Llevo todo 2025 metido en un podcast.
En el de Carlo Padial concretamente.
Ni Go Ibiza Go, ni sus películas, ni sus series, ni sus libros, ni mucho menos lo que pudiera hacer o dejar de hacer en Playground... Nada. No había chupado nada que hubiera salido del cerebro de Carlo Padial.
Y en lo que llevamos de año no paro de escuchar su Media Offline. Me animé por Pere con el que, ahora que pienso, no tengo manera de conectar porque me peté el Twitter (…sense pensar en danys col·laterals com que he perdut el contacte amb gent amb la que només em comunicava pels missatges del Twitter. Així que Pere si està llegint això envia'm una senyal).
Doy rienda suelta a mi nueva obsesión muy temprano, como a las siete y cuarto de la mañana, de camino a un entorno tan poco Carlo Padial como es el gimnasio. Me río todo el rato y la gente ya me empieza a mirar raro. La chica que te esquiva sin mirarte para ponerse a hablar de pollo hervido y arroz con los más cachas en sala... ¿Sabes cual digo, no? Pues esa chica ahora me mira pero mal.
Por lo menos no tengo por qué escuchar lo que se dicen entre ellos porque ahora estoy más por la neurosis de Carlo Padial.
Estamos hablando de un tipo que ni siquiera estoy seguro de que me caiga bien. Él mismo da muestras de ser insoportable. Pero hago el esfuerzo de escuchar a la gente que no soporto pero tiene talento.
Sólo con que limara un 10 por ciento de costra ególatra y caería rendido a él. Esa proyección victimista para con la el mercado español es un poco asín teniendo en cuenta que es un tipo que disfruta poniéndoselo difícil al público. Conozco a muchos de esos del underground que, por un lado pretenden ser esquivos todo el rato, pero, por otro lado, se quejan constantemente de que nadie les quiere.
Como tampoco me caen del todo bien los de La Sotana, supongo porque son guapos y tienen éxito, o porque cada vez me cae peor todo el mundo, pero me gusta lo que hacen y, sobre todo, como lo hacen. Justo con uno de sus integrantes, con Joel Díaz, Carlo firma una de sus mejores entrevistas que he escuchado en mucho tiempo. La he escuchado dos veces y no descarto una tercera. La química entre dos personas inteligentes (supongo) haciendo algo que deberían hacer muchos periodistas de este país, pero por lo que sea no hacen: destripar desde dentro asuntos importantes como el déficit de atención aka TDA.
Yo ese trastorno lo voy superando desde que, como decía antes, me cargué Twitter el pasado 21 de enero. No fue nada planeado. Me apetecía cargarme de un plumazo 17 o 18 años de mi vida. Ya no sé cuantos fueron. Es como un truco de psicomagia de Jodorowsky. Probadlo. Diría que por un momento sentí como paz. Tanto rollo con esto de si irse o no irse y al final no fue para tanto. Como un trémulo alivio. Nada, fue un momento. Tampoco tiene tanto mérito porque ya estaba agarrado a otra liana. A finales de año ya había empezado una nueva vida en bluesky, que es como la metadona, pero está bien.
En alguno de sus programas el neurótico comunicador describe esa sensación que tiene con el otro. Bueno, todo el rato está explicando su relación con el otro. Pero en este caso con el otro es su público. Es cierta esta sensación de que cuando escribes para un público, el que sea, el público acaba sabiendo muchas cosas de ti y te confunde con tus contenidos. La gente te conoce a ti pero tu a ellos no. Y se te acerca con ciertas expectativas. A mí no me pasa a menudo. Bueno, alguna cosa parecida me ocurría cuando escribía para clubbingspain. La gente que me ponía cara después de muchos años de leerme, me decía que, hasta ese momento, había sido “un ente” para ellos. Y después me arrinconaban en una pared para explicarme sus derias musicales. La mayor parte de las veces iban drogados porque me los encontraba en clubs y de noche.
No hace tanto me tuve que ir del Freedonia porque coincidí con dos personas que esa noche habían decidido salir de caza. Su estrategia es siempre la misma, primero te engatusan con un halago, tu agachas la cabeza como avergonzado, error, porque cuando estás desarmado va y te estampan su neura. Fue poco después de la pandemia, cuando la gente salía a ver a quien pillaba desprevenido para comerle la olla con sus ollas. Ese momento justo cuando nos dejan salir y a todo el mundo se le desató la lengua. A mí es que me ha pasado justo al revés: desde la pandemia hablo mucho menos.
“La psicología se trata como algo individual cuando debería trabajarse como una cuestión que empieza en lo grupal”, comenta Javier Giner autor del libro y director de la consiguiente serie, Yo, adicto. “La vida trata de poder reconstruirnos desde lo genuino. Yo en ese camino me perdí”, añade en una entrevista a pecho, cara y adicción descubierta.
Lo que os puedo decir de primera mano es que te quedas “loco en el coco” después de una semana seguida escuchando al Padial. Porque en realidad lo que está haciendo es regurgitar toda su neurosis. Es un tío que te está vomitando continuamente a sus padres.
También es sofocante porque todo el rato surgen ideas “muy potentes”.
Una de las habilidades de Padial es poner en palabras hechos que yo no soy capaz de conceptualizar. Como cuando explica que es capaz de reconocer gestos que conectan con nuestros antepasados. Muchos son tics que cuelgan de nuestro árbol genealógico. Si vives mucho tiempo con una persona los acabas reconociendo. Hay algo del bisabuelo Pepet en ese arrugar las cejas tan característico de tu novia, “de la teva parella”.
Una cosa muy graciosa es que nos seguíamos en Twitter y ahora ya no, claro. Pero comprobé que está activo en Facebook y nos hemos hecho amigos. Me he hecho amigo de Carlo Padial en FB en 2025. O sea, una de las mentes más preclaras del audiovisual sigue posteando en FB. De estos detalles que la vida te va poniendo delante con “mucha guasa”. Es verdad que hay que tener sensibilidad suficiente para saberlos valorar. No todo el mundo es capaz.
Otra idea muy potente a desarrollar, por ejemplo, qué ocurre en ese periodo de tiempo en el que la persona que se ha injertado pelo en Turquía tiene que estar en barbecho. O sea, no puede ver a gente hasta que aquello fructifique. Supongo, uno hasta entonces tiene que esconderse del resto para que no se le noten los puntos. Pero vamos, que no sé, no sé cómo va esto... Podéis dejar vuestros comentarios más abajo.
Yo solo me pondría pelo por ver las caras de mi círculo más cercano. Esos primeros segundos de pasmo al descubrir mi flamante flequillo. Para los que no me conocéis yo me rapé en el 97. Con tan solo 24 años pensé en cortar la agonía capilar de raíz. Esa amputación me fortaleció el carácter. Hay un momento en la vida que tienes que amputarte algo. Y ahí retomo la idea de quitarte del Twitter o asumir que lo que escribes en internet se irá por el sumidero digital algún día. Todo eso me lo advirtió mi incipiente calvicie.
Para más historias de superación, suscríbete aquí abajo.
La cultura nos hará strong
La portada está extraída de aquí desde donde puedes bajarte un número de la revista.
“Recuerdo en mi casa publicaciones de Bruguera como Pulgarcito, Mortadelo, en menor medida el TBO, con dibujantes catalanes tenía el Cavall Fort. El Strong más en la tradición franco-belga infantil, que recuerdo tener en mis más cuando empezó en 1969 y me metió en todo esto cuando no sabía leer con cuatro años. En cuarto y quinto de EGB leía quintales métricos de tebeos”. Fernando Ramos.
En otro de los capítulos del podcast de mi amigo online y offline charla con el dibujante de cómics y músico Paco Alcázar del “final del underground” en la Barcelona de los 90. Como a la hora y poco de programa aparece la figura de Fernando Ramos como ejemplo de uno de los personajazos más “expansivos” de ese grupo de desarrapados que se reunían en torno a la tienda de cómics Newton, de al lado de la Escuela Massana. De cuando las rarezas culturales se compartían a viva voz antes de internet.
Yo a Fernando lo entrevisté en su casa en el 2017.
Saltaron todas las alarmas cuando me avisó de que no podía venir en directo al programa porque le había salido a última hora un trabajillo en el Salón del Cómic y tuve que ir a grabarle un día antes a su casa, muy cerca de la parada de metro de Mercat Nou (una estación muy rara porque está descapotada, es probable que no hayáis bajado nunca).
Me sacó unas olivas, unas pipas y unas patatas fritas.
Y a partir de ahí empieza una conversación entre taciturna y crepuscular.
“Hay una tienda que vende pinchos de fruta cubiertos de chocolate”, se extrañaba Fernando de lo que había visto en un salón del cómic que hacía cinco años había dejado de visitar. Se quejaba de que el stand de los fanzines estaba muy alejado de los puntos calientes de las instalaciones. “He visto mucha publicidad de cosas que tiene que ver tangencialmente con el cómic. Mucha publicidad de la película Ghost in the shell”.
El fin del underground, según el propio Padial, coincide con la agonía del fanzine old school, más en concreto, cuando pasa de distribuirse en fotocopias a editarse de manera más “profesional” en ciertas imprentas de la ciudad.
Pero no nos engañemos, yo a Fernando lo elijo como invitado para mi programa, en calidad de quiosquero. Ingrato trabajo que llevó adelante durante doce años, en el estanquillo que tenéis delante del Liceo. Y, ojo a esto… ¡en horario nocturno! Imaginad por un momento trabajar de noche en Las Ramblas. Son cosas que no me caben en la cabeza.
-“Te estoy explicando mi vida y no le interesa a nadie.
-Hombre, no, tu vida no es moco de pavo... ¿Qué has aprendido de la condición humana en todos estos años trabajando por la noche en Las Ramblas?
-No he aprendido nada. Sigo pensando lo mismo que antes. El mundo es raro. Una de las partes más graciosas es justamente como entré en ese quiosco”.
Y explica también la manera en la que entró a trabajar en el quiosco y que tiene que ver con un misterioso hombre que lo grababa todo en VHS y te lo suministraba después por encargo. “Había que entrar en su casa de perfil por las montañas de vídeos y libros que tenía en casa”.
Portada de El Valle de Gwangi, película favorita del hijo de Fernando, extraída de Wikipedia y que puedes ver aquí
La grabación de la entrevista también fue un poco crepuscular. Fernando se levanta a por cosas que me quiere enseñar, con lo que voy perdiendo su voz, no recuerdo muy bien por qué, pero apenas tenemos luz, se me oye masticar patatas, se cuela por debajo de nuestras voces lo que creo es la tele, con lo que al final sólo pude utilizar unos pocos clips para el programa que podéis recuperar desde aquí.
En realidad, lo que se escucha de fondo en el podcast son unos comerciales de películas estadounidenses de bajo presupuesto de los 50, que Fernando me pasó como regalo en un pendrive y estuve utilizando a lo largo de las cinco temporadas del programa en dublab.
Yo esa tarde de marzo de 2017, lo podía intuir, pero no tenía ni idea de su importancia en el underground barcelonés (aunque, insisto, su trabajo en Las Ramblas es lo más underground en lo que pueda pensar ahora mismo). Yo lo conocí por referencias de otro amigo y no tenía la información de la que dispongo después de escuchar el podcast de Padial.
Ahora lo hubiera entrevistado de otro modo.
Le pregunto si la cultura nos hace mejores y me responde que la pregunta no es esa, la cuestión sería: “¿tener curiosidad por la cultura es mejor que no tenerla?”.
“Yo es que era un friki de manual. Mi manera de relacionarme con la gente era intercambiando tebeos. Me enteraba de quién era el que leía en el colegio para venderle cómics de la época, con lo que siempre iba muy cargado al cole. Supongo de ahí viene los dolores de espalda de cuando te haces mayor”.
Unos se cargan la espalda cargando cómics y otros vinilos. La cultura pesa. Y te carga las espaldas.
No seáis friki. No carguéis con el peso de la cultura a vuestras espaldas.
“Ya no guardo vinilos. Por un lado es muy triste, pero por otro es un descanso. Los pocos vinilos que me quedaban me los vendí hace un mes y medio. Me quedaban unos sesenta o setenta que alguien me trajo de Finlandia, donde me los había dejado en un viaje. Mi madre vivía en Finlandia porque… bueno… Se habían quedado allí en un altillo y 20 años después aparecieron otra vez en Barcelona. Fue un salto en el tiempo”.
Los saltos en el tiempo.
Algún día hablaremos de eso.
Pero será otro día.
Venga.
Hasta la semana que viene.