Morir antes de morir en la costa del Japón
Xpb1 nos explica cómo es lo de publicar por primera vez a los 40
“Por cierto, otra cosa que ando escuchando ahora es el álbum “Golden” de este chaval Malakai Bayoh. Es música religiosa y lo descubrí por un video de youtube de Britain's Got Talent o algo así. El caso es que el chaval canta llegando a la frecuencia 963hz, dicen que es la frecuencia de Dios. Ni que decir tiene que le voy a samplear entero en cuanto pueda. Es escucharlo y me entran ganas de llorar, pero será esta época del año y la falta de luz. Hoy nieva en París”.
El otro día me entero que me amigo Xpb1 ha publicado un doce pulgadas. A Xavi lo conozco de hace muchos años, coincidimos hace más de 20 años en los inicios de www.clubbingspain.com.
Tengo muy buenos recuerdos de él. Me abrió las puertas de su casa en 2011 cuando fuí a Madrid a trabajar en la Red Bull Music Academy.
Lo último de relumbrón que cubrí en términos periodísticos. Fue como vivir unas colonias de no tan joven.
No querría continuar sin recomendaros antes este texto en el que se da en el clavo sobre la disolución del rol del periodista y crítico en la industria musical. De lo mejor que he leído sobre el tema, que tampoco es mucho porque si leyera mucho al respecto no haría cosas como esta newsletter que, de momento, me llena bastante.
Nuestro protagonista de la semana estuvo detrás del sello Titan’s Halo que me gustaba mucho y me invitó a estrenar la serie de mixes del sello. Me dijo que lo puso de hilo musical para hacer el amor y obviamente es lo más bonito que me han dicho en esas lides (a los diez años de vida editorial del titánico sello me volvió a pedir otro y esta vez lo grabé con Enrique Doza).
Después recuerdo que lanzó Hooded Records fue algo más efímero. Por entonces, se convirtió en uno de los “armadillos” en cabina de aquellas fiestas Post Club que abrieron la puerta a sonidos kamikaze en Madrid.
Quedamos en que nos vemos poco, pero Xavi siempre ha estado en los momentos más importantes de mi vida.
Xpb1 fue uno de los primeros en recomendarme la serie Breaking Bad, “una historia con miserias de drogas”, recuerdo que me dijo en mi casa de por entonces en el Carmel.
Y Xpb1 fue también el que me anunció hace unos días que Silent Servant había muerto por un miserable tema de drogas.
Ahora ha llegado a los 40, edad que yo rozaba cuando me fuí a vivir con él en esas colonias de cerca del Manzanares.
Ahora vive en Japón con su mujer.
Aunque en el momento de escribir estas líneas ya está en París preparado para empezar a trabajar en los JJOO.
Me ha enviado unas respuestas que me han dejado en shock. Me han emocionado y me han dejado mal cuerpo a la vez.
Y esa combinación de sentimientos no es tan fácil de conseguir.
Parece que nieva en París.
“Ahora mismo acabo de llegar a París desde Hamamatsu, que es una ciudad costera muy tranquila de Japón, en la que voy a todas partes en bici, y el cambio ha sido poco menos que brutal. No sé si es la ciudad, o mi momento vital, pero estoy con una ansiedad increíble. Es probable que mi mujer esté embarazada aunque aún no lo sabremos oficialmente, pero es que hemos hecho in vitro a principios de año y parece que todo va bien por ahora (toco madera). Mi trabajo es seguro pero me aburre, llevo 13 años y ha llegado un momento en el que hay pocas novedades, y la mayoría recurre al quejío diario como vía de escape. En París en esta época del año no hace sol. Es como el día de la marmota, atrapados en un gulag administrativo, en un laberinto de oro, quizás como el del sello que adorna la portada del disco”.
Si te digo París 2024, ¿qué es lo que te viene a la cabeza?
Por distintos motivos, quizás mi mente no esté muy enfocada ahora mismo en las Olimpiadas y si en el momento presente. No solamente hoy ha sido blue monday (el pasado lunes 15 de enero para el lector), quizás por eso este texto me está saliendo algo pesimista, si no que para mí está siendo todo azul desde que llegué la semana pasada.
Quizás por estar lejos de mi mujer, quizás por miedo al inminente cambio de vida que se me viene encima, y seguro también por el frío gélido, las pocas horas de luz, y el ambiente inhóspito que se respira ahora en París.
También he visto bastante rojo y solo llevo una semana. La primera vez, unos enfermeros intentaban reanimar a uno en el RER que ya tenía una manta térmica puesta y todo. Por los palazos que le metían en el pecho y sus caras, no parecía que dieran un duro por él. La segunda vez fue porque había un tipo derrumbado inconsciente en un vagón de metro mientras seis agentes le daban toques para ver si estaba vivo.
En general, aquí la gente va rápido a todos lados, aislada con sus airpods y la cabeza gacha, prácticamente pisando a los mendigos, aunque evitándolo, pero no sé si más por miedo… o por asco. No sé si es por el blue monday, la época del año o lo que sea, pero se ve a la gente muy quemada. La ciudad está llena de gente hablando sola, hay mierda de perro en todos lados, muchos sin techo, y muchos yonkis. Los precios de todo son abusivos, y en mitad de todo este ambiente brutal, parece recochineo, ves Mercedes negros, hoteles con botones, y pastelerías caras. También me he encontrado con unos tíos que daban panfletos pro-reinstauración de la monarquía y una manifestación pro-Frexit.
El otro día mi conductor de Uber resultó ser un escritor congoleño de Brazzaville que pudo recitarme la historia del colonialismo francés en África de memoria, manuscrito de su última novela en mano.
Se respira hartazgo aunque quizás siempre haya sido siempre una ciudad en eterna revolución, desde la toma de la Bastilla al 68, pasando por los quema coches o los gilets jaunes.
Mira que he venido veces, pero no recordaba un contraste tan bestia en mi vida. Dicen que incluso existe el síndrome de París que afecta sobre todo a los que vienen de países asiáticos. Igual me está pasando a mi (risas).
Ahora en serio, esta ciudad es dura y despiadada como pocas he visto, pero también tiene momentos de una luz cegadora, particularmente cuando la gente tiene un destello de amabilidad entre tanto clima hostil. Veremos cómo evoluciona todo, y cómo me adapto.
Hablemos de “Rampant”. ¿Cómo se han gestado los temas?
Pues por fortuna o por desgracia, salieron del tirón en una época muy turbulenta emocionalmente. Digamos que los vomité. Me cuesta muchísimo hacer algo que me guste del todo. De hecho, es casi imposible. Llevo haciendo música desde que tengo veinte años y esto es lo primero que publico.
Me encanta la melancolía como emoción. La luz envuelta en oscuridad o la oscuridad envuelta en luz. Como el efecto doppler en un tren cuando pasa por un túnel. Tiene que haber contraste, pero para que haya contraste, la emoción debe ser pura y honesta, y sale caprichosa cuando ella quiere. Por eso creo que es muy difícil que consiga hacer más música que me guste, y aún más que la llegue a publicar.
La música melancólica siempre ha sido mi objetivo, y mi primer interés, pero si no estoy en un estado en el que la música sale de lo más profundo de mi ser, seguro que no me gustará, al menos a la larga. Y es jodido porque a ese estado he llegado muy pocas veces, y siempre de forma turbulenta. Así que no sé si quiero que me salga más música (risas).
Entonces no crees que este doce pulgadas tenga continuidad. Teniendo en cuenta que has lanzado un sello nuevo, Asphalt, como plataforma de lanzamiento…
No sé si es casualidad, pero desde que he empezado a ir a mi psicóloga, que también coincidió con conocer a mi nueva pareja, y también con una época de búsqueda introspectiva y mejoría personal, pero también con cumplir una edad y empezar a tener otros intereses menos destructivos, mi creatividad se ha estancado. Últimamente casi nunca me apetece encender las máquinas. Quizás, nada de todo esto sea casual, y al fin y al cabo, que sea un auto-sabotaje musical, aunque una bendición a nivel personal.
Últimamente he hecho cosas que me gustan, pero son más calmadas, reposadas, como si fueran más zen. Respiran quietud. Me gustan sí, pero no las quiero publicar ya que no me apasionan, no me salen del alma, no me desgarran como si fueran el quejío de un cantaor flamenco. No creo que sea una cuestión de juventud sino de estados personales.
Y ahora que han salido a la calle, estás satisfecho teniendo en cuenta lo perfeccionista que eres. ¿Puedes mirar directamente a los ojos a tu propia creación?
Hay momentos en los que los temas me chirrían porque creo que la producción podría haberse mejorado. pero cuando volví a ellos años después, no pude tocarlos más porque ya no estaba en esa longitud de onda, era como retocar un recuerdo, un negativo. Pero al menos estos lograron salir, y yo los considero honestos y puros, en el estricto sentido en que me salieron del alma. Los escucho y aún se me meten bajo la piel, incluso después de tres o cuatro años.
Antes me preguntabas sobre qué música escucho, y la verdad es que ya casi no escucho música, sino entrevistas y podcasts hablados, especialmente “Hardcore History” de Dan Carlin, que me ha devuelto la pasión por la historia, uno de mis amores de juventud.
Ocasionalmente, me pongo música que saldrá en mi sello, o estos dos temas que he publicado ahora. Recurro a ellos constantemente para comprobar si me he equivocado, a ver si en la escucha número infinita por fin me suenan mal, y puedo echarme para atrás y no publicarlos. Este proceso es prácticamente masoquista, como intentando buscar mis errores. Después de escucharlos millones de veces sigo haciéndolo, es más fuerte que yo. Por supuesto que existen momentos en los que cuando los escucho me suenan mal. Quizás no los escuche en el lugar o en el soporte adecuado -tienen mucho grave-, o los pongo en un mal momento. Pero la mayoría de las veces pasan mi durísimo control interno de calidad, obsesivo, pesimista y autocrítico.
Pero también he vivido momentos mágicos con ellos. Por ejemplo cuando iba conduciendo en un bosque con niebla por Canadá (otras de mis filias son los bosques y la niebla), solo y feliz por haberme reencontrado con mi familia después de 12 años, o como cuando puse el test pressing en casa de Fabio, y sonó tan bien que incluso podía acariciar las colas de la reverb en el aire, sorprendido al oírlo en un buen sound system.
Cuando los pongo me sucede algo egoístamente inexplicable, y es sentir satisfacción y felicidad por haber creado algo que te dolió hacer. Soy muy sensible a todos los niveles, todo me afecta mucho, y el hecho de haber logrado por fin hacer que unos temas míos me emocionen es una sensación tan egoísta como placentera y extraña. Por eso he decidido que salgan, porque los he machacado, y pese a ello han aguantado el paso del tiempo y mi severo juicio. No quiero publicar cosas efímeras, o que al cabo de un tiempo, me cansen. Y digo bien "por mi", porque sé que es algo exclusivamente personal y propio.
Doloroso y felizmente propio.
En el texto promocional, inevitable en este tipo de lanzamientos, se habla de lo cinemático de tu música. No sé si es un tópico para salir del paso.
Son temas cinemáticos, porque los escucho así. Me llevan a lugares oscuros y místicos, con lamentos lejanos y fantasmagóricos, pero no en el sentido de película de terror y sabana con cadenas, sino a una cierta hipnagogia de algo que fue y ya no es, un lamento entre la naturaleza y una época pasada.
Como has podido comprobar en la playlist de más abajo, mis artistas favoritos, o al menos los que considero que han tenido una mayor influencia en la música que hago, son gente como Dead Can Dance, Forest Swords, The Haxan Cloak, Shackleton, Photek... Espectros de un pasado remoto, brumas, niebla, bosques, misterio.
Quizás sea por haber nacido en Canadá, y en mis primeros años de vida pasé largas temporadas en la casa que mi tío tiene en un bosque cercano a Montreal.
Son inspiraciones muy románticas en el sentido decimonónico de la palabra. La palabra romanticismo en sí viene del francés roman, que quiere decir novela... Bueno, pues mi novela es canadiense, y probablemente mi novela interna me lleva a perderme en bosques, pensar en civilizaciones lejanas, territorios donde antes estuvieron iroqueses, hurones y mohawks, o celtas, romanos, árabes y cartagineses...
Este verano me enteré que mis ancestros de parte materna fueron de los primeros soldados franceses llegados al primer fuerte fundado en Quebec, y que luego daría paso a la ciudad. Normal que la película “The Revenant” me toque tanto la fibra, y que su banda sonora me parezca lo más bonito y desgarrador que se ha hecho en décadas.
Priorizo sin duda las emociones en la música, y lo que hizo Sakamoto -en paz descanse- con las cuerdas en esa BSO, no tiene nombre. Es la decadencia de un mundo que se derrumba para dejar paso a otro que nace, más cruel, más tecnológico y más duro. Curiosamente en una época así nació el romanticismo ya que surgió al principio de la revolución industrial.
Para cuadrar la pregunta del cine y enlazando con Sakamoto, me he mudado a Japón como residencia permanente, otro país místico y con mucha naturaleza y leyendas, con lo que no creo que sea casualidad que haya acabado ahí.
No sé si preguntarte entonces si has pensado en un directo para acabar de reproducir este sonido…
En Hamamatsu donde vivo hay poca gente que hable inglés o español, y no tengo aún amigos ni vida social, pero sí un estudio. Mi sueño es vencer mi dificultad para sentarme y trabajar en mi música. Convertirme en un monje asceta dedicado a componer y a escribir, otra de mis pasiones, a tirar fotos, o a pintar, que no es mi pasión porque nunca lo he hecho, pero que me atrae enormemente.
Me encantaría hacer un directo, la verdad. Por ahora mi manera de hacer música es tan esporádica como terapéutica, o al menos, de eso me estoy dando cuenta en esta entrevista. Parece que tiene que ser el momento para que lo sea. Por como he sido construido, no se me da bien repetir procesos creativos de una manera funcional, estoy siempre muy condicionado a mi entorno y a mis emociones. Me cuesta muchísimo sentarme a hacer música y prácticamente he dejado de pinchar. Como vuelvo a ello, y lo dejo siempre de sopetón, no tengo ninguna constancia, y eso me impone unas limitaciones técnicas.
Para mí, hacer música es todo salvo aprender un manual o investigar una máquina compleja. He descubierto con los años, que si un aparato no es intuitivo, y fácil de usar, pierdo inmediatamente el interés. Siempre me ha sido difícil estudiar. He comprado muchos sintes complejos, y al final los he vendido porque no me ha dado la gana aprender cómo funcionan. Lo llamarán vagancia, pero no lo es.
Cuando algo no me gusta, ya puedo forzarme que no hay manera de sentarme y hacerlo. Me veo más pinchando los temas en una sesión de las que ya no hago, o quizás jugando con los loops de las pistas o de algunas partes, en lo que sería otro tipo de directo. Aunque eso mejor cuando tenga una mayor producción, ya que hacer un directo de tres temas que me gustan, pues como que no lo veo (risas).
Y esas voces de dónde las has sacado…
Las de “Rampant” no recuerdo de donde las he sacado, creo que igual son de Frank Ocean o algún artista así, pero difuminadas con reverb hasta parecer las de un ser lejano y remoto. Por otro lado, las de “SubRoyal” son de Lisa Gerrard, que siempre me ha parecido que describe a la perfección ese misticismo, como de una realeza ya extinta, un fantasma del pasado idealizado entre brumas. Ella es la reina de todas las sensaciones musicales que cabalgan entre historia, muerte e idealización romántica. Ahora pensándolo, creo que el título “SubRoyal” encaja como un guante a lo que evoca su voz, pese a que me saliera sin pensarlo.
Hago las cosas por sensaciones o por impulsos, no pienso demasiado las cosas, y exponer mi pensamiento en esta entrevista me está ayudando a entenderme (risas).
El sello entonces opera muy low profile. Yo al menos no me había enterado que tenías sello nuevo.
Odio la promoción, las redes sociales, y todo lo que es monetizar o vender, y lo odio desde lo más profundo de mi ser. Y claro, así es difícil llevar un sello.
Este es el tercero en mi vida y espero que sea la vencida. Eso sí, pretendo hacerlo a mi manera: con poca promoción, e intentando que salga adelante simplemente sacando discos, esperando a que alguien milagrosamente se de cuenta de que hay calidad en el proyecto, y sobre todo, publicando a artistas cercanos y afines, que entiendan mi visión, tengan paciencia, y en los que crea y confíe en su música ciegamente.
Con este disco, ya voy por la tercera referencia de Asphalt, y poco a poco nos van haciendo más y más caso, y sin hacer prácticamente promoción. Lo que más me alegra de todo esto, es que, inesperadamente, a mis padres les ha encantado mi música y la del sello, y además me animan, participan y se nota que creen en ello. Aunque solo sea por amor de padres parece genuino. Les encanta y están orgullosos, y eso me hace inmensamente feliz.
Influencias
A Xpb1 le pedí también una lista con temas que le han influenciado en este su debut:
Forest Swords - Thor's Stone (Tri-Angle): No sé qué tipo de música es, y por eso me encanta. Atemporal, personal y único. Voces mágicas y místicas. Me remite a una época pasada. Forest Swords es desde hace años la BSO de mi vida.
Regis - Blinding Horses (Blackest Ever Black): Son caballos al galope, un ritmo hipnótico, cíclico, drones acerados y cortantes, pads tensos que evolucionan sutilmente hasta anudarse a tu garganta junto a voces de ultratumba. Hechuras industriales y visión túnel para una perfección techno, que no es techno.
Ryuchi Sakamoto - The Revenant (Main Theme): Esas cuerdas resumen perfectamente el desgarro de un mundo que muere para dejar paso a otro distinto. Una pena que el progreso sea identificado con mejoría. El progreso es hacia adelante, pero el adelante se acabará en algún momento. Este tema es el ocaso, el lamento del ser humano.
Burial & Flying Lotus - Buried Mix 2 (unreleased): Nos dijeron que era un remix de Fly Lo de un tema de Burial, que iba a salir en un supuesto Dj Kicks de Burial, lo cual ahora suena bastante a troleada. El caso es que no lo sé, ni me importa, pero es el beat más intricado que conozco, y desprende la paz y tranquilidad de un bonsai de pino japonés en un jardín zen. Recomiendo buscar el vídeo que ha publicado un tal Ganshat con imágenes de la película de “Swords Of Doom”. El resultado es poco menos que épico.
Shackleton - Death Is Not Final (Skull Disko): La muerte no es el final. Es solo un malentendido del tiempo. El escatón siempre ha sido inminente, y siempre está ocurriendo. Está ocurriendo ahora mismo. Muere antes de morir. Muere antes de morir. No sé si habla de la inmortalidad, de la reencarnación, de filosofía escatológica, de arte, o de hedonismo desenfrenado, pero siempre me han marcado estas palabras tan profundas sobre esas percusiones tan complejas. Y el remix de T++ en la B es igual de enorme. Trascendental es poco.