“Provengo de una familia a la que mi profesora Nora llamaba «de intelectuales». «Hay demasiados hijos de intelectuales en esta clase», decía en el colegio, con un leve gesto de desaprobación en el rostro. «Un intelectual», me tranquilizó mi padre, «es simplemente alguien que tiene una educación universitaria. Pero no te preocupes. Al fin y al cabo, todos somos trabajadores. Todos vivimos en un Estado obrero.». “Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia” de LEA Ypi.
El otro día un amigo me dijo que se iba a Tirana a cambiarse la boca.
Así, literal.
“Voy a Tirana a cambiarme la boca”.
Yo no lo sabía, no debo estar suscrito a la newsletter que recibís todos (esta es una idea muy potente que le he fusilado a Carlo Padial), pero parece que Albania ya no es sólo el destino predilecto de los que buscan lugares exóticos (en los que, a poder ser, no haya estado tu cuñado, el que dice “zurdo” cuando se refiere a alguien de izquierdas).
Resulta que desde hace un tiempo también es el principal atractivo para los que tienen que “hacerse una boca nueva”.
El otro día atendí a una chica albanesa en la biblioteca. Y para evitar ese silencio incómodo, ese que surge mientras apuntas datos personales para hacer un carnet, le comenté en plan “funcionario” molón que tenía un amigo que se estaba “haciendo la boca en Tirana”.
Me miró con cara de circunstancias y me dijo, “si, es típico”. Y a partir de ahí se interpuso un telón de acero entre los dos hasta el final de la gestión.
Moraleja: no vayas de “funcionario” molón con alguien venido del este.
Pero volviendo al tema que nos ocupa. Es curioso que la gente vaya a hacerse la boca a un país donde durante muchos años se tuvo que callar o cómo mínimo hablar muy bajito.
Esto me lo dicen hace unos años y hubiera flipado.
Pero hemos llegado un punto en el que me cuesta flipar con las cosas.
“Ponerse pelo” en Estambul y “hacerse la boca” en Tirana: al imperio otomano le gusta esto.
Ahora ya no, porque se ha puesto muy de moda, pero durante toda mi vida fantasee con visitar Albania algún día. Un amigo que entró por carretera desde Kosovo me comentó que lo primero que vio en el país del águila bicéfala fue a un abuelo reptando por una mediana de la autopista.
Estos comentarios le vuelan a uno la cabeza.
¿Cuál será el país al que ir cuando tienes que hacerte una cabeza nueva?
La mejor campaña promocional de turismo en Albania fue esta noticia de en la que una pareja de turistas españoles tuvieron que desenganchar del parabrisas al dueño de un restaurante muy cabreado.
Unos minutos musicales
Mientras intento juntar estas letras estoy escuchando esta sesión de tres horas grabada en el Silverlake Lounge de Los Angeles, que es justo lo que necesitaba para ponerme a escribir (suena Trainspotting de Primal Scream, ages que no la escuchaba).
La aleatoriedad de mi Soundcloud me sigue dando muy buenos momentos.
Pero es que mientras corrijo esta misma newsletter me encuentro con este auténtico titán de las mezclas. Celestino (aka SXDNS Soundsystem) cada tres o cuatro años se casca una sesión de ocho horas en el que no mete ni un tema malo.
Albania, qué hermosa eres
“Nosotros nos manteníamos firmes. Seguiríamos dando el ejemplo. No teníamos ni dinero ni armas, pero seguiríamos resistiendo a los cantos de sirena del Este revisionista y del Occidente imperialista, y así nuestra existencia daba esperanza a todas las demás naciones pequeñas cuya dignidad continuaba siendo pisoteada. El honor de pertenecer a una sociedad justo solo podía equipararse a la gratitud que se sentía por estar a resguardo de los horrores que asolaban a otras partes del mundo, donde los niños se morían de hambre, se congelaban de frío o eran forzados a trabajar”.
El trámite bucal mantendrá a mi amigo sólo dos días en la capital, con lo que se perderá los fastos por los 40 años de la muerte de Enver Hoxha que se cumplen este jueves. “El último estalinista ortodoxo”. Albania sin él se quedó colgando en el filo de la historia.
Aunque ahora que llevan unos años probando las mieles del capitalismo, no sé si quedará algún nostálgico del tirano.
En realidad, Albania ya era un país “colgado” con el tirano en vida.
Rompió relaciones con los “revisionistas” soviéticos, con los chinos… Albania vivía en el lado correcto de la historia, pero eso implica vivir sólo el resto de tu vida. Como me pasa a mí. Y no sé si compensa, la verdad.
Leo en La Vanguardia del día después de la muerte del tirano de hierro (12 de abril de 1985): “Para los militares de la OTAN, Albania era hasta ahora lo que en el argot de Estado Mayor se llama “negative real state”, es decir, un territorio que no siendo amigo está vedado al adversario”.
Lo que quiere decir que Albania fue un país invisible durante demasiado tiempo.
Estos días he seleccionado de la pila de libros que me regalaron para mi cumpleaños este Libre: El desafío de crecer en el fin de la historia, en el que la autora, LEA Ypi, describe, a través de su yo niña, el tortuoso tránsito de Albania hacia una democracia tan trémula como un flan liberal.
“También decía que mi padre debía agradecer todos los días que tuviéramos un gobierno socialista. Que, si viviéramos en Occidente, mi padre habría acabado siendo un vagabundo y cantando canciones de bobdylan debajo de un puente para sacarse algún dinero. Esa parte también me resultaba un poco misteriosa, no solo porque nadie me explicó jamás qué era eso de bobdylan, sino además porque mi padre no tenía ningún oído para la música”.
Que Albania es un país especial lo compruebo cada vez que me pongo mi chaqueta de Albania. Una que compré en el aeropuerto de Pristina. Yo me interesé por la chaqueta de Kosovo, pero no tenían y me llevé la de Albania.
Y tiene poderes mágicos.
Un día que iba a ver a mi madre se paró justo a mi lado un coche con las ventanas tintadas en la salida de la autopista Badalona Centre. La mujer que lo conducía, recuerdo portaba gafas oscuras, bajo la ventanilla como si estuviéramos en una anuncio de perfumes y me preguntó de dónde había sacado mi reluciente chaqueta de color rojo Albania. Había dado la vuelta en cuanto pudo para poder ponerse a mi altura. Me comentó que los albaneses cuando se reconocen por el mundo se saludan con efusividad. Yo no pude verle los ojos, con lo que no sé si eso es cierto.
Mi chaqueta de Albania es mi chaqueta de la suerte porque atrae nuevos amigos.
Una mañana bajaba por la Rambla del Raval a esa hora en la que hay gente que no se ha acostado y un tipo que estaba en una esquina me hizo el gesto del águila bicéfala y yo no pude más que sonreírle (un aspaviento del que se discutió largo y tendido durante el Mundial 2018).
Pero volviendo al libro que nos ocupa. LEA Ypi nos explica, con los ojos de su yo pre adolescente, como Albania tuvo que tragar con sus traumas en soledad, -insisto, un país que nunca interesó a nadie-, en una “modélica transición” que moldeó los años venideros hasta el boom del turismo y de las bocas nuevas que dio paso a un marco-socioeconómico bastante descompensado. Imaginaos lo que tuvo que ser pasar de la noche a la mañana de un modelo comunista estricto a un liberalismo sin precedentes en el país. A los doce años de morir el viejo explotó una guerra civil en la que no se sabe muy bien quién luchaba contra quién.
“Lo que empezó como una serie de reformas acabó siendo etiquetado como una revolución. En cualquier otra revolución habría habido oprimidos y opresores, vencedores y vencidos, victimas y victimarios. Aquí, la escala jerárquica era tan intrincada que solo podía haber un bando”.
Tragar barro
Hace un tiempo os hablé del terrible reportaje de la polaca Margo Rejme, Barro más dulce que la miel. Un testimonio de lo ocurrido en el país durante la dictadura comunista, bastante más duro que el de la mirada de la niña que nos propone LEA Ypi.
También se hace hincapié en lo espeluznante de la relación entre profesores y alumnos:
“-Atentos. -exclama la maestra-. Ahora os haré una pregunta difícil. Tendrá premio quien sepa contestarla. ¿Qué es esto?.
Y dibuja en la pizarra dos líneas cruzándose. Los niños están asustados, nadie sabe lo que ha dibujado. Finalmente uno de los pequeñajos no aguanta la tensión exclama triunfante:
-¡Una cruz!
La maestra asiente con la cabeza.
-Muy bien -felicita-. Dile a mamá y a papá que vengan mañana a la escuela. Me gustaría hablar con ellos”.
Por cierto, alcancé uno de mis peaks como locutor en dublab.es cuando llevé hasta los estudios de la emisora digital en Gràcia a Bashkim Shehu, hijo del ministro del interior del gobierno de Hoxha (vio venir la purga y se pegó un tiro en 1981).
Puedes recuperar el programa, en el que el escritor residente en Barcelona, desde hace más de dos décadas, nos selecciona música tradicional albanesa, desde aquí.
Bon dia des del Raval nord David!!
MUY BUENOS DÏAS, DAVID!! Te lo digo gritando porque acabo de tomarme un café con leche a todas luces insuficiente para poner en marcha alguna neurona suelta para afrontar este Lunes...ni peor, ni mejor...diferente.
Me has alegrado el día con tu forma tan intelectual de hablar de cosas. POR FAVOR. SACA YA EL LIBRO!!
De tu amigo que te aprecia...ABRAZOS EXtelectuales!!
(ya te llamo un dia y hablamos porque estoy acabando un encargo a modo de Bandes Sonores Transversales para una fiesta de argentinos y tal vez te pase el resultado de 2 horas y media en WAV...Si te apetece escuchar el experimento.)