En Pomar también la liaron con los buses (Badalona m'esborrona VI)
La llegada del metro a Badalona hace 40 años generó una reacción en cadena
Yo pensaba que la plaza Pepe Ventura había estado siempre ahí con el único propósito de recibir al metro que unía a los badaloneses con el mundo exterior.
Pero no, el metro no estuvo siempre ahí para conectarnos con la modernidad. Este mes de abril se cumplen “sólo” 40 años de la llegada del metro a Badalona. Cuatro décadas de Badalona conectando con el resto del mundo.
Llegaba en abril de 1985 el metro hasta Pep Ventura y las comunicaciones entre Badalona y Barcelona se agilizaban un montón, gracias a esa línea 4 que unos años después se convirtió en la más moderna línea 2. Antes era la amarilla, hoy es la lila, más acorde con los tiempos.
Pero la conexión con el resto del mundo no satisfizo a todos, ni mucho menos. Las autoridades de Sant Adrià del Besòs pusieron el grito en el cielo porque la estación Joan XXIII no llevaba el nombre de esa modesta ciudad emparedada entre Barcelona y Badalona y sesgada por un río. Me estoy refiriendo a una parada entre dos mundos con una salida técnicamente en Artigues, barrio badalonés limítrofe con Sant Adrià. De esta parada ya os hablé en alguna ocasión (igual lo he soñado) pero tengo pendiente una newsletter para describiros los aledaños de esa estación doble, Artigues-Sant Adrià, una parada Schrödinger que te deja en dos ciudades al mismo tiempo (ubicada muy cerca del puente que cruza ese milagro que es hoy el río Besòs, nada que ver con ese mismo río en el 85 cuando se estrenó la parada).
La llegada del metro afectó a las líneas de buses de Badalona, supuso el recorte del recorrido de la línea conocida como BS -TP obligando a “bajar al centro” a los vecinos de Pomar que querían desplazarse hasta Barcelona (los cambios se anunciaron en la edición del 23 de abril de 1985 de La Vanguardia como podéis comprobar más arriba). Tal agravio provocó que los vecinos decidieran liarla bien gorda.
La mítica línea B25, que en 40 paradas une Pomar con ese centro del multiverso que es la plaza Urquinaona, tiene su origen en una manifestación vecinal muy parecida a la de El 47 (no he visto la peli, no insistáis porque no me va a gustar y encima me va a poner de mala leche, así que mejor me la ahorro, pero yo también estuve en Torre Baró hace dos años cuando no estaba de moda).
Hasta 14 autobuses fueron secuestrados y 400 polis tuvieron que ser movilizados para acabar con este acto que, en realidad, no había pasado de “simbólico”: “L’espai on hi havia els autobusos es va convertir en un punt de trobada, la gent s’hi acostava a passar una estona amb els que feien el torn de vigilància i els portaven menjar. A les nits s’hi feia foc […] Hi havia un sentit de solidaritat especial entre tots”, se lee en un libro sobre el barrio publicado hace 30 años por Benestar Social.
“No és exactament el mateix context que el de Torre Baró. Això de Pomar ja va passar en un moment en el que hi havia un ajuntament que s’havia votat, un ajuntament amb un pacte entre els socialistes i Convergència”, se comenta más arriba en el canal de televisión local de Badalona.
Un barrio siempre cabreado
Porque Pomar siempre ha estado en pie de guerra desde su fundación en 1967 (el barrio tiene sólo seis años más que yo, en verano de ese año llegaban los primeros vecinos).
Por tanto, un barrio joven. Muy joven. Lo que no es óbice para que se convirtiera en el barrio de las leyendas urbanas. Una que corría por ahí cuando yo era pequeño, aseguraba que unos vecinos se habían encontrado una cabeza humana en uno de los muchos solares que se extendían por este barrio siempre alejado de su propia ciudad (huelga decir que es uno de esos barrios en los que los vecinos decían, o siguen diciendo, “bajar a Badalona”, cuando se refieren a visitar el centro de la ciudad para comprar productos de buenas marcas).
Pudiera ser que la cabeza humana apareciera en el huerto de María de las basuras donde se escondía el botín de los atracos de Perros Callejeros 2.
Porque Pomar es el barrio del cine quinqui.
El barrio del Torete es también el barrio de mis abuelos paternos.
El barrio donde mis yayos abrieron una tienda en la que se podía comprar un bote de Dixan o un Cinexin (“el cine sin fin”). Como un preludio de los “Todo a cien” pero con murcianos al otro lado del mostrador.
Es el barrio donde se gestó mi vieja masculinidad.
Un barrio maldito en mi biografía personal.
Así que nos vamos a ir hasta Pomar para exorcizar demonios.
El barrio maldito
He visto Pomar a través del Google Maps.
Me invade una sensación extraña, no lo piso desde hace lo menos 20 años. Digo 20 por no decir cinco lustros o más. Pero diría que está igual. Está incluso más Pomar que nunca.
Leo en la prensa que la nueva reivindicación del barrio tiene que ver con “el posible traslado de un parque de basuras a su zona”. El mediático alcalde Albiol quiere enchufarles el que se encuentra actualmente en la avenida de la Cerdanya, muy cerca de aquí, en otro barrio mítico como el de La Morera (los lectores badaloneses estarán de acuerdo en que es otro barrio que merecería una newsletter, aunque es tan desconocido para mí como lo puede ser la antigua Tracia).
Lo que llama la atención del barrio nada más poner un pie en su asfalto son sus vistas. Estas tres semanas de lluvia han dejado buena visibilidad y desde este elevado altiplano el azul cielo se funde con el azul marino. Es como si estuviéramos en una ciudad andina. Pero ná que ver… Es Pomar. Pasan los años y el barrio sigue teniendo trazas de ese asentamiento donde trasladaron a muchos de los barraquistas de Montjuïc y dieron alojamiento a los desheredados de la tierra y a los afectados por la construcción de la autopista A-19 (primera autopista de peaje de toda la península, la conocida como “autopista del Maresme”, la que te lleva a las buenas playas de verdad).
Sigue oliendo a solución de urgencia ideado por tecnócratas del Ministerio de la Vivienda o burócratas de la Obra Sindical del Hogar.
Los límites del barrio están muy marcados (en la foto de arriba puedes ver el mascarón de proa del barrio: su mercado que parece el campo del Luton Twon desde fuera).
La descuidada riera que sirve de frontera con ese extramuros que es ”la vecina Badalona” no ayuda a integrar el barrio en el consciente colectivo badalonés. Por cierto, otra de las reivindicaciones históricas es el aseo de esta tierra baldía que recoge las aguas de las montañitas de por aquí (un poco más arriba está Mas Ram, colindando con Tiana, la urbanización más pija de Badalona).
Ya no se ven gatos por la calle en Barcelona, ni siquiera en el Raval. En Pomar, en cambio, un par de pequeños felinos negros me han recibido nada más bajar del bus (he cogido la L4 en Pompeu Fabra, final de la línea lila del metro que no existía en el 85 y que conecta Barcelona con el centro de Badalona).
Un cartel atrae mi atención. Menú: gazpacho + fideuà + beguda + postre = 8 euros. No veía un menú por ocho euros desde antes de que llegara el metro a Badalona. Yo creo que existía aún la Unión Soviética. Una mujer que pasa por mi lado y advierte de mi interés por el cartel me comenta que aquí “cocinan muy bien”. El chico que atiende la barra del Casal Cívic i Comunitari de la Generalitat Pomar 2 me explica que sólo tienes dos platos a elegir, pero que la emoción está asegurada porque “el menú va cambiando todos los días”. El público que abunda en el casal es el que os podéis imaginar. Profesionales del dominó que le dan a las fichas tan fuerte como una tele en un geriátrico.
Muy cerca de aquí, San Miguel Arcángel nos protege a todos los que estamos ahora mismo en el barrio de Pomar. Lo dice una lápida de la iglesia del barrio, reconocible desde lejos gracias a una paloma que aparece entre dos manos enormes que se abren para darnos la bienvenida. La iglesia sirvió de centro de coordinación de los vecinos en el affaire de los buses y su campanario sirvió de torre de vigilancia desde donde se avisó de la llegada de los 400 policías. En esta iglesia se celebró la asamblea donde Joan Blanch, el alcalde de entonces, reconoció el error de recortar los buses.
“En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe protector de tu pueblo. Será un tiempo de angustia como no hubo otro desde que existen las naciones. Cuando llegue ese momento todos los hijos de tu pueblo que estén escritos en el libro se salvarán”.
Un señor llama a una ventana con los nudillos y se dirige a alguien en susurros. Igual la mujer del visillo es la hija de la María de las basuras. La fisonomía del barrio está formada por hileras de edificios de tres plantas con pequeños balcones cuadrados por los que rebosan muchas flores. El rojo del geranio contrasta con el color salmón suave de las paredes de estos edificios. Se ven algunos parques infantiles constreñidos en el poco espacio que queda para el esparcimiento de ningún tipo. Una mujer sale al balcón para hablar con el barrendero, parece que con bastante familiaridad. Es buena noticia, eso quiere decir que pasa muy a menudo a limpiar las calles.
He entrado en la biblioteca que abre el jueves por la mañana. Es momento de niños que chillan un rato. He pedido un libro sobre el barrio y la mujer que me ha atendido se ha metido en la oficina y al rato ha vuelto con un libro de mayo de 1995 producido por la empresa pública ADIGSA del Departament de Medi Ambient i Habitatge de la Generalitat. En sus páginas queda claro que es un barrio con vecinos cabreados antes incluso de irse para allá a vivir:
“La majoria van venir al barri a contracor, tenien el lloc de treball, la casa i tota la vida a Barcelona. Especialment els expropiats per les obres de l’autopista A-19, manifestavenla seva disconformitat en una carta a La Vanguardia (29-06-1967) titulada “L’expropiació i el desterrament”. Es queixaven que havent-hi, a Barcelona ciutat, vivendes de protecció oficial i polígons sense habitar els enviessin a 16 km de “la nostr4a estimada ciutat”. També es queixaven del cost suplementari de transport que suposaria per a les seves ajustades economies, i del temps que haurien de dedicar als desplaçaments”.
Por lo demás, lo ya comentado, el barrio no ha cambiado demasiado. Después de tanto tiempo siento una sensación jonda, honda, profunda... Como si algo que viene de lejos de repente se conectara conmigo. Una sensación que tiene que ver con lo onírico. Me llegan recuerdos pero no concretos, no precisos, nada bien formados. Más bien sensaciones que me conectan con la niñez. Un cosquilleo fugaz. Nada importante.
Misión cumplida.
Volvemos a casa.
Otras entregas de la serie sobre Badalona que reactivé hace un par de meses con el capítulo dedicado a las mujeres devotas de la virgen del árbol:
Badalona m'esborrona (I): Deckard (el dueño del Switch del barrio de Gràcia)
Badalona m'esborrona (II): En Llefià (el barrio de los rascacielos)
Badalona m'esborrona (III): Media vida (un fin de semana con mis compañeros del instituto).
Badalona m'esborrona (IV): De cuando los Djs sin apodo.