Ya he leído tres libros sobre Israel
Mis últimas lecturas tampoco te harán cambiar de opinión sobre el conflicto
“Esa era Haifa, que, desde la cima del monte Carmelo, parecía un lugar tan inocuo como el rocío. Ahora me sorprendo preguntándome si habrá una sola hectárea en la Tierra Sagrada libre de la memoria reciente de sangre y aflicción. ¿Y qué supone esto para el hombre llamado Israel?”.
Martin Amis murió la pasada primavera y como no había leído nunca nada de este escritor británico me fuí a la biblioteca y pillé su último libro. Leí en Twitter que “Desde dentro” era un buen libro para los que nos dedicamos a la escritura. A cambio, me encontré con una especie de biografía novelada bastante extraña en la que me llamó la atención que una de sus amantes, uno de los amores de su vida, supongo , aparece con un nombre inventado.
No sé muy bien por qué Martin Amis hizo eso con su ex novia pero con este libro Frankestein, un poco de ensayo, otro poco de vivencias y anécdotas personales, se me abrieron un par de puertas con las que atravesé el pasado verano entero.
“La cuestión es que la literatura difiere de otras artes en un pormenor manifiesto. No todo el mundo sabe pintar o esculpir, no todo el mundo sabe actuar o cantar. Pero todo el mundo sabe escribir. De modo que es como si fueras aprendiz de piloto en un mundo en el que todas las personas (a partir de los cuatro o cinco años) saben manejar un avión”.
Una de esas puertas fue la biografía de su gran amigo Christopher Hitchens, uno de los periodistas políticos más polémicos de las últimas décadas en Gran Bretaña, al que Amis acompañó incluso en los últimos días de su lucha contra el cáncer (de garganta, de tanto blasfemar).
Según un amigo inglés que vive en Barcelona, los dos espadachines de las letras inglesas formaban parte de la intelligentsia de su país. Me lo dijo con un cierto desdén. Para reconocer después que estaba revisando vídeos en Youtube de mesas redondas donde Hitchens despachaba con saber hacer y decir a sus contertulios (“si te invitan a un debate con Hitchens, no vayas”, reza la publicidad de su biografía).
“¿Dónde se pueden ver ahora debates políticos televisivos de calidad en este país? ¿En La 2?”, me preguntó el amigo.
Pero a lo que vamos.
Dejé a un lado el libro de Amis para volver a la biblioteca y esta vez pedí “Hitch 22”, su autobiografía, en la que homenajea desde el título a “Catch-22”, novela contracultural de la que te hablé hace unas semanas.
Amis ya me había puesto tras la pista del terrible final de la madre de Hitchens. Durante años escamoteó a su familia su condición de judía, parece que lo hizo para asegurar el acceso de sus hijos a buenos colegios (“Sólo comenzó a sentir pasión por el Estado judío cuando empezó a experimentar una necesidad desesperada de un nuevo comienzo en otro lugar“).
Explica el periodista que la última conversación que tuvo con su progenitora fue cuando ésta le llamó para explicarle que quería emigrar a Israel tras la guerra del Yom Kippur en 1973 (justo estos días se celebran los 50 años de este sorpresivo ataque libanés y egipcio al, por entonces, nuevo estado judío).
La madre de Hitchens se escapó a Atenas con un amante. En realidad, los dos fugados tramaban suicidarse en el hotel donde estaban alojados. Hitch se enteró de su muerte cuando una ex amante lo llamó para explicarle que era muy probable que su madre fuera la misma súbdita británica que, según se enteró por la BBC, había puesto fin a su vida en Grecia.
Un lugar como cualquier otro para morir. Si no fuera porque la decisión coincidió con un momento bastante delicado de la historia del país heleno. En noviembre de 1973, justo cuando el coronel fascista Georgios Papadópoulos fue sustituido por otro general más fascista aún, Dimitrios Ioannidis. Hitchens tuvo que vérselas con la nueva junta militar para poder hacerse cargo de la extradición del cuerpo de su madre.
El por entonces jovencísimo Hitchens hizo de tripas corazón delante de todos aquellos militares, siendo él como era muy trotskista. Con el tiempo ya no tanto. Es más, nos justifica como es que acabó posicionándose a favor de la intervención estadounidense para acabar con Sadam Hussein. Le llovieron los palos y tuvo que justificar su cambio ideológico hasta los últimos días de su vida.
Muy interesante cuando el polemista explica en sus memorias cómo fue mutando de color político a lo largo de su vida.
Y yo me pregunto: ¿conocéis a alguien que hiciera al revés? ¿Os consta algún personaje público que empezara siendo de derechas y acabara sus días como rojo convencido?
No sé, da que pensar.
“Quizá los lectores de más edad recuerden la definición de Conor Cruise O’Brien del liberalismo como una posición que “hace que el mundo rico bostece y el mundo pobre vomite”, aunque solo sea por la canción mordazmente satírica de Phil Ochs, “Love me, I’m a Liberal”. Arrestado en Oxford por interrumpir un partido de criquet con un equipo de la Sudáfrica del apartheid, pude salir absuelto del montaje policial porque un transeúnte se ofreció como testigo imparcial. Era un ciudadano y espectador de críquet muy respetable, y el tesorero del Partido Liberal local. En el juicio, tras testificar, vio que yo rechazaba jurar sobre la Biblia y explicaba la razón: era “ateo y marxista”. Cuando terminó la audiencia, vio hacia mí y dijo que si hubiera sabido que yo era esa clase de persona, nunca se habría ofrecido a testificar”.
En la biografía explica como se enfrentará a la Nueva Izquierda por, entre otras cosas, aliarse con el islam político y culpar del caos “al caso Salman Rushdie” y su provocación para con el mundo islámico a través de aquellos comprometidos “The Satanic Verses”.
Tanto Amis como Hitchens fueron amigos del amenazado Salman Rushdie y en ambos libros vivenciales explican su difícil relación con el escritor nacido en la India. Lo curioso es que estamos a 2023 y ambos están muertos y Rushdie sigue vivo.
Por cierto, otro que sigue vivo es Henry Kissinger.
Hitchens reflexiona en torno a la sorpresa que le causó leer en las memorias de un amigo algunas citas del siniestro Secretario de Estado estadounidense. Le dio para esta cita que es de lo mejor del libro:
“A medida que te haces viejo, lo más difícil de todo es aceptar que sabios comentarios pueden llegar de las fuentes más desagradables o en apariencia improbables, y que las teóricamente fiables pueden llevarte por el mal camino”.
Por lo demás, con sus memorias se aprende un montón.
Por ejemplo, que la hija de Max Born, judío nacido en Alemania, premio Nobel de física en 1954 -”y el hombre al que Einstein escribió la famosa carta donde rechazaba que Dios jugara a los dados con el universo”- tuvo una hija que se casó con un miembro del equipo de desencriptación Enigna/Ultra y estos a su vez tuvieron una hija que se hizo famosa en todo el mundo como… Olivia Newton-John. Y que Szymon Persky, más tarde el presidente de Israel conocido como Simon Peres, fue primo-hermano de la no menos legendaria Lauren Bacall, nacida como Betty Joan Persky.
Y así te vas enganchando a las pesquisas y reflexiones geoestratégicas que va soltando el avispado Hitchens, como cuando explica que “después de la segunda guerra mundial, los comunistas usaron muchos campos de concentración construidos por los nazis como centros de retención para los alemanes que los propios comunistas habían deportado”, y que en un giro de los acontecimientos más que irónico acabaron dirigiendo… los mismos judíos.
Tanto Hitchens como Amis dan mucha preeminencia en sus libros al espinoso tema de Israel y de los judíos, tan en primer plano en la actualidad.
Hitchens conoce de primera mano los conflictos en zonas como Irlanda del Norte, Chipre o el avispero de Oriente Próximo. Y con ese discernimiento es capaz de conectar la mayoría de conflictos que existen en el mundo con apreciaciones como:
“Al final llegué a distinguir un rasgo de la situación que me ha ayudado a entender una terquedad similar en el Líbano, Gaza, Chipre y otros lugares. Los líderes locales generados por los “problemas” en esos sitios de guerra no quieren que haya una solución. Una solución significaría que no los tratarían con deferencia los mediadores de la ONU o de los Estados Unidos, que no los invitarían a elegantes congresos de alto nivel”.
La segunda puerta que me ha abierto el libro de Martin Amis me lleva precisamente al conflicto árabe-israelí. En sus páginas nos habla de uno de los mejores libros para hacerse una idea del recorrido de este entramado, desde la llegada de las primeras delegaciones encargadas de hacer prospección del terreno sobre el que se asentará el nuevo Estado judío en 1948. No sólo lo dice Amis, el libro viene con marchamo en forma de “La biblioteca recomana”.
“Mi Tierra Prometida” es una crónica armada con un montón de entrevistas del ex militar israelí reconvertido a periodista, Ari Shavit. Tenía curiosidad por conocer la opinión de una voz crítica israelí en relación a los asentamientos y las posteriores conquistas del Estado más controvertido del mundo.
“Siete círculos de amenaza: islámica, arábiga, interna, mental, moral y basada en la identidad. Al elegir esta tierra nos colocamos en el epicentro de siete círculos concéntricos de amenaza. Pero en el siglo XXI lo que resulta particularmente peligroso es que las fuerzas que nos han respaldado desde nuestra llegada se están debilitando. Occidente está en un relativo declive económico y político. Los judíos de la diáspora están en un declive demográfico. La alianza de Israel con los judíos ilustrados de Occidente está flaqueando. Simultáneamente, la capacidad de las potencias de Occidente para mantener el orden en el Medio Oriente está disminuyendo, al igual que su capacidad para evitar la proliferación de armas nucleares en el Tercer Mundo. El fanatismo islámico crece en el Este y, en contraste, hay menos fuerzas de Occidente que apoyarían a Israel. La ocupación israelí, el extremismo judío y los fundamentalistas religiosos minan el apoyo para Israel entre los amigos que le quedan”.
Sobre todo me interesaba saber cómo fueron los preámbulos de la llegada de este pueblo a un desierto sin aparente interés económico, un solar sin apenas recursos naturales, plagado de beduinos que, por lo menos, debieron alucinar cuando vieron llegar a los primeros colonos. A este respecto, Shavit describe el viaje de su bisabuelo, el abogado y líder sionista Herbert Bentwich. Una excursión organizada a finales del siglo XIX por Thomas Cook, la primera agencia de viajes del mundo.
“Hay más de medio millón de árabes, beduinos y drusos en 1987 en Palestina. Veinte ciudades grandes y pequeñas, y centenares de pueblos. Así que ¿cómo puede ser que el pedante Bentwich no repare en ellas? ¿Cómo puede el Bentwich de ojos de lince no ver que esa tierra está ocupada? Mi bisabuelo no ve porque le mueve la necesidad de no ver. No ve porque, si viera, tendría que volverse atrás. Pero mi bisabuelo no puede volverse atrás”.
Un miembro de aquella delegación fue Israel Zangwill, un escritor nacionalista que popularizó hace unos cien años la máxima sionista, “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. En 1904 cambió de opinión y en un discurso en Nueva York, que escandalizó a la órbita judía, hizo saber que Palestina ya estaba poblada. Advirtió que los judíos tendrían que aprender la cultura de la violencia y reivindicar aquella tierra “a sangre y fuego”.
En temas más cercanos a nuestros días, Shavit indaga en el tema de las raves y de las drogas, concretamente del éxtasis (“no te saca de la realidad sino que te hace sentir mejor dentro de la realidad”) que, como en el resto del mundo, campó a sus anchas en clubs y raves de ciudades como Tel Aviv en los 90. Una droga que cimentó toda una escena de psychedelic trance con nombres como Infected Mushroom pegando duro en el contexto internacional.
Impresiona la entrevista a Amos Yadlin, experimentado piloto que una noche cerrada de 1981 tuvo que salir a destruir él solito un reactor nuclear iraquí construido por los franceses. Una acción relámpago que requería de una destreza en el aire sin igual en el mundo. Me imagino a ese general de las fuerzas aéreas israelí despidiéndose de su mujer antes de salir de casa y diciéndole algo así como, “no me esperes para cenar”.