Después de hablar en las últimas semanas de nazis, de dictaduras estalinistas, dramas vecinales, de lo que nos espera tras la muerte y obsesiones varias, he decidido tomarme unos días de asueto.
Pero antes de desconectar hasta después de Semana Santa, -no os preocupéis, en realidad sólo faltaré a mi cita el próximo lunes-, me gustaría hablar de cosas buenas a estas alturas de 2025.
2025. El año que pasamos pegados a la pantalla para comprobar cómo va subiendo el mercurio en relación a la capacidad de nuestros embalses (foto de arriba). Sentirnos parte de la historia pasaba por esto.
Por lo demás, aunque sigo esperando la llamada del señor Trípoli que me tiene que sacar de pobre, estoy en un buen momento laboral, he encadenado varios contratos en bibliotecas.
Pero este 2025 todavía puede ser mejor en lo profesional.
Por primera vez en más de cuarenta años, me he presentado a un concurso literario.
Lejos quedan ya aquella especie de Jocs Florals en los que me imponía año tras año con puño de hierro cada Sant Jordi de mi EGB. Mi hermana también ganaba todos los trofeos en los años conocidos como la “tiranía literaria de los Puente”.
Por cierto, si hoy es 14 de abril, quiere decir que hoy es el día número 104 del año. Según me entero por el Bluesky de Indolenci Patchett el 104 es un muy buen número.
“El número 104 está compuesto por los números 1, 0 y 4, cada uno con un significado específico. En numerología, el número 1 simboliza nuevos comienzos y la importancia de enfocar los pensamientos e intenciones hacia metas claras. Es un número que impulsa a tomar la iniciativa y dar el primer paso hacia lo que se desea lograr. El número 0 amplifica las energías de los números con los que se combina, por lo que en este caso potencia la fuerza del número 1 y 4. Por su parte, el número 4 está vinculado a la estabilidad, el trabajo duro y la construcción de una base sólida para el futuro”.
Disfrutemos pues de este Happy Monday.
Hablemos de cosas bonitas.
De cosas que me hacen feliz.
Candel caliente
“El primer signo de normalización, luego de una guerra tan cruenta, fue lo rápido que empezaron a funcionar los cines y la prisa que nos dimos nosotros en llenarlos. En los programas de esos días posbélicos echaban siempre un documental sobre las «checas» descubiertas en zona republicana, donde se había tenido encarcelados a los ciudadanos fascistas”. Paco Candel.
Iba a esperar a comentarlo con el resultado en la mano, para no gafarlo, pero la verdad es que me hace ilusión avanzaros que he enviado una crónica al Certamen Literari Francesc Candel 2025.
Para meterme en el papel, me pillé el otro día este recuento de crónicas en las que el periodista de los suburbios nos habla de sus temas fetiches, de sus patatas calientes: de “los otros catalanes”, la guerra y su consiguiente posguerra, en fin, de la miseria humana de casa nostra.
“Escaseó el tabaco. Nunca hubiera podido imaginar que hubiese hombre que sufriera tanto con su carencia y fuera capaz de los más rocambolescos sacrificios para alcanzarlo. En los frentes de guerra había quien hacía una guardia peligrosa por unos cigarrillos. Los mocosos como yo comprábamos cigarrillos de matalahúva. Nos íbamos al cine de varietés, sacábamos nuestros pitillos de hierbas y tardábamos en encenderlo sólo por ver la cara de avidez que ponían los hombres de tu alrededor”.
Este año justo se cumplen 100 del nacimiento del periodista que da nombre a la biblioteca de la Zona Franca. Durante muchos años, toda aquella área de Montjuïc estaba poblada por barracas por entre las que deambulaba este periodista comprometido con las buenas historias de la periferia. Yo he encontrado una a la que he dado forma de crónica y estoy contento porque me ha gustado el resultado final. Ya tendréis noticias.
“Uno de estos cómicos recuerdo que era capaz de hacer un chiste político tomando como pie la palabra que cualquiera del público le dijera. Así que alguien dijo «serrín» y él preguntó en qué se parecía los fascistas italianos que había en la sierra del Guadarrama a una carpintería, y como nadie supiera en qué se parecían , explicó que en la carpintería había «serrín» y los italianos en la batalla del Guadarrama, «serrín-dieron».”.
Azote de todo aquello que apestaba a franquismo, Candel también fue muy crítico con el emporio Planeta y con José Manuel Lara, centurión de las letras comerciales de este país. Es pensar en Lara y venirme a la cabeza su monigote de la factoría Alfons Arús.
“Lara editor era todo un fenómeno al revés. Un lince para los negocios, ha epatado al mundo literario con una tosquedad y zafiedad que a veces no sabes si es connatural o fingida porque le va el rol de semejante papel. Lara, que andalucea al hablar, te decía: “Yo tengo los meores autores der mundo: la Vikibú, la Persabú y el Somersé (Vicki Baum, Pearl S. Buck, Somerset Maugham)”.
En los próximos días la biblioteca homónima celebrará el centenario del periodista con actividades conmemorativas como un tour por algunos de los paisajes donde la ciudad cambiaba de nombre con su biógrafo Genís Sinca como guía (“Es visita la Parròquia de Port, lloc on els Candel van viure fins al 1961 i es desenvolupava l’activitat cultural del barri i la lluita anti-franquista”).
El boxeador que susurraba a los rivales
“Son boxeadores y el basural es su gimnasio. Cosa extraña, piensa, adentro del cementerio. Se sienta en un ladrillo y observa. Son como gladiadores raquíticos. Esa es su impresión. Son boxeadores que entrenan en la miseria. Son igual de pobres o más pobres que él. Asumen actitudes de atletas olímpicos, pero hay algo melancólico en ellos, algo de ruina. Son boxeadores en un cementerio”.
Ya tengo en mis manos la última novela de Gustavo Faverón. He sido de los primeros en reservarla en la xarxa de biblioteques. Porque soy un ansías, sí, pero también porque quería tener fresca su anterior novela Vivir Abajo. Un hallazgo leer de corrido estos dos libros “innecesariamente eruditos, llenos de disquisiciones que no vienen al caso y atravesados de historias que no parecen tener nada que ver con nada”.
“Una novela en la que todos los personajes están muertos es más realista que una novela en la que todos están vivos. Esto es sentido común y cae por su propio peso”.
Su manera de fabular es hipnótica. De enmarañar historias en apariencia absurdas pero en sintonía con un delirio iluminador. Descoloca al lector de buen principio para ir montando un puzzle en tu cabeza. Toda una ingeniería fabuladora la del peruano de la que es difícil sustraerse.
Una intrincada técnica que utiliza para explicar cosas malas, terribles, pavorosas. Contadas de esta manera aún parecen más malas, terribles y pavorosas.
Faverón es un escritor tan completo que te lo llevarías a una isla desierta. Con las páginas de sus libros se podrían construir tanto una ermita como una catedral.
“El horror es todo lo infinito, asintió Duchamp. Rrose debió de asentir, porque hubo otra pausa. Ahora bien, decir que todo lo infinito es horroroso no equivale a afirmar que todo lo horroroso es infinito, est-ce vrai? preguntó Duchamp. C’est vrai, respondió también Duchamp con la voz de Rrose, según escucharon Stella y Arensberg. Por ejemplo, dijo la voz de Rrose, las guerras son un horror pero terminan. Pero la guerra, dijo Duchamp, la guerra no termina. Terminan las guerras, pero la guerra no. Como terminan las artes, escucharon decir a Rrose. Pero el arte no, escucharon a Duchamp. Como termina el barroco pero no la poesía”.
Juega todo el rato con la referencia cultural que convierte siempre en algo nuevo. Le da nueva forma a lo ya conocido. Una nueva dimensión que hace explotar en mil esquirlas el realismo mágico.
Entra en contacto con la cosmogonía Faverón.
“Me dice que él hace años, leyó un cuento sobre una mujer que hereda una biblioteca y decide deshacerse de los libros pero se queda con algunos , sin saber por qué, pero después se da cuenta de que los libros que ha conservado son los treintaitrés libros que el cura y el barbero deciden no echar a las llamas en el Quijote, cuando expurgan la biblioteca del Quijote, y la mujer piensa en convertirse en caballero andante pero después piensa en convertirse en cura o en barbero”.
Los belgas comen patatas fritas con mejillones
Una cosa que me hace feliz de este 2025 es que la gente a la que admiro siga escribiendo en Susbtack. Cuando mis fuerzas flojean, me fijo en gente como Juan Pablo Huizi y sus monográficos en Sonotopías.
La semana pasada nos regaló esta especie de dossier sobre los hermanos belgas Trans-4M y contextualizó este proyecto con el complejo marco-socieconómico de un país raro de narices como Bélgica y su inmensa escena musical a la que le debemos tanto.
“A comienzos de los noventa, la cultura de clubes belga no era solo pista de baile: también ofrecía espacios de pausa, escucha y alucinación. En sintonía con lo que hacían The Orb o Future Sound of London, Sublunar Oracles propone una electrónica íntima, que no teme al silencio ni al paisaje. Un disco pensado más como artefacto sensorial que como producto de consumo”.
Todo lo bueno de lo que son capaces los belgas está en este disco.
Locura polaca
Ya he comentado alguna vez que pude desconectarme de Twitter, pero soy incapaz de borrar mi cuenta de Facebook. Un temor inclasificable me hace pensar que si me voy de Facebook empezará a reverdecer laureles y me perderé todo lo bueno que aún tiene por ofrecernos.
El Facebook es como esos trasteros de las subastas de ¿Quien da más? que están hasta arriba de polvo, pero de repente aparece una báscula del imperio austrohúngaro por la que te pueden dar unos 800 euros.
Como una fiesta mortecina en la que decides permanecer por si prende una orgía de ultima hora.
El otro día alguien colgó este corto de animación de más arriba con el que el polaco de nombre imposible, Zbigniew Rybczyński, consiguió el Óscar en 1982, el año de E.T.
El polaco pasó una noche muy marciana en la que se suponía debía ser la gala de su vida.
“Después de hablar con los periodistas de turno en la sala de prensa, Rybczynski salió del auditorio para fumarse un merecido cigarrillo. Cuando intentó regresar, un guardia de seguridad le negó la entrada. A pesar de que Rybczynski sostenía su Oscar, vestía un traje barato y zapatillas de deporte porque no había podido permitirse una ropa mejor. Con su pésimo inglés trató de explicarle al guardia que era el ganador de un Oscar. Al escuchar el malogrado discurso de Rybczynski, el guardia de seguridad confundió mala pronunciación con estado avanzado de ebriedad, así que sin pensárselo mucho, le empujó contra la pared”.
Unos minutos musicales
El gentilicio de los que nacen en Singapur es singapuriense que suena a habitante de una de las islas que dejó de visitar Gulliver.
Es también la nacionalidad de este Dean Chew que nos regala un mix delicioso de “r&b, boogie, kwaito, city pop, house y broken beat” (todo muy bien mezclado) que os va a hacer la vida más fácil esta semana santa.
Una semana de vacaciones en la que, estaréis conmigo, todos son prisas.
Una semana para quedarse en casa y soñar con boxeadores que ganaban a sus rivales susurrando poemas de Vallejo.
Gran abrazo, caballero. Hoy es un buen día (104) para invocar al susodicho señor Trípoli.
¡Suerte con ese certamen!