Después de la guerra (viene otra guerra)
Traumas, abusos y un pasado que ya fue... pero no tanto
“Una ciutat on una minoria fa i desfà d’acord amb els seus interessos exclusius imposats com essent els de tothom, sense que cap de les altres autoritats morals que hi viuen se n’escandalitzin publicament; sense que la majoria, domesticada, muda, plena d’obligacions i sense drets, pugui defensar els seus, d’interessos, amb la més petita acció, ja que tal cosa fóra inexorablement considerada com un atemptat a l’ordre establert, és a dir, a tot allà que la minoria presenta cada dia com a bien común, la paz, la convivencia cristiana… Barcelona: pudent bassa d’oli per a taurons feliços. Un símbol, certament europeïtzant, del que és la resta del país…”.
El otro día un artículo de El Confidencial se preguntaba por qué leer libros que no son de nuestro tiempo, a tenor de la cantidad de material cultural como el que se produce en nuestros días. El artículo se titulaba “Hay gente que no lee (o ve) nada que tenga más de un mes” y la entradilla decía así,
“Nos hemos acostumbrado a que la cultura tenga cada vez menos vida útil: cuando tenemos la sensación de que algo está muy visto o ya no da juego, pasamos a lo siguiente”.
En esta newsletter leerás cosas que no toca leer. Ni por algoritmo, ni por tendencia, ni nada que se le parezca... Mis encuentros con los libros, como mucha música, son fortuitos. Mis contenidos son random y eso ya lo pago yo… con bajos rendimientos numéricos.
“Hem d'actuar sense rumb. Bullim olles plenes de caniques! Posem àcid sulfúric a la pasta carbonara! Never let them know your next move”. He leído estos días en bsky.
En esta tu La Semanada leerás sobre novelas pasadas de moda como “Els plàtans de Barcelona”.
Fui a caer de manera fortuita en esta novela de Víctor Mora, creador de personajes de mi prehistoria, tan pasados de moda como El Capitán Trueno, y me ha parecido uno de los hallazgos de este año.
De los mejores libros en la categoría de “libros-que-no-sé-cómo-no-he descubierto-antes”.
Publicada por primera vez en París en 1966, traducida al francés por el propio autor, una vez muerto el dictador se pudo leer en catalán como unos diez años después de su lanzamiento original.
Para mi sorpresa, después de crearme algún prejuicio viendo su portada, es una absoluta maravilla.
“L’ Artur, des del camp de concentració de Bram, on s’espavilava per arreglar rellotges, enviava diners. «El nen ha d’anar a l’escola», escrivia. Va fer totes les gestions necessàries i en Lluis va poder anar a l’escola.
-Sí- deia en Luís, com podia, als nens francesos-, sóc espanyol. Però, atenció, eh? Nosaltres no som d’aquests que de seguida treuen el ganivet i es passen el dia tocant la guitarra, eh? Nosaltres som catalans”.
El argumento explica la vuelta a Barcelona, aún humeante por el conflicto bélico, de una familia que ha estado un tiempo exiliada en Nova Aquitània (Francia). Vuelven a casa con el cartel de “rojeras”, sin serlo, por el mero hecho de no estar donde tocaba al final de la guerra. Y ese sambenito hace que su vida sea aún más difícil en una ciudad donde todo escasea… como la moral. La de ánimo y la otra.
La novela viene salpicada de esas especificaciones geográficas que tanto me gusta rastrear.
La tienda de la madre de uno de los protagonistas, por ejemplo, está situada en un callejón del lado derecho de la Rambla, en el barrio Xino, muy cerca de donde vivo, que ya no es Xino si no Raval. Uno de los extremos de la tienda daba a la calle Hospital, cerca de la Escola Massana.
Leoncio, trabajaba ya de muy joven, no quedaba otra, y se ganaba la vida haciendo de muerto en el subterráneo de un parque de atracciones del Paralelo, seguro es el del Apolo (“Enmotllat dins d’un collant negre sobre el qual havien pintat en blanc els ossos d’un esquelet”).
La novela describe la Barcelona de aquellos años 40, en la que coinciden la supervivencia de unos muchos y el clasismo de unos pocos.
Y lo hace con párrafos como este:
“Mares solteres eren, com cal, tretes de casa i, rebutjades per tothom, anaven a augmentar l’exèrcit de putes del país. Bons burgesos de Barcelona feien ressaltar la virtut de llurs filles -a vegades demostrada a cop de certificat mèdic- durant l’interminable regateig dels dots. Solteres granadetes es pansien dolçamet i morien amb hímens més o menys estripats per objectes diversos. Sàdics disposats a tot, robaven roba interior de senyora dels terrats. Els adolescents feien cua a la porta de les cases de barrets. Gent sofisticada, de la noblesa de la sang i dels diners, gent que havia viatjat i tenia un criteri «europeu» de les coses, organitzava parties secretes amb filles d’obrers tancats a les presons”.
Por cierto, ahí va link, por si quieres saber la procedencia de los malditos plátanos de Barcelona, causantes de esas alergias terribles, que cada año llegan más pronto.
El verdadero true crime de la transición
Si me dieran a evitar un periodo de la historia de este país, me decantaría sin duda por abolir la década de los 40. La década de después de la guerra. La década de los abusos que describe el libro de Mora.
Si, en cambio, me dieran a elegir un periodo histórico para vivir en plenitud de conocimiento, ese sería el tramo que va de la muerte del dictador a la aprobación de la Constitución.
Ese agujero cuántico que fue nuestra Transición de Schrödinger -democracia y dictadura a la vez- en el que los más intrépidos creadores de contenido de la época aprovecharon para hacer locuras.
Barbaridades como la producción de este true crime antes de los true crime.
Casi siempre con un componente social muy potente, norma en aquellos tiempos convulsos en los que había que repensar muchas cosas. Como por ejemplo, cual debería ser el lugar en el mundo de todos esos niñ@s abusad@s una vez se convierten en adult@s.
En el caso que nos ocupa, la grabación del documental le pilla a nuestro protagonista en la cárcel de León por el asesinato del matrimonio al que servía en su casoplón de Pedralbes.
Según explicaba en 2002, en la presentación del documental en Versión Española , “no es que fuera un centro de prisión es que era un centro de psicópatas”.
A Cayetana Guillén Cuervo, a la que se le ve más cohibida de lo normal, se le ocurrió llevarlo al plató de TVE para que explicase su opinión del documental. En los comentarios del vídeo veo que en su momento aportó “cierta” controversia. La tele pública jugándose el cuello hace 22 años.
La verdad es que pocas veces se tiene delante de la cámara a un asesino confeso.
Busco en Google y compruebo que tras dos penas de muerte, que él mismo se empeñó en que se cumplieran, -sin éxito, porque para su desgracia llegó el indulto inherente a la democracia de Schrödinger- además de dos intentos de suicidio tragando lejía y autolesionándose, José Luís Cerveto sigue vivo a sus 85 años de edad.
En el documental explica sus razones. Las razones y sin razones del abusador que una vez fue abusado. Ese ciclo interminable de violencia, traumas y venganzas. Lo pienso mucho estos días. ¿Cómo se para esa espiral?
Por cierto, ayer estuve leyendo este artículo en La Vanguardia sobre constelaciones familiares y demás técnicas para cortar con los traumas que van pasando de generación en generación: “Las familias infelices lo son cada una a su manera”, y es esta singularidad la que enriquece la literatura con sus traumas, secretos, duelos irresueltos y lealtades ciegas”.
Estomagante, pero muy ilustrativa, yo diría que necesaria, la descripción de su modus operandi para seducir a los niños: “Quería saciar mis instintos pero es que también los veía como niños y no quería hacerles daño”.
Justo explica que se encuentra con sus víctimas en el parque de atracciones del Apolo donde el citado Leoncio “dels plàtans de Barcelona”, unas décadas antes, ejercía de muerto viviente.
Puedes ver el documental desde aquí. Un día que estés fuerte. Es tremendo.
Quan quedàvem a la plaça reial
Andrés Derrick nos sirve en bandeja este documental de aquí abajo a través de su cuenta de Bluesky , la nueva red social de moda, en la que, como ya habréis oído por ahí, todo es rojerío y progresía. Yo también tengo mi cuenta en la que sólo hago que enviar amor, paz y prosperidad a todos mis seguidores.
Es en realidad un 30 minuts en el que las cámaras siguen a los personajes que van pululando por la plaza Reial según la hora del día.
Llama la atención la cantidad de expats que revolotean por los intersticios de la plaza. El expatried no es exclusivo de nuestros tiempos.
Estamos en 1994 y Barcelona ya hace unos años que está en el mapa. En febrero de aquel mismo año se inaugura ese tótem de la modernidad que es el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (en diciembre contará con la visita de Margaret Thacher, tal y como se puede apreciar en la foto de arriba cortesía de la web del propio CCCB). El año había empezado con esas cinco estrellas del Hotel Arts iluminando el cielo de la ciudad (como hará la pira musical del Liceo el último día de ese mes de enero). Tampoco queda espacio ya en la ciudad para Galerías Preciados, que cierra la persiana por última vez ese año 1994 de incendios forestales (este verano pasado cerró la delegación de El Corte Inglés que ocupaba el mismo edificio en esa populosa calle de Portal de l’Àngel).
“La Barcelona postolímpica té un efecte immediat: el creixement del turisme a la ciutat. Un sector que es dota d'infraestructures hoteleres de primer ordre. L'obertura al gener de l'Hotel Arts amb cinc estrelles n'és un exemple i l'aparició de turistes dels EUA que arriben en creuers que fan escala al port de Barcelona n'és un altre. Per fer-nos-en una idea, l'any 1994 el número de passatgers dels creuers no supera els 200.000, mentre que en l'actualitat la xifra supera els dos milions”.
Por cierto, en el Corte Inglés de Catalunya se robaba y se roba mucho. Yo tenía amigos en los 90 que eran más de sustraer CDs en el PRYCA de Sant Adrià. Me despido con esta oda al gusto por robar en los supermercados, en este caso, cuando lo sustraído no te hace falta: “Para echar de comer a parte es que en nuestra época exista un trastorno de la personalidad asociado al acto del robo compulsivo, mientras carecemos de un término equivalente patológico al ansia exacerbada de acumular capital sin límite”.