animales esclavizados que acaban rebelándose (“Ya no será necesario luchar con armas y gases por cada palmo de terreno. Basta, sencillamente, con las palas y los picos de las salamandras, para que cada Estado se construya cuanto territorio necesite”).
Así que el escritor checo, por poco no pudo ser testigo de su desastrosa predicción.
Pero antes de morir le dio tiempo a inventar una palabra que seguro no sabías que era de origen checo. Yo desde luego no lo sabía. Ni más ni menos que la palabra robot. Una de las más importantes de mi infancia de Mazinger Z.
Čapek utilizó por primera vez la palabra checa “robota” (que quiere decir “servidumbre”) con el fin de referirse a un mecanismo artificial al servicio de los humanos.
La novela que nos ocupa es una afilada sátira sobre la identidad de los pueblos y las ambiciones territoriales de los gobiernos, pero con momentos hilarantes como ese en el que un señor se encuentra con un ejemplar de estas salamandras en las Islas Galápagos que, mira por donde, entiende el checo porque a la isla llegó una vez un diccionario de la lengua de Kafka para salamandras: «¿Sería usted tan amable de contarme que hay de nuevo en Praga, la ciudad de las cien torres?», exclamó nuestro simpático amigo con entusiasmo”.
Y todo esto en perfecto acento checo.
Me encanta porque la Conferencia Mundial que tiene que poner paz entre humanos y salamandras, cuando la cosa se va de madre, se celebra en Vaduz, la capital de Liechtenstein (un país que siempre me ha hecho gracia, porque ¿alguien de por aquí ha conocido a alguien de Liechtenstein?).
Los representantes de las salamandras son abogados de nuestra especie y llegan a la importante cita montados confortablemente en el añorado Orient Express.
“Al mismo tiempo que el de la enseñanza de las salamandras, se presentó el problema del idioma. ¿Cuál de las lenguas mundiales debían aprender con preferencia las salamandras? Las originarias de las islas del Océano Pacífico se expresaban en pidgin-english, según lo habían aprendido de los indígenas y marineros; muchas hablaban malayo o algún dialecto del lugar. Las salamandras criadas para el mercado de Singapur eran inducidas a hablar el basic-english, ese inglés simplificado científicamente, que se expresa con unos cuantos cientos de palabras, sin los antiguos rodeos gramaticales. Por ello este inglés estandarizado empezó a llamarse Salamander english”.
Nota: Tens el llibre en català gràcies a la reedició de l’any passat de Males Herbes. Igual va ser a través d’un tuit de l’editorial que vaig conèixer de l’existència del llibre.
Barcelona ya le olía a chamusquina
Escarbando en su bibliografía me entero que el propio Čapek estuvo en España pocos años antes de la Guerra Civil y recogió sus impresiones en un libro que se titula “Viaje a España”.
El libro está salpicado de dibujitos suyos muy entrañables donde reproduce ventanas típicamente andaluzas, mujeres sevillanas de mirada huidiza con mantilla y algún tricornio de la guardia civil.
Y de largas descripciones que son de sibarita mayor. Ahora una flora, ahora una catedral, después un balcón y luego una calle. El checoslovaco era un erudito de los de antes. De los que sabían de todo cuando se podía saber de todo.
Ahora apenas se sabe de algo.
Le dedica un capítulo a su excursión al Tibidabo, desde donde ve una Barcelona “pagada de su riqueza”. En esos años finales de la terrible década de los 20, al checo le llega un olor a chamusquina que no tiene nada que ver con el de los aceitazos de su paso por Andalucía.
“Y aquí, dentro de la ciudad, personas que no quieren ser españolas; y en los montes de alrededor campesinos que no son españoles”.
Os iba a desmenuzar el libro con un montón de frases que tengo marcadas, pero veo que ese trabajo ya lo hizo el año pasado Metropoli Abierta, en un artículo que fusila las reflexiones más lúcidas del viajero, que no turista, de la antigua Checoslovaquia (un Estado muy joven entonces, ese cruce entre Chequia y Eslovaquia se formalizó en el año 1920): “Fue en estos barrios obreros, donde el escritor checo vio “puños cerrados en los bolsillos y las miradas fanáticas y provocadoras”.
Vida y milagros de J.G. Ballard
Estos días me estoy dando una pechá de tren porque tengo que subir y bajar a Girona a dar clases.
Así que tengo todo el tiempo del mundo para leer.
Me encanta coger el tren a las siete menos diez de la mañana porque a medida que voy llegando a Sant Celoni se va abriendo el día por una de las ventanas, la de mi derecha, mientras en la de la izquierda todo continúa en noche cerrada.
Me acompaña estos días la autobiografía de otro escritor de ciencia ficción, J.G. Ballard. Nacido en Shangai, el autor de “Crash” y el “Imperio del Sol” pasó dos años y medio de su pre adolescencia como prisionero de guerra de los japoneses que invadieron China antes de la segunda guerra mundial.
Además de sus padres, el jovencito Ballard estuvo acompañado de profesionales liberales europeos que aprovecharon esos años de encierro para hacer un detox forzado. Sus aburridas vidas de expat, entre el trabajo y las fiestas y convenciones sociales más carcas y burguesas, les habían empujado a la bebida.
Y fue en ese momento cuando Ballard se sintió más cercano a sus padres. En su mansión apenas veía a sus padres y una vez que vio a su madre cepillarse el pelo el chaval se conmovió entero.
“Allí me sentía más en casa que en el 31 de Amherst Avenue. La cárcel, que tanto recluye a los adultos, ofrece oportunidades ilimitadas a la imaginación de un adolescente”.
En agosto de 1945 los japoneses se rinden y dejan el campo de concentración y un gran interrogante en los prisioneros. Pasaron semanas de incertidumbre hasta que las fuerzas estadounidenses llegaron para liberarles y confirmarles el fin de la guerra.
Años después de todo aquello, cuando Ballard se quedaba adormilado en un sillón experimentaba “el mismo momento fugaz de incertidumbre”.
Por cierto, veo en tiendas de segunda mano que por este libro se están pidiendo más de 200 euros.
Yo lo pillé de la biblioteca.
Pillad libros en la biblioteca.
Desde Moravia Meridional
“At the turn of 2019 and 2020, we wrote around 20 songs in a very short period of time, which we later divided into two groups that we called simply 'dark' and 'light'. The 'Dark' batch was released at the end of 2020 as our third album III. Those more upbeat tracks were supposed to follow soon as our fourth album. But the situation changed and with concerts being canceled and postponed, we decided to take a little break too and focus on our solo material”.
Llevo un rato pensando en si conozco alguna banda checa y mi analfabetismo en estas lides es formidable.
Así que buscando música facturada en Chequia en Bandcamp, para utilizarla como colofón a esta tu humilde newsletter, me he quedado atrapado, prendado, arrebatadoramente enamorado de la banda Billow, cuarteto originario de Veselí nad Moravou, en la parte de Moravia que toca con Eslovaquia.
Seguro os interesa saber esto. En la categoría “Nacidos en Veselí nad Moravou” que me escupe Google sólo hay una entrada. Un ciclista llamado Milan Puzrla que consiguió un bronce en persecución por equipos en el mundial de San Sebastián de 1965.
La banda pudo completar el año pasado un tour de hasta ocho fechas por Japón. Lo cual no está nada mal para esta banda de dreamy pop, ideal para cuando te falle el impulso amoroso.
Celeste es un color
Nos despedimos con el último programa de la Dj chilena afincada desde hace muchos años en UK, Shanti Celeste. Comenta que el otro día estuvo pinchando en Praga donde coincidió con una Dj que le maravilló. Una Dj checa de Olomuc, bella ciudad enclavada también en Moravia, llamada Arielita.
La primera parte del programa es sesión de Shanti Celeste que se acuerda de Trevor Rocklife, Dj y productor de lo que se llamó techno-funky o groovie en los primeros dosmiles y que llegó a la escena promocionado como el protegido de Carl Cox. Para contratar a Carl Cox antes debías programar e Rocklife.
Bueno, batallitas al margen, muy bien las dos. Celeste más 4x4 housero y Arielita más ritmos rotos.
Con ellas dos nos despedimos hasta la semana que viene.
He visto la peli "El Imperio del Sol". Es espantoso cuando el niño vuelve a la casa y encuentra los japoneses allí.
Habrá que leerla...