Almorzamos de forquilla en Granja Elena
El establecimiento de la Zona Franca destaca por su "alta cocina de barrio"
Número 228 del Passeig de la Zona Franca.
Para un barcelonés medio: el fin del mundo.
La realidad: media hora pelada en bus de la línea H16 desde el centro.
Yo mismo hacía tiempo no pasaba por este confín de Barcelona y la verdad es que no lo reconoce ni la madre que la parió. Pisos de nuevo cuño, algunos recuerdan a la estética moderna de los aledaños del Fòrum.
Una zona fronteriza alejada de los expats y demás guiris, en un barrio de tradición proletaria desde donde emerge esta Granja con casi 50 años de historia, que desde hace un tiempo presenta un nuevo concepto de posicionamiento culinario: una especie de alta cocina sin perder el espíritu de barrio.
A mis alumnos les expliqué hace pocos días, en relación a encontrar tu sitio en el mercado: en un momento en que todo parece ya inventado, la oportunidad surge cuando un posicionamiento une dos atributos que hasta ese momento vivían en las antípodas.
Una mujer sentada delante de nosotros en el bus, animada por nuestras dudas sobre donde nos tenemos que bajar, deja a un lado la frialdad barcelonesa y se gira hacia nosotros para informarnos muy amablemente en qué parada encontraremos la granja. Y añade que la calidad es buena pero que las raciones no son demasiado abundantes.
Nos debe haber visto cara de comilones más que de gourmets.
No se equivocaba.
Lo primero que nos llama la atención es lo generosa que es su carta de vinos, en relación al espacio vital del establecimiento.
Nos encontramos, por ejemplo, la Garnacha Microscopio. “Es una garnacha “moderna”, denominación de origen protegida de Fuendejalón en la provincia de Zaragoza. No muy subida de precio con respecto al precio de mercado, se puede comprar en bodega a unos 19 euros la botella”, comenta mi compañero Reinaldo que, en un imprevisto giro de los acontecimientos, se pedirá finalmente una manzanilla. “Las copitas vienen con cristalería fina y todo”.
Llevo buen playmaker a mi lado, Reinaldo Gil sabe de esto, no por nada se dedica profesionalmente a la calidad alimentaria y es aficionado a la gastronomía.
Como todos los establecimientos que tienen éxito en Barcelona, la bodega es pequeña. Muy pequeña. Una decena de mesas como muchísimo.
Tiene una terracita con tres mesas. Antes de las diez de la mañana están todas full.
Ambiente heterogéneo a esa hora. Bastantes clientes ya disfrutan del break laboral. Seguro nos rodean algunos abogados. Y es que la Ciudad de la Justicia está muy cerca como nos advirtió la señora del bus.
Bocadillos calientes: Brie serrano, bacon emmental, sobrassada amb formatge, xoriç picant i brie…
Bocadillos fríos, los de siempre: gall dindi, mortadela…
Medida del bocadillo: la justa para no olvidar que estás en Barcelona. A las 13h vuelves a tener hambre recordando aquel ya lejano bocadillo.
Los suplementos como olivas son 0,25, pimientos, 0,50 y tres anchoas, 2,25 €.
En la categoría d’esmorzars nos encontramos tortilla de cebolla confitada y panceta de jabugo, 14 €.
Inicialmente me hizo ojitos el bocadillo con pan de coca de cochinillo asado, scamorza y relish de kalamata: 4,85 €. Siempre me pierde lo que me suena exótico. Aunque no tenga ni idea de lo que es realmente. Otra cosa que me llamó la atención fue el picadillo de salmón con erizos y yema.
Mis compañeros de mesa me disuaden de la idea del bocadillo, así que barajamos la opción más tradicional y ortodoxa en estas lides: un cap i pota, morro y callos. El sota, caballo y rey dels esmorzars de forquilla.
Después de unas negociaciones que ríete tú de la Conferencia de Paz de Madrid del 91, nos decidimos por probar el cap i pota, el termómetro de todo espacio que se jacte de servir almuerzos; por la tortilla de bacalao, para equilibrar la casquería; y mi particular aportación al tridente gastronómico mañanero fue un fricandó de mandonguilles.
A la Granja fuimos los tres mosqueteros el pasado miércoles 12 de abril. Mientras escribo estas notas, el 3 de mayo, me entero que El País hace sólo cinco días le ha dedicado un extenso artículo en el que entrevistan a Borja Sierra, hijo del dueño original del restaurante en 1974, -al que jubiló en 2007-, Abel Sierra, responsable de la cuidada carta de vinos:
El camarero vuelve a los dos minutos de tomarnos nota para comunicarnos que no queda fricandó.
El horror.
“Con lo que nos ha costado decidirnos”.
Como mis compañeros no quieren más huevo, nos ofrece una de cigrons con butifarra de perol.
Pero cae un tartar de solomillo de ternera con helado de mostaza.
De postre tienen tarta de queso que es una especialidad que el propio Borja Sierra aprendió del maestro Hilario Arbelaitz en el restaurante Zuberoa, cantera de chefs de alta cocina (y que a finales del año pasado abandonó el antiguo caserío en Oiartzun donde forjó su imagen durante 52 años en los que llegó a conseguir dos estrellas Michelin).
Nos abstuvimos de postre.
Resumiendo.
Nos queda claro a los tres que no es un sitio de lo que entendemos por “esmorzars de forquilla” a la manera clásica. Tuvo que serlo pero ahora no lo es.
Si lo que estás buscando es un restaurante de esos de sentarse a las diez de la mañana en una mesa con mantel para comer un frondoso plato de algo. Un plato en el que haya que usar eso mismo, una “forquilla”.
Aquí abajo tienes nuestro chart.
Top esmorzars de forquilla
A continuación, algunos de los restaurantes que aparecen en los primeros puestos de nuestro Top of Mind d’esmorzars de forquilla:
El primero que nos viene a la mente a los tres es el Gelida de Diputación con Urgell. Su vetusta ambientación mantiene la esencia de los locales de mantel de a media mañana que más nos gustan. Y además en pleno Eixample. A mí me venía muy bien para desayunar algo más fuerte a las ocho y media, de camino de una de las escuelas en las que di clase el año pasado. Clientela muy profesional en este tipo de experiencias culinarias. Atmósfera muy de soci del Barça que acaba de renovar el abono de la temporada 61-62. Eso sí, como es bueno, tiene una clientela ávida de comer haciendo cola antes incluso de la una del mediodía.
Aunque Reinaldo piensa que el Gelida goza de un poquito de hype, “está ok, correcto”, y que él por unas décimas prefiere la calidad del Can Vilaró. Ricard asiente y afirma que ya él en el 2012 detectó que ya era un poquito hype: “La redacción del diari Ara estaba por allí y tenías comiendo a muchos periodistas”. Eso era antes, os recuerdo que desde el pasado verano tengo al diari Ara al lado de casa, en el Raval.
Can Vilaró, al lado del Mercat de Sant Antoni. Se “ha gourmetizado un poco” pero le damos un voto de confianza. “Aunque lleva abierto la tira. Antes era más batallero, más como el Gelida”.
No muy lejos se encuentra uno de los más desconocidos de los que me comenta Ricard, el Bar Bodega Gol en la calle Parlament. Típico sitio que si te interesan los establecimientos, digamos cañís, te atrapa ya desde su rótulo en el que aparece una pelota en plan “gol y al Mundial 82”.
Mi favorito de todas maneras es el Cal Boter de la calle Tordera, en la frontera entre l’Eixample y Gràcia. Es incluso mejor para ir a almorzar que para comer según el parecer de Ricard. Doy fe. Es la catedral de l’esmorzar de forquilla en Barcelona.
No muy lejos de ahí, en Roger de Flor también tenéis la Bodega Can Ros. Lo llevan cinco hermanos algo antipáticos, todo hay que decirlo. Lo corroboran algunas de las reseñas.
En el carrer d’Horta tenéis la Bodega Massana, proponen brasa y bocatas para almorzar, y para las fiestas del barrio de septiembre organiza el concurso de bebedores en porrón, del cual nuestro amigo Ricard (50% responsable del sello Aspecto Humano y de las fiestas Maccaroni Radio) fue campeón en 2019, con lo que mantuvo el título durante los dos años de pandemia. Preparan el porró con medio litro de vino y un poco de gaseosa para que entre mejor. El que beba más rápido gana. Pero no sólo hay que tener buen buche, el pulso en la inclinación del porrón es clave para evitar los tapones de aire. También cuentan con la modalidad de “filigrana”. El año pasado se presentaron más de 20 personas. Ricard promete recuperar el título en las próximas fiestas.
Si venís de fuera de Barcelona en tren, cerca de la estación de Sants, en la calle Vallespir, tenéis el Bar Bodega Bartolí.
Un objetivo para el futuro puede ser el Bar Les Corts en la calle Pintor Tapiró, 45, cerca del camp del Barça, por donde pasa cada día Ricard para ir a trabajar. Es pequeñito con puerta de cristal y anuncia “el festival del cap i pota”.
Hay que ir.
Os mantendremos informados.
Edito: Desgraciadamente, no lo he encontrado hasta después de publicar la newsletter. Pero aquí está. Desde aquí podéis acceder a un Google Maps con los restaurantes de toda Catalunya donde se puede esmorzar de forquilla en toda Catalunya y que debemos a la cuenta Esmorzars de forquilla.