Soy muy de leer biografías de autores de los que no sé apenas nada.
De Terry Pratchett me sonaba su nombre, pero hubiera jurado que algún año ganó el Nóbel de literatura. Tuvo muchas distinciones pero el Nóbel ni por asomo.
Lo que sí fue: el escritor superventas del Reino Unido hasta que apareció J.K. Rowling y su saga Harry Potter.
De Leopoldo María Panero he visto “sus dos películas”, pero no sabría recitar ni uno sólo de los versos que publicó.
Eso sí. Sus apariciones en televisión las he visto casi todas.
Aquí abajo tenéis, por ejemplo, un programa de Telemadrid de los años 90 en el que los hermanos Michi y Leopoldo María Panero aparecen como aliens ante los ojos de unos interlocutores que acabaron haciendo chiribitas como ese modelo de la gauche divine que fue Teresa Gimpera. (Con la gauche divine barcelonesa tuvo contactos otro epatant como Leopoldo. Ninguno de sus miembros lo aguantó ni un poquito.
Leopoldo inicia su diatriba con un “¿Se me oye?”. Las reflexiones que viene después sobre la familia son oro puro: “La telepatía no existe y el matrimonio es la cámara de gas”.
Ahora que la también poeta Juana Dolores ha irrumpido en el consciente colectivo de este país, es bueno acordarnos que hace muchos años estuvo en ese mismo alambre mediático, Leopoldo María Panero.
Pratchett y Panero nacieron en 1954. Con un mes y medio de diferencia.
Hasta aquí las coincidencias.
Por lo demás, Pratchett fue una máquina de generar dinero y muy austero en sus costumbres. Llegó a ganar 400.000 libras por libro y desestimó ofertas por considerarlas desorbitadas
Leopoldo, un desaforado y un sablista.
El británico fue un escritor de mundos fantásticos que abría puertas y ventanas. El madrileño un poeta del infierno y reflejo de lo muerto en vida.
A Pratchett su abuela le obligó a fumarse un cigarro siendo muy pequeño para que recordara esa tos toda la vida y se apartara del vicio. Panero hizo apología del tabaco hasta sus últimos días (tienes un vídeo más abajo).
El inglés se pasaba el día escribiendo con una rutina castrense y sacaba tiempo para cuidar de su esplendoroso invernadero. Panero se pasaba el día en el bar y escribía en cualquier cuchitril cuando ya no tenía quien le invitara.
El primero fue galardonado con los mayores premios institucionales, como ser nombrado doctor honoris causa por varias universidades y oficial de la orden del imperio británico. Panero pasó muchos años de su vida olvidado y solo, saltando de un sanatorio mental a otro.
“Hi havia moltes coses en el procés d’escriptura d’en Terry que m’astoraven i encara avui ho fan. No feia servir targetes. Ni pissarra. Ni post-its enganxats a la paret del costat de la seva taula per poder-les reorganitzar quan calia. No apuntava coses en una llibreta”.
La lógica de la fantasía
La biografía de Terry Pratchett está firmada por su secretario personal, Rob Wilkins.
Además de un montón de anécdotas de la vida del escritor superventas, que vivió de primera mano, nos comenta el particular proceso de trabajo de Pratchett.
Nos cuenta que la trama de cada novela se desplegaba a medida que la escribía y sin esfuerzo alguno. Y cuando se atrancaba, pese a ser escritor de pura fantasía, contaba con amigos académicos cualificados, un pequeño equipo de expertos científicos. Su máxima era: “si quieres que los lectores te sigan debes aplicar una lógica interna”.
Fantasía, si, pero plausible, verosímil…
“Quan el meu pare s’estava morint i jo consolava la meva mare mentre plorava”, va explicar en Terry al públic, “fins i tot aleshores, hi havia una part del meu cervell que anava dient: “Ah… o sigui que aixó és el que se sent…”.
En la mente de Pratchett toda experiencia o información es harina, susceptible de convertirse en material maleable a utilizar en algún momento para un texto.
Además de trabajar como bibliotecario de muy joven, también ejerció de periodista local. Y eso se nota en su manera de procesar la información que después esculpirá en un libro.
Por cierto, también trabajó como relaciones públicas de la Central Electricity Generating Board que, entre otras actividades, se encargaba de administrar las centrales nucleares de Inglaterra y Gales.
“El llibre estava acabat i ell ja tenia la vista posada en el següent, que era el que més l’interessava, i potser també en el que vindria després, que ja començava a prendre forma. Continuava guiant-se per la mentalitat del periodista: un nou dia, una cosa nova per escriure. Per fer que tornés a posar-se a treballar en una feina que considerava acabada, gairebé se l’havia d’estirar de l’orella”.
A mí me pasa exactamente igual. No puedo revisar un texto que ya mi mente ha dado por acabado. Es como que una fuerza sobrehumana me empuja a enfocar mi mente en un nuevo asunto.
Pratchett se dedicaba a la promoción con tanta energía como a la escritura, lo que suponía firmas y contacto directo con sus lectores en giras que podían llevarle hasta Australia.
Entre sus prioridades diarias: responder las cartas de sus fans, muchas de madres informando que sus libros era lo único que leían sus hijos. Una afirmación que con el tiempo se tomó como un insulto porque entendía que esos hijos eran unos tochos que sólo eran capaces de leer sus (ligeras) historias.
Interesante esta reflexión sobre el fandom con el que tuvo que lidiar en Congresos de jóvenes con ínfulas de mago: "Lo que pasa con el fandom es que no puedes subir de categoría, siempre te quedas en la posición de cuando entraste".
La salud mental está en el otro
“Soy el Anticristo, ni tan siquiera soy yo, soy un espectro masticado, digerido por la boca de seres malolientes y sin otro rostro que la baba del insulto. Aquello que he perdido no era una batalla. Mi enemigo tiene un nombre: España, pero no un rostro, es como una serpiente visceral y sudorosa, un animal peludo y hambriento que no teme a Dios ni al diablo”.
Por su parte, la biografía de Leopoldo María Panero es obra del periodista gallego J. Benito Fernández, con otras experiencias biográficas como “El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio: Apuntes para una biografía” y además fue guionista de programas como Informe Semanal.
La verdad es que si eres fan del poeta maldito mejor no leas esta destacadísima biografía.
Leopoldo era insoportable.
Consigo mismo y con los demás.
Era capaz de todo con ganarse fama de apestado: desde mojar un croissant en un charco hasta beberse los restos de las bebidas que encontraba en la barra de un bar.
Vino bastante por Barcelona donde tuvo algún amor como Anna Maria Moix, la hermana de Terenci. Fue rechazado por la también poeta y ahí empezó su fama de suicida fallido.
“Conchita Sitges ha muerto. Fue en un accidente de automóvil. Él se dirigió al hospital de Bellvitge, en la calle de la Feixa Llarga, en el depósito de cadáveres aguardan los restos mortales de Conchita para ser inhumados. Leopoldo habla con la familia allí presente y pide ver el cuerpo con intención de resucitarlo a través de un proceso en el que utilizaría agua y electricidad. Los parientes se pasmaron ante tan delirante proposición y el escándalo fue sonado en determinados círculos barceloneses”.
En algo en lo que sí se parecían Pratchett y Panero es en que ambos consideraban con escepticismo la institución escolar reglada. Pratchett estaba muy a favor de las becas para estancias en las que los alumnos conviven en la naturaleza, aunque no era ni mucho menos un gran campista.
Panero tampoco fue un gran campista. Pero también estaba a favor “de todo lo que aflojara las grapas de la escuela de la mente de los estudiantes”.
“Una vez mezclada la banda sonora de El desencanto, ésta hubo de pasar la censura. Querían cortar toda referencia a las drogas, según los recuerdos de Chavarri. Pero al final sólo amputaron unas palabras de Leopoldo María. Cuando dialogan Felicidad, Michi y él en el jardín del Liceo italiano, el poeta narra sus peripecias en el psiquiátrico de Barcelona. La madre le pregunta qué edad tenía entonces. Leopoldo responde: “Pues 19 años, que es la edad que se tiene para no sé, tener amores, amantes, etc y no para…” A lo que Felicidad inquiere: “¿Y por qué no los tuviste?”. Súbita contestación del hijo: “Pues porque en un manicomio es muy difícil. Bueno, te puedo decir que tuve algunos porque en el manicomio de Reus, me la chupaban los subnormales por un paquete de tabaco. Y esos son los que tuve, ¿no?”. El corte dado por los vigilantes de la moral fue “porque en el manicomio de Reus, me la chupaban”.
Bolo en la biblioteca de La Sagrera
Y ya que estamos con libros, qué mejor plan que ir a la biblioteca mañana martes 13. Vuelvo a la biblioteca especializada en trenes, la de La Sagrera, para rememorar el viaje del verano pasado en el que Anna y yo recorrimos en tren los EEUU de costa a costa.
Shorouts per la Manel Peña per confiar-me una vegada més als lectors de la biblioteca.
He confeccionado un vídeo para pasarlo en el auditorio y que los suscriptores de esta tu newsletter podéis ver antes que nadie.
Me gustaría veros por ahí.