Una vuelta por el Adriático
El último libro de viajes de Robert D. Kaplan estimula las ganas de Mediterráneo
“Porque del mismo modo que un exceso de memoria puede acabar convirtiéndose en una cárcel de odio y rencor, una falta de memoria nos hace indistinguibles de las formas menores de vida, para las que la existencia no tiene ni concepto ni conciencia más allá del momento presente. La tradición, por particularista que sea, proporciona una defensa contra esto. Es mucho mejor sentirse confuso con respecto a la identidad por tener varias que carecer por completo de ella”.
Cuando era pequeño le preguntaba a mi padre, cada vez que volvía de uno de sus viajes con el camión, si había estado en Yugoslavia.
Pero no, mi padre no estuvo nunca en Yugoslavia con el camión.
Yo no sé por qué esa fijación con Yugoslavia de tan pequeño.
Y es curiosa la fijación, porque ni siquiera de más mayor fui lo suficientemente consciente de lo importante en lo geoestratégico de este “estado de los eslavos del sur”.
La frontera entre la sociedad occidental y el telón de acero la marcaba Yugoslavia hasta el fin de la Guerra Fría.
La marca geográfica que ha dividido tradicionalmente la parte cristiana y católica de Europa con la turca y otomana estaba también en Yugoslavia.
Yugoslavia además era un gran contenedor de sedimentos del imperio bizantino, de la Serenissima veneciana, del sublime Estado Otomano, del imperio Austrohúngaro y su “Gott erhalte, Gott Beschütze”…
Las potencias militares más importantes de los últimos siglos coincidieron en algún momento u otro en la antigua Yugoslavia (de hecho, el siglo XX empezó con el asesinato de un archiduque en Sarajevo, que degeneró en guerra mundial, y acabó con el bombardeó de Belgrado en una decisión militar de la OTAN sin precedentes en suelo, digamos, ¿europeo?).
De todo esto (y más) nos habla el periodista estadounidense Robert D. Kaplan en su libro de viajes y ensayo, “Adriático. Claves geopolíticas del pasado y el futuro de Europa”.
Nos propone un tour siguiendo la costa del Adriático que empieza en Rímini y le llevará, nos llevará, hasta Rávena, Venecia, Trieste, Liubliana, Rijeka, Zagreb, Split, Dubrovnik, Podgorica (antigua Titogrado), paradas albanesas en Tirana y Durres, para acabar en Corfú, de lastimosa actualidad desde hace una década por la llegada constante de inmigrantes.
Cabe remarcar que toda esta gira le pilla a Kaplan con 60 años cumplidos, pero con una voluntad férrea de explicar a sus lectores todo el entramado de fuerzas históricas que ejercieron presión en esta zona mediterránea, no hace falta decir, de alto valor estratégico.
“No soy más que un intruso extranjero y un generalista. Y comprendo que mi trabajo puede ser una empresa imperialista por el simple hecho de apropiarme de un terreno que no es el mío”, comenta el analista geopolítico, que, por cierto, unas páginas más adelante reconocerá que hubo imperios que si funcionaron y de los que hay que aprender (aunque el concepto imperio está muy denostado por culpa “de los crímenes cometidos por los imperios europeos modernos en África y otras partes”).
Cuando pase de los 60 años también me gustaría viajar para escribir libros.
Ya veremos.
Pinta que no.
Por cierto, en el momento de escribir estas líneas llevo dos meses sin fumar.
A los 60 igual si llego.
Ándale, ándale, los plavis…
Otra cosa que desconocía de Yugoslavia y de la que me informa mi colega Fermín es de la curiosa relación musical entre el país balcánico y México. El Yu-Mex es el resultado de la influencia de las películas mexicanas en la Yugoslavia de Tito (no quería importar películas imperialistas, ni soviéticas ni estadounidenses, era un país no alineado). Por tanto el mandatario hizo importar películas mexicanas en las que se escuchaban rancheras y se desató la fiebre por los sombreros mexicanos entre los eslavos del sur.
Croatia Records publicó en 2011 un recopilatorio de 4 CDs titulado “101 Meksikanska” con temas como esta balada mariachi de los Vokalni Trio Jovanović.
Croatia Records es la antigua Jugoton, el conglomerado estatal yugoslavo (sello, tienda, planta de prensado) con base en Zagreb que cambió de nombre cuando Croacia se independizó del resto de Yugoslavia en el 91.
También tienes esta grabación en directo de un programa de televisión con una banda de mariachis formada por eslovenos y macedonios (según he entendido de la traducción en Google del serbio al español). El grupo se llama Manjifiko, supongo que significa Magnífico.
La mar de influencias
He apuntado algunos datos que desconocía (o no había prestado atención) de todo lo que nos comenta el reportero (“a medida que me voy alejando de Italia tengo la necesidad de pasar de turista a periodista”).
Por ejemplo, la particular situación geográfica de Trieste. La provincia más pequeña de Italia, rodeada de eslavos, donde aún se palpa la tensión étnica entre eslovenos e italianos, frontera con la Yugoslavia comunista, motivo de que la ocupación aliada al acabar la Segunda Guerra Mundial no se retirara hasta bien entrados los años 50.
Trieste simboliza como ninguna parada del camino ese cruce de disputas imperialistas del Adriático: “marca la frontera entre el mundo latino y el eslavo, pero también entre el mundo latino y el germánico (los Habsburgo austríacos la gobernaron entre 1392 y 1918)”.
“Trieste señala la presencia de una falla casi geológica. Es una ciudad que ha albergado a romanos de Occidente, bizantinos de Oriente, godos, venecianos, el imperio de Napoleón, el extenso y multiétnico Imperio Habsburgo, Italia, la Alemania nazi, Yugoslavia y de nuevo Italia desde 1954. Este último traspaso supuso años de disputas diplomáticas como si se quisiese confirmar que la localización de Trieste -en una lengua de territorio que podría emplazarse tanto en Italia como en Yugoslavia- constituye una prueba de su posición inestable en el mapa”.
Estamos hablando, por tanto, de una extensión geográfica que se mueve entre la dualidad de oriente y occidente.
Y de la ambigüedad de todas esas relaciones sociales y económicas entre zonas que en pocos años formaron parte de imperios y países distintos.
Dubrovnik, por ejemplo, la conocida anteriormente como Ragusa, era “un Estado cristiano enclavado en los confines del territorio otomano, prácticamente autónomo, pero considerado por el sultán como parte de su imperio, del que dependía para que llegaran alimentos por estar virtualmente rodeado de territorio otomano”.
La ciudad meridional más importante de Croacia superó un asedio de ocho meses por parte de las fuerzas yugoslavas en la guerra de los Balcanes y se convirtió en uno de los enclaves simbólicos de la fuerza croata. El resultado de esa guerra con los serbios de hace 30 años dejó a Croacia a la sombra de un nacionalismo inquietantemente… ambiguo.
“A nivel local, «el problema es que Croacia es el único país de la antigua Federación Yugoslava que fue tanto víctima como vencedor en la guerra de los 90s -me explica Dejan Jović de la Universidad de Zagreb-. (…) Aquí en Croacia, por otro lado, tuvimos muchas bajas y mucha destrucción, pero al final también ganamos. De modo que, si crees que eres tanto víctima como vencedor, el resultado es que acabas volviéndote engreído, desagradable. Se supone que el mundo debe sentir lástima por ti y al mismo tiempo te sientes poderoso»”.
Al llegar a Rijeka, el autor nos introduce el término “fronteras fantasmas”. Un concepto que gana peso en esta localidad que hoy pertenece a Croacia pero hace justo cien años, al finalizar la primera guerra mundial, dejó de ser el “puerto internacional” del imperio austrohúngaro para formar parte de Italia como Fiume: “Por mucho que Yugoslavia esté muerta, la población habla de ella como si siguiera existiendo y como si Rijeka aún formara parte de ella”.
Unos momentos musicales para informaros que el productor italiano Donato Scaramuzzi, más conocido como Donato Dozzy, ha presentado estos días su nuevo álbum, “Magda”, que según la nota de prensa es un homenaje al Adriático. No sé si alguien en la sala de dónde es originario el respetado productor transalpino.
Albania, qué hermosa eres
Después toca el turno de la zona más escarpada de la costa Adriática, Montenegro y Albania, los dos países más atrasados económica y socialmente de todos los Balcanes. Dos estados que estuvieron bajo el manto otomano.
A partir de la llegada de los turcos en 1417, Albania vivió encerrada en los confines de Oriente próximo hasta 1989, año en el que empezó a ver la luz desde los confines del comunismo de cariz estalinista de Enver Hoxha.
“En términos de mentalidad y funcionamiento interno de la psique, han cambiado muy pocas cosas desde tiempos de Hoxha. (…) En la sociedad albanesa solo existe la lealtad a la familia, al clan, al pueblo. En la política albanesa, si no juras lealtad ciega, te expulsan del partido. El estalinismo y el comunismo han muerto. Pero los metáforas de comportamiento del comunismo siguen vivas”.
De Albania hablamos hace sólo unos días.
Por lo que respecta al camino de Kaplan, éste acaba en Corfú, a muy pocos quilómetros de la costa albanesa.
Otra cosa en la que nos hace caer en la cuenta el propio Kaplan es que Grecia, al caer del lado del imperio bizantino, nunca tuvo Edad Media, tal y como la entendemos en Occidente, por lo tanto tampoco tuvo Renacimiento, ni Ilustración: “Esa elevación de la razón por encima del resto de la vida no ha tenido lugar. Grecia no ha pasado por ese desenfreno del que es producto el mundo occidental moderno y la subsiguiente parálisis de la vida emocional del hombre”.
A Corfú se desplazó el Parlamento serbio en la Primera Guerra Mundial, y en Corfú fue donde se decidió que los eslavos del sur tendrían un reino que se llamaría Yugoslavia.
Lo que no nos explica Kaplan es el papel de los EE.UU. en el conflicto que degeneró en la desintegración de Yugoslavia.
Pero bueno, lo que queda claro es que es difícil encontrar en el mundo una complejidad geopolítica tal en una zona tan reducida de terreno.
El verano ya está a la vuelta de la esquina como quien dice.
Igual un buen destino sería el Adriático.
Yo os voy dando ideas.
“La falla entre Oriente y Occidente por la que he viajado durante todo este periplo es, de hecho, un atajo hacia una categoría de distinciones que cada vez es más complicado definir. Porque Europa comprende un misterio de creación nacido a partir de innumerables y complejas interacciones políticas, culturales y económicas entre cristianos, judíos y musulmanes”.