Este grafiti lleva meses estampado en la calle Doctor Dou.
No sé cuántos.
Yo creo que desde antes del verano.
Como éste ha sido tan largo igual lo empecé a ver en primavera.
Siempre que paso delante me pregunto muchas cosas.
En lo gramatical destaca esa detallada especificación temporal “del día de hoy”.
Me pregunto por supuesto dónde es que habrá cenao.
Y ahora yo abajo os hablaré del restaurante donde mejor he cenao.
El Raval y su zona señorial
Doctor Dou es una de las calles señoriales de la zona norte del barrio del Raval (aunque bien pensado, dudo que haya algo señorial en la parte sur, de la que si os parece hablaremos otro día).
Hoy en día esta calle acoge a una gran cantidad de expats que se dejan ver por las inmediaciones. Los puedes ver, por ejemplo, comprando un par de aguacates en el Veritas de la misma calle.
Por lo general es el tipo expat que en realidad son tres, matrimonio joven con un hijo que transportan en cochecito. Los tres son bien parecidos y limpios. A veces vienen cuatro patas más, es decir, con un perro que dejará sus excrementos en uno de los campos de petanca de la plaza. A veces sus dueños recogen las cacas. Otras no.
Después viene mi vecino l’Antoniu que no vive en la plaza pero está en todo y se quejará porque les están dejando a los abuelos unas pistas de petanca que da pena verlas. Todos los martes y los jueves por la mañana se reúnen en apasionantes partidas. Empiezan después de recoger cacas y tapar los socavones que acogen esas cacas. Escucho a Antonio cagarse en algo desde mi comedor.
Tienes expats también en el “club de fumadores” de un poquito más arriba de la pintada que da título a esta newsletter. Los puedes ver estirados en los sofás con cara de satisfacción a cualquier hora del día. Con cara de vivir en Barcelona.
En este caso el expat es el del tipo “estoy en Barcelona pero podría estar ahora mismo viajando por cualquiera de esas islas de Tailandia que empiezan por Ko”.
También los veo esforzados en mi gimnasio, en Can Ricard, a las siete y media de la mañana. Cada vez hay más y cada vez cuesta más encontrar tu sitio en la sala de máquinas (en la de las mancuernas, no en la de las calderas).
Empezamos a estar tan estrechos que hace unas mañanas uno de estos expats me dio dos latigazos mientras saltaba a la comba.
Se giró con cara de pocos amigos (en Barcelona) porque le había jodido la serie de saltos, así que para evitar el oprobio, puse cara como de “ay, pues me ha gustado”.
El arquetipo en estas circunstancias es el de un joven con entrada comprada hace meses para el próximo festival Circuit a celebrar en agosto en Isla de la Fantasía.
A todos ellos los puedes ver haciendo el brunch en el Caravelle de Pintor Fortuny. Sigo sin entender su éxito. Bueno, por lo general, en Barcelona lo del éxito de un garito responde a algoritmos que se me escapan. Al mediodía hay unas colas importantes para entrar en un sitio donde compartes una mesa, muy posiblemente comprada en Ikea. He estado en paladares en Cuba más acogedores y sofisticados que este “cafè cosmopolita amb carta internacional”. Me gustaría conocer al responsable de posicionarlo en buscadores. Ojalá en mi equipo.
El otro día sufrí otra humillación peor de parte de unos expatriados argentinos que vinieron a hacer skate a la plaza donde vivo (a unos 100 metros de la citada Doctor Dou).
Bajé a llamarles la atención, con educación, porque uno de ellos se había subido, a una altura de unos dos metros y medio, al techo metálico abovedado de la salida de un parking (foto más arriba). Cada vez que intentaba hacer una pirueta en equilibrio sobre el techo curvado, las ruedas rebotaban en la plataforma y hacían un ruido enorme.
En un primer momento cesaron sus actividades acrobáticas. Pero en cuanto retomé mis quehaceres domésticos, esos pibes, no tan jóvenes, volvieron a subirse a otra de las salidas para seguir con sus intentos.
Yo cada vez veo por el barrio más skaters de 30 y largos y bastantes menos veinteañeros.
Y de nuevo ese estruendo como de tambor recibiéndote a las puertas del infierno.
Mi plaza tiene la resonancia de una pista de baloncesto griega.
Animado por la presencia de otro vecino, que les recriminaba la acción de impedir el paso de los más chiquitines, volví al lugar del crimen para increparles con peores modos, debo reconocer, que en la primera ocasión.
Y, claro, me dejaron por el vecino loco.
Así que ejercí como tal y llamé a la Guardia Urbana.
Menuda humillación es para un servidor tener que llamar a la Guardia Urbana. Yo diría que hasta ese día nunca había llamado a la policía.
Y la Guardia Urbana, así de primeras, como que no se presentó hasta que, por fin, pasadas un par de horas, alguien se encontró a una patrulla por la calle y les avisó del follón.
Justo cuando los dos agentes se acercaron a ver lo qué pasaba, el grupo de animados equilibristas explotó en aplausos porque uno de ellos había conseguido realizar el numerito que llevaban buscando toda la tarde.
Ya tienen su fantasía inmortalizada en vídeo.
Con suerte hasta les cae un sponsor.
Seguro ahora vendrán más a repetir la hazaña.
Así que cuando llegaron los dos urbanos ya estaba todo el pescado vendido y se fueron por donde vinieron tan tranquilos.
Uno de ellos me saludó desde abajo con la manita con una sonrisa.
Eché el visillo y me puse a llorar.
Ya soy el vecino loco.
Por lo general, los niños de mi parque son muy afortunados. Dos bandos de chavales son capaces de compartir a la vez, de manera deslavazada pero muy eficiente, sus dos deportes preferidos: el fútbol y el criquet. Una vez uno le dio a la bola tan fuerte con el bate, que superó el edificio que tenía enfrente de unos cuatro pisos para caer en la calle Peu de la Creu y perderse para siempre. A lo que no pude más que aplaudir. Gesto de admiración que me supuso una amonestación por parte de una de las vecinas de ese mismo bloque. “No les animes a que sigan dándole al batazo”, me espetó desde su ventana.
La barbacoa nipona
Uno de los restaurantes donde pudo cenar muy bien una noche, el autor o autora del grafiti que nos ocupa, pudiera ser el Carlota Akaneya.
En realidad, una barbacoa de tipo japonés para aquellos que quieren darse un homenaje a base de productos exclusivos llegados del imperio del sol naciente.
Os avanzo que muy sostenible no es.
Yo una vez entré en el Carlota Akaneya para mi cumpleaños de 2019, pero sólo gracias al regalo que me hizo Anna.
Así que yo también hice de expat a menos de cien metros de mi casa.
La globalización era esto.
Yo lo que tenía ganas es de entrar al restaurante para ver qué se cocía entre sus cuatro paredes. Bueno, en realidad, las mismas ganas que tengo siempre que paso por delante de todos esos restaurantes que desde fuera parecen un fumadero de opio. Soy de esos que prueba a estirar la cabeza para ver si se escapa algo desde la acera cada vez que alguien abre una puerta.
Pero se intuye todo oscuro.
Después resulta que lo que pasa es que es un local muy pequeño.
Sin ser un fumadero de nada no me defraudó.
Y eso que entonces no conocía headlines, como que estamos delante de uno de los únicos tres establecimientos que sirven “crown melon” en toda Europa. Un melón a 200 euros la pieza cultivado en Fukuroi, en la jurisdicción de Shizuoka, donde el monte Fuji. Ese melón debe ser como un ejecutivo de la SONY, recibe todo tipo de atenciones como masajes para un mejor rendimiento.
Me entero que este melón llegó por primera vez a Barcelona vía Carlota Akaneya el 5 de octubre de 2021 y La Vanguardia lo anunciaba como el “melón más mimado del mundo”:
Traspasar la puerta del restaurante japonés de Doctor Dou es como entrar en otra dimensión. En un mundo onírico de carnes que ni me imaginaba. El camarero antes de servir hace notar la trama, entre blanca y rosada, de un pedazo de ternera llegada esa mañana de Japón. Parecía cortada directamente del muslito de un serafín con rizos.
Como siempre que ocurre cuando no me encuentro del todo en mi ambiente, me animo a observar al resto de comensales y a imaginar su procedencia. Algunos parecen empresarios enriquecidos con el comercio de huevas de caviar del mar Caspio. En todo caso es gente que no ves por el Raval un lunes por la noche.
Y toda esta experiencia encapsulada a 100 metros de mi casa.
Eso sí, no volveré a entrar más, ni que me toquen unos millones*.
Quiero mantener el recuerdo intacto.
Esto también. Ya no me paro con curiosidad en la puerta.
[*Bueno, si me tocaran unos millones invitaría a Anna y a un montón de amigos para que se deleitaran con la trama de carne de querubín y yo estaría ahí para verles las caras].
Amor líquido
Al resto les invito a volver a encontrarnos el lunes de la semana que viene con una sesión de Actress para Mixmag en la que hace lo que le da la real gana (y empalma los temas también como le da la real gana que para eso es que te llamas Actress).
“This mix represents where I’m at musically right now. A mix which rubs early-to-mid-’90s German hard house and trance with Chicago jack the box acid zingers, moving into some Actress Ambi-bleep heaters and coming down with some warped, choral passages towards the end of the mix. At its heart, it's a reflection of what I’ve been listening to and playing out in clubs and at festivals over the past few months that also connects to my practice R&B Concrete that is at the core of the architecture behind my new album ‘LXXXVIIII’.”
Y pincha lo que le da la gana con hasta diez temas sin acreditar. Incluye este clásico del house de campanillas que aprovecho para acabar de endulzar con un poco de amor líquido una newsletter en la que me declaré vecino loco.
Otro que ha recurrido recientemente a este mismo tema de amor liquido housero es Jorkes.
¿Qué quién es Jorkes?
No lo sé, pero últimamente aparece mucho por mi Soundcloud.
Bueno, si, debería saberlo porque apareció hace unos cuantos números como uno de los mixes más especiales en los 10 años de la serie de Dream Chimney seleccionada por su propio curador.
En lo últimos meses ha irrumpido con fuerza en mi feed de Soundcloud. Leo que Jorkes, es Dj y productor de Viena con pasado en el hip hop, responsable del sello Freeride Millenium. Lo que más me gusta de Jorke es cómo cuida su imagen. Las fotos promocionales de sus mixes lo pillan siempre en posiciones muy cozy y con la barriga al aire. Será porque una de sus fiestas se celebra en una sauna para ositos.
Ahora sí.
Hasta la semana que viene.
Esperando con impaciencia una recopilación de tus semanadas, en formato libro, con varios volúmenes...Para poder ganarte la semanada sólo escribiendo esta cosas...ABRA ZOOS!! LIBERE ANIMALES EN CAUTIVIDAD!! 12 MONOS!!
Todo me encanta <3