Septiembre es mes de ir al mercat de Sant Antoni, no me digáis que no. Tiempo este de colecciones que es lo mismo que decir que es tiempo de esperanzas. Algunas vanas, otras recalcitrantes, eso ya se verá y es lo de menos. Es también momento de recibir las últimas postales del verano. Por cierto, debo encontrarme en el selecto grupo de personas que han recibido la misma postal que un día decidieron enviar.
Hace unos quince años me encontraba yo en el Mercat de Sant Antoni, supongo observando a los últimos rapinyaires del vinilo de aquel domingo, y de repente recibo una llamada de mi hermana que, muy exaltada, me comenta que, si no estoy muy liado, me acerque por el popular mercat, donde, como ya he comentado, me encontraba por motu proprio. Así que no tardé mucho en darme cuenta que mi hermana se había topado en un puesto atestado de postales con una firmada de mi puño y letra (más bien fea y eso que fue a mucho peor…). Se trataba de una postal que volvía a mí más de veinte años después de haberla enviado.
La letra es mía, eso no se puede negar, pero lo fuerte del caso es que no recuerdo nada. Ni enviar una postal tan fea como esa, ni ser oyente de Tablero Deportivo de RNE.
En el anverso de la postal (foto) se observan dos imágenes, una en la que se puede admirar el paso de la autopista a la altura de la Avinguda Marquès de Montroig de Sant Roc, y en una más pequeña se incluye una instantánea de la Rambla de Badalona (a todo esto una rareza de nuestra geografía, por ser paralela al mar). En el reverso, que no voy a reproducir por incluir datos personales y una letra que no me augura nada bueno, pronostico un resultado de la primera división con una especie de punta fina al que se le está acabando la tinta.
El partido era un Atlético de Madrid- Zaragoza que, por lo que he estado investigando, se jugó un 3 de abril de 1988 (con Rijkaard como jugador maño, 2-0 para los colchoneros con goles de Arteche y Julio Salinas; como yo vaticiné un 2-1 estuve a punto de llevarme el bote). Todo esto lo sabemos porque en el reverso aparece estampada en el matasellos de correos la fecha en la que se expidió la postal: el 29 de marzo de 1988.
Esa semana el número 1 de Los 40 era Una fiesta especial de La Década Prodigiosa y los Pixies debutaban en largo con Surfer Rosa. Lauren Bacall aparecía ese día en las portadas de los diarios como visitante ilustre de Barcelona donde grabaría un “Ángel Casas Show” en el que soltaría lindezas del tipo: “No me fío de un hombre que no bebe”.
Eran años de contrastes.
Tengo varios amigos y conocidos trabajando en Correos. Uno de ellos, Eugeni Rodríguez, se pasó hace unos años por mi programa “Je suis de la Martinique” en dublab. Estuvo desarrollando durante una hora la historia de los antros gays más rutilantes de Barcelona. Podéis recuperar el programa desde aquí.
Además de la grabación de ese programa, a Eugeni, presidente del Observatorio contra la Homofobia de Cataluña, también lo entrevisté para un libro en el que pretendía describir la historia de las discotecas de la ciudad, desde la inauguración de Studio54 en el año 80, hasta la irrupción y consolidación del Sónar a mediados de los 90.
El libro se ha quedado en un cajón si que ninguna editorial se interese por él.
La verdad es que este del libro es un tema que me tiene algo deprimido porque dediqué tres años a entrevistar a peña que vivió todos esos años, delante y detrás de una barra, delante y detrás de una cabina. Pero voy aprovechando cualquier excusa para espolvorear la información extraída de esas charlas en cuanto tengo la mínima oportunidad. Como es este caso:
“Yo paso ampliamente de los 50. Y no me convertí al techno hasta los 29 años. Yo iba al Distrito Distinto y su evolución si me la sé. Es que era el único after abierto en Barcelona y con la excusa de que te podías tomar un café con leche... Pues eso. También te puedo hablar bastante del Cyberian porque también era de mis locales favoritos. Del Queen Mary también, un local en el que era muy difícil entrar porque lo llevaban, no los malos, los jefes de los malos. Todo el mundo era consciente. Yo siempre he sido de extrema izquierda y aquel local era de extrema derecha y entonces con 21 años ya tenía una dimensión pública como miembro destacado del movimiento LGTBI. Así que me la jugaba entrando al Queen Mary porque allí iba la aristocracia de los malos de verdad. Era pequeñito pero todo el mundo quería ir al Queen Mary. Supongo que por morbo”.
Si conocéis a alguien que me pueda echar una mano con la publicación del libro os agradecería máxima difusión. Lanzo este llamamiento como si fuera una postal o un llamamiento desesperado a RNE. Como aquellos mensajes que un locutor con voz grave lanzaba las mañanas de los fines de semana: “Se ha perdido un niño en el término municipal de Minglanilla que responde al nombre de Juanito. La última vez que se le vio vestía polo verde…”.
Evita que mi libro se acabe convirtiendo en el niño del polo verde.