Amado monstruo
Un ensayo que encantaría a Fassbinder, el cuerpo presente de Darth Vader y la Barcelona menos cívica
Hay libros que te leen. Libros que espían tus vergüenzas, fotocopian tus miedos.
El otro día en la biblioteca pasó por mis manos un libro que me dejó groggy. Imatges de Mort. Representacions fotogràfiques de la mort ritualitzada. Un compendio de fotografías de niños vestidos con sus mejores galas pero no para entrar en la vida, si no para pasar a la posteridad. El catálogo de una exposición que tuvo lugar en el Museu Valencia d'Etnologia entre 2017 y 2018.
Llevaba unos días con ese libro en la cabeza hasta que se volvió a cruzar la imagen en plena lectura de Minimosca de Gustavo Faverón (del que os hablé en la última entrega del boletín).
“Encontró retratos fotográficos de criaturas muertas. Fotos muy antiguas, cadáveres de niños vestidos y maquillados. (Días después, Angus las miró. Dijo que esa era una costumbre del siglo diecinueve y las primeras décadas del siglo veinte. Cuando moría un niño, dijo, para recordar la imagen del niño vivo, los padres solo tenían el cuerpo del niño muerto, y llamaban a un fotógrafo para que retratara el cadáver, como un memento, un souvenir. Era una costumbre necrófila, tan vieja como la invención de la fotografía, dijo Angus)”.
Ahora tengo dos recuerdos mortuorios en uno recorriendo mis neuronas. El impacto del primer libro y la reinterpretación “serendípica” de la novela que me ha acompañado estos días.
Cara a barraca
Hablando de cosas monstruosas, que es de lo que va hoy la newsletter por si no te habías percatado aún.
El otro día vi revolotear por Bluesky un libro que me cautivó hace un tiempo.
Un repaso a los espectáculos ambulantes que camparon por Barcelona desde el siglo XVIII hasta que acabó la guerra civil.
Tanto me gustó que contacté con su autor Enric H. March para que me hablara de este minucioso directorio de freaks y monstruos de la otra Barcelona. La Barcelona monstruosa que hubiera hecho las delicias de esos expats que vienen a la ciudad a disfrutar de nuestras particularidades, mediterráneas.
“En la exhibición de las miserias no hemos cambiado tanto. Ha cambiado el formato, pero la televisión de hoy paga a unos freaks para que se exhiban a cambio de un dinero. Y siempre rascando en lo más morboso”.
Tenéis el vídeo más arriba (en català) en el que Enric, mientras se toma un café con leche en un lugar tan freak como la terraza del Palau de la Música, profundiza en algunos de los espectáculos que más me impresionaron de los citados en el libro.
Como el de Teresa Montenegro, la primera mujer en destacar en este sector por tragar espadas y sables:
“En medio de un show espectacular de fuego y luz. Es un caso antiguo, de los años 30 del siglo XIX, con lo que nos lo tenemos que tomar con mucha prudencia. Lo digo porque, sesenta centímetros que es la longitud que se supone que medía el sable que se traga, son muchos centímetros. Yo conozco faquires que se tragan sables de verdad y me comentan que sesenta centímetros es algo complicado de tragar. Lo normal son unos 45 centímetros”.
Me parece que tu vida ha sido plena de verdad cuando puedes fardar de tener amigos faquires.
“Estamos hablando de espectáculos ambulantes y es difícil llevar un control de los personajes que conforman cada espectáculo. La información que reciben los diarios de la época llegaba de los propios artistas que, a veces, se presentaban personalmente en las redacciones. Está el caso de El Hombre Salvaje, por ejemplo, con un equipo de prensa que tenía que ser brutal. Se presentaba con un coche inmenso y se publicaban unas entrevistas larguísimas para el estándar de la época”.
Me habla Enric de la importancia del Teatre Circ Olympia (foto de más arriba) de Ronda Sant Pau, uno de los circos estables más famosos de Europa en la primera mitad de siglo (donde ahora se encuentran las tiendas de discos más chachis de la ciudad y a las que también dediqué un vídeo que puedes recuperar desde aquí).
“Tenía seis mil localidades, una auténtica barbaridad. Ocupaba toda la manzana. Con una platea que se podía convertir en piscina para espectáculos acuáticos. Durante muchos años, en el parking de al lado, se podían ver las jaulas de los animales, como los leones, que se exhibían en el circo. La tradición circense en Barcelona ha sido muy importante. En medio de la Plaça Catalunya se instala a finales del XIX el Circ Eqüestre del Vicente Alegria, que pidió permiso para estar unos meses y al final, debido al interés de la gente, se mantuvo durante 16 años”.
I need a freak
Me encontré por casa el ensayo Este joven Monstruo, de la serie Héroes Modernos de Alpha Decay, del no menos joven monstruo Charlie Fox. Un chaval por entonces, nacido en 1991, que se sacó de debajo de la cama en 2017 una galería de personajes a partir de los cuales reflexionar en torno a lo «monstruoso».
(nota del autor: he recuperado para este bloque un post aparecido originalmente en mi antiguo blog en Wordpress Je suis de la Martinique)
En el libro nos dice que no debemos rechazar las transgresiones que nos proponen esos monstruos, porque eso es de niños consentidos: «Ya no pienso que el monstruo sea una figura completamente negativa; que se piense que lo es tu maldición, ya que vives esperando un amor que nunca llegará».
Y es que lo monstruoso tal vez sea que la sociedad nos inculque ideas como que un día vendrá el amor de nuestra vida y nos salvará de todos los males.
Estamos, por tanto, ante un libro que nos explica que a los monstruos se les supera entrando a fondo en las «estrategias culturales» que nos modelan de bien pequeños. Que la cultura oficial puede ser el verdadero monstruo. Aunque de cultura general, este rookie va más que sobrado. Destaca la erudición de este joven crítico cultural que espolvorea sus reflexiones con infinidad de referencias culturales que van de Stranger Things a Drácula, pasando por aquella peli de jóvenes traumados de un pueblito de Ohio, dirigida por Harmony Korine en 1997, Gummo.
Estamos ante un interesante ensayo aderezado con tintes autobiográficos: «Consciente de que yo, igual que tú, necesitaba una historia que explicara mi origen, mi madre atribuyó todos mis problemas corporales y mentales a una hemorragia que tuvo, el día en que, estando embarazada de mí, descubrió quién mató a Laura Palmer en el episodio correspondiente de Twin Peaks».
«La abundancia de monstruos que hay en la actualidad demuestra que la imaginación colectiva anda algo perdida y fluctúa entre el temor de lo que la tecnología o el trauma puede hacerle al cuerpo y la fascinación por las posibilidades que estos cambios suponen. En la situación actual, parece un buen momento para echar la vista atrás, rebobinar y compilar una especie de historia de los niños prodigio monstruosos que nos permita ver el presente a través de ellos y cambie nuestra conciencia».
Un monstruo viene a filmarte
Y entre los niños prodigio monstruosos que desfilan por el libro de Charlie Fox nos encontramos con el director alemán Rainer Werner Fassbinder, que el mes que viene cumpliría 80 años si no hubiera llevado una vida de excesos, tanto de narcóticos, como de trabajo («El deseo crea al monstruo»). En sus 37 años de vida, este baluarte del nuevo cine alemán de después de la II Guerra Mundial, llegó a rodar más de 30 películas y alguna serie de televisión. En sus filmes rompe con tabúes que conectan a los alemanes con la vergüenza nazi de generaciones anteriores: «De adulto, confesó que sus padres fueron figuras borrosas que estuvieron siempre como en los márgenes de su infancia». La cuestión gay no se trata en sus películas como una problemática a resolver por la sociedad, sus protagonistas son homosexuales y se les ve actuar por entre los pliegues de su vida cotidiana. Fassbinder hacía buenas afirmaciones como la de la teórica de lo queer, Eve Kosofsky que en 1992 comentó que «la homosexualidad es la negativa a significar algo monolítico».
Desde aquí podéis ver el documental sobre Fassbinder, I don’t just want you to love me (1992) que se cita en el libro de Fox .
Habla Fassbinder a cámara del caldo de cultivo de sus películas, esa sociedad alemana que en plena posguerra mantenía las contantes vitales de un pueblo que no está preparado para vivir sin un líder. Estamos hablando de un tipo que en su primer año como director filmó cuatro películas. Uno de los productores de sus primeros pasos tras la cámara, Luggi Waldleitner, dice de él que es la mayor pérdida en Alemania después de la segunda guerra mundial, “el único hombre con el que quise trabajar”, apostilla. Su equipo de rodaje destaca la concentración con la que los actores de sus películas debían encarar una escena de la que sólo se podría hacer una toma, la clave de su prolífica carrera: “El mercado del cine no apoyaría hoy a un director que presentase cuatro películas al año”.
Una de sus actrices fetiche, Irm Hermann, asegura que los miembros de su generación y la de Fassbinder, los que nace inmediatamente después de la segunda guerra mundial, no podían creer en los ojos de los mayores, había reticencias con aquella generación que había vivido y consentido el fascismo atroz del nazismo.
El monstruo permanecía latente en los ojos de los padres
«Yendo a esa velocidad no podía tener momentos de paz y reposo. Cualquier pausa conllevaba el riesgo de que aparecieran inesperados nubarrones: rabia, depresión, inercia. Como muchas personas compulsivas, Fassbinder temía que si ponía en cuestión o a prueba el mecanismo de su magia, esta podía dejar de favorecerlo. Si se detenía, quizá no fuera capaz de recuperar la antigua energía».
Siempre pensé que la gente que teme es gente que no puede parar de crear. Temen que si dejan de hacer caerán presa de una amenaza que les persigue desde hace… ni saben.
Dejen hacer.
Abre, soy tu padre
La imaginación colectiva también se disparó con Star Wars y su tupido universo de personajes.
Ninguno como Darth Vader.
Muchos nos preguntamos de pequeños si la persona que se ponía el traje era un actor, si hacían falta dotes artísticas para encarnarlo o si bastaba con alguien alto como un jugador de baloncesto al que no le hubiera dado para jugar en la NBA.
Dentro del traje estaba un tal David Prowse y este documental que tienes más arriba explica su historia y como acabó relegado del rodaje del retorno del Jedi, se supone que por irse de la lengua con la prensa.
Supongo que a Prowse le dio por hablar porque en el rodaje no le dejaban poner ni la voz a Darth Vader por su marcado acento de Bristol de antes del trip hop.
Los encargados del documental le proponen recrear la escena en la que a Darth Vader le quitan el casco antes de morir pero no la podemos ver por cuestiones de derechos de imagen.
El alma del monstruo más famoso de la historia sin posibilidad de redención.