Me desayuno el sábado con una noticia en la que se explica que este fin de semana se podrá ver desde Barcelona un objeto brillante en el cielo.
Más concretamente: la caja de herramientas que dos astronautas de la Estación Espacial Internacional se descuidaron después de hacer unas ñapas en el espacio.
Con unos prismáticos y un poco de puntería, dice el diario que se podrá ver este punto en el cielo que lleva más de dos semanas orbitando alrededor de la tierra.
Yo en un rato me encontraré mirando al cielo.
Pero no para ver un objeto brillante identificado.
Desciende San Xibeco hacia la acera por una cuerda atada a una azotea de la calle Baltasar Gracían del barrio de la Prospe.
Le espera muy modosa Santa Rita.
Es entonces cuando los vecinos, acostumbrados ya a la liturgia pagana, pelando la pava entre ellos, empiezan a espabilar al grito de “eco, eco... Viva San Xibeco. Ita, Ita, Ita... Viva Santa Rita”.
Son las doce menos diez del sábado 18 de noviembre.
Y estamos en la decimosegunda edición de San Xibeco.
Algunas personas presentan síntomas de no haber dormido en toda la noche. Sin ir más lejos, los dos guitarristas que cantan un tema en honor al patrono mientras se descuelga lentamente por la cuerda que lo une al suelo. Las fiestas en honor a este patrón con nombre de litrona masculinizada empezaron ya el jueves 16 de noviembre. Pero sólo hoy sábado es que hace acto de presencia con una botella bajo el brazo.
Una vez el santurrón descansa en su trono, aparece en escena una persona que se presenta como pastor y que anuncia a los padres que el bautismo está a punto de empezar. Alguien le chiva que esta vez no podrá ser con alcohol como se avisó previamente. “En diez años que llevamos con esta celebración ya hemos bautizado a más de cincuenta niños. Los padres que se queden tranquilos que no tocaré a ninguno”.
En el pregón se nos anuncia que este año San Xibeco ha llegado con algo más que con una botella de cerveza bajo el brazo.
Este año San Xibeco ha cumplido con las plegarias y ha traído al barrio un nuevo casal de joves.
“Vecina saca a tu hijo, a tu prima, a tu sobrino, a tu hermana de la Play y tráelo al casal que también tenemos una”.
El pasabares se inicia en el Bar La Torrada, donde se concentra desde primera hora la gente que va a seguir al santo religiosamente por otros cinco bares. La comitiva viene amenizada por una charanga animosa que se pega al santo como una lapa.
Subimos por la calle Baltasar Gracián y nos encontramos con una plaza que sonará a los lectores fieles de este boletín: la plaza Àngel Pestaña, la misma que cada julio se llena de arena para celebrar la Prospe Beach.
Muchos no lo sabrán ubicar en un plano, pero si te sabrán decir que “ese barrio siempre está de fiesta”. Una de las pocas cosas que ha calado en el imaginario de los barceloneses que no viven en La Prosperitat. Pero aquí vive mucho currante que lleva muchos años levantando el barrio, sus fiestas y sus derechos.
“Yo si que no tengo prisa que no cierro hasta la una y media de la noche. En el bar hoy estoy solo, así que si alguien tiene prisa que se levante y se vaya a otro bar, que en este barrio hay muchos”, comenta el señor del bar Plaza, uno de los más solicitados a partir de las tres que es cuando hay que comer. El morro les queda que cruje de bueno. Las patatas bravas son pequeñas pero su allioli puede mirarle a la cara al de muchos bares de, pongamos por caso, Santa Coloma.
Por cierto, el otro día me acerqué hasta uno de los bares que, dicen, sirve las mejores bravas de Santaco, El Cruce, a nada de la parada de El Fondo. Resulta que cuando pasé estaba cerrado por vacaciones. Decepción. Volviendo al metro con la cabeza gacha me encontré un billete de 20 euros. Ilusión. Esperanza.
Otro de los bares por donde se dejará caer el santo acompañado de Santa Rita es la Bodega Eduardo, la taberna donde la afición del club de fútbol más importante del barrio, la Montañesa, celebra sus modestos éxitos deportivos en el Grupo V de la tercera federación. Y si no se gana, pues se celebra igual en esta tasca en la que se picotea y golea fenomenal.
Bueno, en general en la Prospe se sigue picoteando bueno y a buen precio.
Me pregunta un amigo cuando me voy a empadronar en el barrio. Lo dice porque he subido cuatro veces en un año y medio.
La última vez que estuve por aquí fue a finales de julio para ver in situ la grabación de un video podcast de EL MARGE, del magzine #Vantablack, presentado por Júlia Sabata y Albert Contat. En aquella noche de verano tuvieron como invitados sobre la arena de la playa a dos productores, Highkili y Guim.
El primero comentó una cosa en la que no había caído en relación a la escena canaria. Explica que su escucha musical en Gran Canarias siempre se había movido entre el sonido de corte latino y el anglosajón de club y de raves. "Y en esa encrucijada, el UK Funky me dio respuestas".
Lo puedes recuperar aquí abajo:
A tan tempranas horas del mediodía ya hay gente que empieza a picar a la puerta del amigo más cercano: “Yo al salir ya he dicho que estaré hasta las tres de la tarde y me voy a comer”, se defiende uno mientras sujeta una cerveza de litro. “Hemos quedado todas en que a las tres pararemos de beber”, comentan otras en una de las terrazas de los aledaños.
Apuesto a que alguno estira hasta las cuatro de la tarde, la última y para casa en el Harry Walker, ya puestos, y así vemos un rato los conciertos de Vizio y Fornizio, Herederos del Taxi y Anormanas.
Pero a mí, que vengo del Raval, una cosa que me llama la atención en medio de toda esta congregación de gente es que, a) no hay un sólo guiri y aquí el turista soy yo, y b) no he visto ni un policía por los alrededores. A tan sólo media hora del Raval en metro, a unos 30 años de distancia en reivindicaciones vecinales y de espacio público.
“Si alguien de aquí tuviera una actitud de mierda, seguro se llevaba algún rapapolvo de algún colega”, me comenta un amigo que vive por la zona. Le pregunto si sus vecinos estarán contentos con la investidura de esta semana: “No, yo creo que toda esta gente es más roja aún que todo eso”.
Como se dice aquí, la fiesta es muy del barrio. Muy de vecinos que llevan toda la vida en el barrio. Muy de ellos, pero que también pueden ser nuestras.
Conozco a gente que vive por el barrio desde hace un tiempo pero que no ha estado nunca ni en la Prospe Beach, ni en este San Xibeco.
Les suena a fiesta para vecinos de toda la vida.
Yo mismo he intentado arrastrar a amigos hasta el barrio y siempre me he encontrado con una respuesta más bien tibia. Como mucho me han devuelto un: “¿Pero la Prospe por donde queda?”.
Después la gente se queja de que no quedan cosas auténticas en la ciudad.
La autenticidad en Barcelona exige coger el metro.
Prosperitat es un barrio pequeño y parece funciona como un cantón autónomo.
Es un barrio pequeño, que cabe en poco más de medio quilómetro cuadrado.
Y como ya se habrán dado cuenta es también un barrio intenso.
Con un tejido asociativo con un palmarés en el que caben hazañas deportivas como El Mundialito.
Si alguna cosa ha prosperado aquí es el movimiento vecinal.
La hebilla de un maltrecho cinturón rojo.
Mientras, en Badalona, esta tarde mis paisanos miran también al cielo. A la copa del árbol de Navidad más alto del país. Qué digo del país… Del mundo mundial.
Mucha gente que sabe que soy de Badalona me pregunta por el árbol.
Y ahora ya sé qué responderles:
Viva la Prospe!
Y que viva San Xibeco.