Dame Max Music que nunca
TV3 estrena mañana la docuserie sobre el lado oscuro de los megamixes
En unas horas se estrena en TV3 el documental sobre el trasfondo de los Max Mix: "Megamix brutal": la història oculta dels "Max Mix".
Una historia mil veces explicada, ahora desde la gran pantalla y para todas las tietes en forma de true crime. La promo de la corpo es así como bastante sensacionalista, así que supongo se centrará en la tóxica relación entre los dos socios de la discográfica, que desembocó en el secuestro fallido de uno de ellos.
Yo he decidido aprovechar el tirón y recuperar de mi archivo algunas declaraciones que tengo guardadas en referencia al tema en mi disco duro.
Ya he leído en Facebook a un vendedor histórico de Max Music quejarse del enfoque del documental. Se espera que el protagonismo sea todo para las estrellas de aquel fenómeno: los mezcladores, los mixers, las caras visibles de aquel marketing musical de los 80: “Peret, Castells, Platinas y Tejada no vivían para nada el día a día de la empresa, no se ha contado con los que vivimos en primera persona todo aquello. Gente como J.V. o yo mismo. Al fin y al cabo, si nosotros no vendíamos sus discos incluidos en los Megamix ellos no eran nada”.
A este vendedor lo voy a llamar con las siglas A.P. porque una vez le pregunté si quería explicarme todo esto y rechazó la propuesta.
Tengo guardadas algunas anécdotas al respecto justamente de J.V. Dj veterano de Barcelona, al que le mantengo el anonimato, no vaya a ser vengan unos colombianos y lo secuestren (nota del autor: estas declaraciones las recogí inicialmente para un libro sobre la escena de Barcelona de 1980 a 1995). Así mantengo ese halo misterioso de ghost producer que viene más adelante. Como es probable que ese libro nunca llegue a ver la luz, y se quede en libro fantasma, voy aprovechando algo de ese material para mis cositas. Mi trabajo me costó recopilarlo.
Me hacía ilusión conocer a alguien que hubiera trabajado en el sello de mi infancia. Yo era de esos niños que subía a Andorra a comprar más barato los K7 de la famosa saga.
Después de escuchar su testimonio, puede que mi niño interior hubiera preferido no conocer tantos detalles.
J.V. me explicó en su día que decidió meterse a trabajar en la tienda del sello de los megamixes de marras, principalmente para ver cómo operaba esta empresa. Él ya tenía una tienda de discos en la calle Valencia, pero el auténtico meollo del mundo discográfico en Barcelona se lo repartían en aquellos 80 y primeros 90, tanto Max Music como su gran competidor Blanco y Negro.
Como obtener una entrada en la fábrica de chocolate de los Max Mixes.
“El mejor lugar para enterarse uno del funcionamiento del mercado en esos momentos era Max Music, donde tengo la suerte de entrar a trabajar como dependiente en la tienda de la calle Bailén con el desaparecido PTT y Paqui Gilabert, su mujer, que era una vendedora que estuvo muchos años trabajando entre Max Music y Blanco y Negro. Empiezo a atender a Djs como César De Melero, a Tony Verdi, a Dj Zorra…”
Y entonces se produce un momento importante que podía haber cambiado la historia de la música valenciana más underground de la ruta.
“Con el tiempo empieza a llegar gente de sellos y distribuidoras de València como Contraseña o Impact a ofrecernos discos de Interfront o Megabeat. Pero mi jefe, Miguel Degà, no entiende esa música y los echa de la tienda sin miramientos. Entraba en su despacho para avisarle de que habían venido los valencianos y me respondía: “Tú estás tonto. ¿Qué te he dicho? Que no me molestes más con esa música…”. Siempre te atendía con un puro Montecristo del 5, que casi nunca se fumaba entero, y los pies encima de la mesa. Como a mí esos discos de Valencia si que me interesaban, preparé unas tarjetas con mi nombre y la dirección de mi tienda en la calle València y les decía que a las siete salía de trabajar y me podían encontrar allí que les iba a hacer yo el pedido. A mí esa música sí que me interesó. Sonaba diferente a lo que estábamos escuchando en ese momento en Barcelona”.
Y así fue como la escena underground valenciana permaneció, digamos, incorrupta, gracias a la escasa sensibilidad de los directivos de Max Music.
No sé vosotros, pero yo me he imaginado a Miguel Degà como una especie de Súper de Mortadelo y Filemón y a Max Music como la T.I.A. del marketing musical de un país subdesarrollado.
Pero la cosa sigue con el meme de la gorra de hélice.
“Al final Miguel Degà me echará de Max Music a patadas a los siete u ocho meses de empezar a trabajar para él. PTT saca un megamix del que no recuerdo el nombre, pero tenía una portada en la que el protagonista aparece con un ventilador en la gorra. PTT, que era calvo, la llevaba siempre y el jefe se emperró en que la lleváramos el resto de trabajadores para promocionar el disco. Yo, claro, trabajaba de cara al público y a veces venían mis amigos a verme y yo me negué porque, claro, tenía 30 y pico de años y cómo iba yo a atender al público con esa gorra... “He dicho que se pone la gorra todo el mundo”, me dijo Miguel Degà con ese aire dictatorial que tenía siempre. A un compañero le dio un puñetazo en la calle y le tuvo que pagar un millón de pesetas de indemnización. Era un tipo al que no le importaba pagar un pastón si se había dado el gusto de pegarte un puñetazo. Iba a Londres cogía un taxi y si el conductor era negro salía por la otra puerta sin decir nada más. En una cena de empresa me presenta a unos chicos de México. Con el tiempo me entero eran los sicarios que había contratado para matar a su ex socio Ricardo Campoy. Viene un día y ve que no llevo la gorra y se pone hecho una furia. Le dije que la gorra se la pusiera su padre. Le dice a un tío que le aguante el puro con una mano y se viene hacia mí para pegarme. “Sal a la calle que te rompo la cara”. Salió su ex socio, Campoy, con el contable a apaciguar los ánimos. “Pues le dais el finiquito y que se marche”. A la que le llevabas la contraria se volvía loco. Pero luego volveré a trabajar con él como ghost producer. Me marché a mi tienda con más nociones que antes de empezar en Max Music. A los dos años o así me animé a proponerles ideas para diseño de cubiertas o temas. Y me las fueron comprando”.
Así que en el historial de J.V. se puede leer que ha publicado como “productor fantasma” para Max Music, con protagonistas de la escena de Barcelona de ayer, hoy y siempre, como Guille De Juan, al que puedes ver ahora en el Curtis, el audiophile de la calle Mallorca o César De Melero, uno de los pioneros del house en la ciudad.
“Alquilábamos un estudio y nos poníamos a grabar como “ghost producers” para Max Music. Le vendía ideas a Max Music, como ilustraciones o detalles para las portadas. Cada tema que entraba en una compilación potente te podía suponer un millón de las antiguas pesetas. Los temas los grabábamos en el estudio de alguien que tenía los medios necesarios como era Julio Posadas. Entonces siempre acreditábamos en los discos a esa persona que nos había alquilado el espacio como productor que, como mucho, ponía un teclado, y de esa manera también tenía derecho a royalties. Pero los que pillaban pasta de verdad eran los tres productores estrella de la discográfica, los Josep Maria Castells, Toni Peret y Quique Tejada. Ellos tres eran los que daban el visto bueno a las ideas de gente como yo. Después se la pasaban a otro productor para que las ejecutara. Hacían de A&R y además eran la cara visible de Max Music”.
Me comentó también J.V. que la empresa le pagó dos estancias en MIDEM, una deferencia que no acababa de entender muy bien porque él sólo era “un productor de tapadillo”, no tenía nada que ver con las licencias con las que se mercadeaba en este famoso congreso de Cannes:
“La gente enfarlopadísima y con limusinas. Un meeting más bien para tramitar licencias y en el que los productores no tenían mucho que hacer. Y se venía con el dream team, Toni Peret y Josep Maria Castells, a los que trataba como si fueran sus hijos. Degà los mimaba como si fueran Cristiano Ronaldo”.
A Damián Mayol, responsable de Red Records, tuve el placer de entrevistarle pocos meses antes de que muriera repentinamente. En una terraza de la calle Tuset me comentó alguna otra anécdota acaecida en el Midem, buen sarao tuvo que ser en los 80 y 90 ese Marché Internacional du Disque et de l'Edició Musicale: “Yo he llegado a ver en el Midem a tres matones pegando a los de Max Music porque debían pasta de licencias. En medio de la feria y con los tíos sangrando en el suelo. Yo iba como representante de Red Records pero nunca conseguí nada interesante porque era demasiado comercial. Yo buscaba alguna licencia chula para tenerla en exclusiva pero no me convencía lo que veía por ahí”.
Tienes el resto de la entrevista en mi blog en Wordpress, bastante activo hasta que llegó a mi vida esta newsletter.
De Max Music a Alejandro Sanz
Yo no lo hubiera recordado, si el Drive, la nube, no me hubiera chivado que hace diez años entrevisté para clubbingspain a otro ghost producer que trabajó para Max Music. Ignacio Marco, ingeniero de grandes éxitos que vendieron millones de discos en nuestro país pero no dejaron rastro de su verdadera autoría.
Me explicó que trabajó con los “peces gordos” de las listas de éxitos como Alejandro Sanz (“me ficha su padre”), justo cuando empezó a tener un éxito rutilante. Con Mecano, Shakira, Presuntos Implicados, Camela, OBK… Fuera de España trabajó con Martin Gore, la persona que más le enseñó “en términos de electrónica”.
Sus primeros pasos en esta carrera de productor anónimo se iniciaron justamente en Max Music. “Entré en la empresa en el año 89, antes de ir a la mili, y vuelvo en el 91. Me sentaba delante de un piano con un tipo al lado que me silbaba la melodía que quería que le grabara. Los lunes cobraba. Los martes empezaba un maxi y los viernes entregaba el DAT correspondiente. Y así cada semana. Programaba una caja de ritmos, grababa un bajo, preparaba las armonías... Estamos hablando de un momento en que Max Music transita del italo disco de las primeras mezclas a la makina. Todo aquello se hizo por dinero, discos fáciles que rindieran mucho. El dinero nunca fue un problema, siempre me pagaron bien”.
No he sido capaz de encontrar la entrevista en la deep web, algo queda del catálogo de clubbingspain en archive.org, pero este especial en concreto no lo he encontrado.
La ruta de la seda discográfica
Quique Matallín (foto extraída del Facebook de La Caixa de Ritmes que por lo que veo lleva tiempo inactiva) también tiene mucho que decir sobre Max Music y sobre el juego de licencias que se utilizaba para exprimir el tirón de los discos. Quique estuvo recorriendo toda Valencia con su coche y unas buenas maletas de discos desde mediados de los 80.
Quique era lo que en la época se conocía como un maletero.
Lo fui a entrevistar hace unos años a su tienda La Caixa de Ritmes del Mercantic de Sant Cugat.
La vida llevó a este valenciano a ganársela en Barcelona, pero los viernes volvía a su ciudad natal a reponer stock y a estar pendiente de su bar, y después hacía ruta por Salou, Reus, Tarragona y Amposta. Los encargados de locales de aquella zona como La Parroquia o la sala Metro le hacen bastante caso en lo musical.
Riega de buenos discos los pubs de pueblos de segunda desde Tarragona hasta la Valencia profunda.
Un día recibe la visita de las estrellonas de Max Music, que serían muy hábiles con los giradiscos pero bastante limitados como cazadores de tendencias musicales.
“Valoraban lo que les llevaba y me esperaban cada semana con ganas de comprar y charlar sobre las novedades. Por donde pasaba me entretenía buscando a gente que me representara para surtir esa zona en concreto, por lo general un Dj que aprovechara sus contactos para vender. Bueno, empiezo a ser tan conocido en Barcelona que un día recibo la visita de Josep Maria Castells y Toni Peret, Djs estrellas de la empresa Max Music, interesándose en lo que vendía y cómo. Eran tiempos de un espionaje industrial que venía motivado por la competencia entre los dos emporios del momento, Max Music y Blanco y Negro. No acaban de pillar lo que vendo, no hay feeling apenas, con lo que se van por donde vinieron. Como muchos otros, al principio no entienden la música que vendo, aunque al poco van a empezar a comprar licencias para vender new beat y cosas así, más en la onda de lo que yo traía a Barcelona”.
Matallín me explicó una mañana lluviosa de abril la lógica de las licencias con la que los sellos discográficos apuraban al máximo un éxito comercial.
“El termómetro para valorar un posible éxito era el siguiente: si tú traías 200 copias de importación y repartías 30 entre cada vendedor y desaparecían a los pocos días, eso era sinónimo de que aquello iba para hit y susceptible de ser licenciado por las grandes empresas discográficas. Entonces contactabas directamente con el sello original de turno, inglés, francés o belga, por ejemplo, para bloquear la licencia y comprarla tu. Cuando se habían vendido siete mil u ocho mil copias de un disco y había caducado una licencia, podía pasar que un sello comprara la licencia y volviera a estirar el disco con lo que todavía salían más copias. Se pedían licencias porque igual necesitabas 5000 copias de una tacada y era una forma de asegurarse el stock”.
Bonus Track
Me sigue emocionando que la gente encuentre sesiones de hace un porrón de año y las suba a sus perfiles digitales.
Año 83, nada menos.
Por entonces a la serie de Max Mix le quedaban aún un par de años para iniciar toda aquella locura.
Pero para locura lo que se estaba cociendo a fuego lento en las discotecas italianas.
Era Italia pero no era el italo que se escuchaba en los primeros Max Mix.
Ni puñetera falta que hacía.
Esta es una sesión de poco más de media hora en la que se recoge el espíritu cosmic afro que se escuchaba en las discotecas italianas más chic de aquellos primeros 80. Danielle Baldelli es el Dj que nos viene a la mente cuando nos referimos a este cosmic disco antidiluviano. Un Baldelli al que, por cierto, no le convencía el italo por considerarlo demasiado comercial.
Una especie de new wave “mestiza”, todo lo “global” que podían sonar aquellas cabinas italianas de muchos antes de la globalización que nos asola hoy.
Curiosa también la manera de mezclar este disco arrastrado, algo psicodélico, ideal para noches de heroína y emoción. Los Djs en cuestión no esconden el bombo cuando lo están preparando para que hagan acto de presencia y se acompasen con el tema que suena. Algunos de esos tracks suenan además a la mitad de su velocidad original. Como una versión comatosa de la new wave de la época.
Había que dar salida a todo aquel jaco de los 80.