Cuestión de estilo
Otro escritor húngaro que pasa por el boletín, en el que también recordamos "Tiempo de silencio"
“Una mañana de finales de octubre, poco antes de que las primeras gotas de un otoño largo e implacable cayeran sobre la tierra reseca y agrietada en la zona occidental de la explotación (para que luego un mar de barro hediondo volviera impracticables los caminos e inalcanzable la ciudad hasta la aparición de las primeras heladas), Futaki se despertó al oír unas campanadas”.
Veis un libro escrito por un tal Krasznahorkai y no me digáis que no os entran unas insuperables ganas de leer lo que este señor tenga a bien explicarnos.
Pues que sepan que este señor húngaro tiene una ópera prima que se titula Tango satánico. Uuuh, qué miedo…
Y que inspiró una película de un tal Béla Tarr que dura ocho horas y que si queréis un día podíamos quedar para verla todos juntos. Uuuh, qué terror…
Como apuntaba no hace mucho en los comentarios de una Note de esta red social uno de nuestros seguidores más implacables,
, el escritor magyar cuenta con “un estilo deslumbrante, pero una trama confusa”.Lo comentaba en relación a “Melancolía de la resistencia”, su primera novela traducida al español en 2001, pero es aplicable a este tango diabólico.
El del húngaro es uno de los últimos descubrimientos gracias a Twitter del que me estoy desconectando muy poco a poco (ya desembarqué en bluesky, “donde lo que sigues es lo que ves”, podría ser su eslogan). Se lo debo a Rafael Maldonado que me advertía de lo siguiente: “¡Tenga usted cuidado, que esto es cosa seria! No es fácil entrar. A las 75 páginas ya sabe uno dónde ubicarse y empieza a disfrutar”.
Que un argumento confuso y algo errático no te impida valorar un estilazo deslumbrante.
Envidio a los escritores con un estilo propio aunque no entienda de la misa a la mitad.
Foto extraída de la web del escritor que, me vais a permitir, de más joven tenía cara de cabroncete, como su estilo, claro: www.krasznahorkai.hu (cada vez se ven menos webs de escritores, ¿no?)
El de Krasznahorkai no es el único libro escrito por un húngaro del que hemos dado cuenta en este tu boletín amigo. Hace unos meses os expliqué la bonita historia en relación al hallazgo que supuso en el descubrimiento de …
En este vídeo de más abajo tenéis un encuentro con cuatro de los editores que publican a este enigmático autor (Barcelona, Helsinki, Nueva York y París), y digo enigmático, por no decir que es más raro que un perro verde.
Un escritor que es talismán para sus traductores, algunos de ellos han conseguido destacados premios, como el Bastian conseguido recientemente por su intérprete noruego.
Barbara Epler, después de pedir disculpas por expresarse únicamente en inglés, como “la típica estadounidense”, comenta en el vídeo que la primera vez que leyó el complicado apellido de László fue en una de las recomendaciones que acostumbraba a hacer en suplementos literarios Susan Sontag a sus lectores (también le debemos a la neoyorquina la defensa del autor serbio Danilo Kiš al que espero enfrentarnos en breve). Desconocía la capacidad de la ensayista neoyorquina de descubrir autores de la Europa oriental (a finales de año se cumplirán 20 años de su muerte, habrá que hacer algo)
“No podemos ayudarnos cuando la estupidez y la maldad se alían. Y menos la literatura. No les puedo prometer un futuro feliz”, László Krasznahorkai.
Y aquí más abajo tenéis al propio escritor en la rueda de prensa que sirvió para presentarse ante los medios como ganador del premio Formentor y, de paso, de 50.000 euros del ala. El jurado se reúne en Tánger para deliberar el ganador el premio y me lo imagino sentados en círculo en una jaima mientras se van pasando una cachimba. Soy así de primario. (Por cierto, la mayor parte de los periodistas llegan con la conferencia empezada, aquí hay una historia detrás seguro).
“Nadie ha ganado el premio Formentor porque no es una competición, ni un torneo deportivo, si no que el premiado recibe el premio para conseguir que su obra se divulgue más allá de lo que era conocido en ese momento. Por eso es tan importante la presencia de todos vosotros”, comenta el presidente del jurado, Basilio Baltasar. Eso se lo dirás a todos.
Aquí algunos de los méritos de la obra de Krasznahorkai.
“La obra de nuestro premiado abarca en su elíptica y demorada evocación los sombríos, bellos y melancólicos paisajes del alma, la abrupta cartografía de la sinuosa peregrinación humana y los secretos murmullos de una ensimismada premonición.
En la trama de unas ficciones sorprendentes, los personajes de László Krasznahorkai se distinguen por su lánguida, recóndita y ensortijada personalidad. En su itinerario narrativo, conciencia y peripecia, ironía y tristeza, la locura y lo sagrado, fluyen al compás de una meditada cavilación. Los personajes son siempre densos, imprevisibles y al borde de una delirante redención”.
“Ensortijada personalidad”. Me encanta.
Ojalá escribir sobre protagonistas con ensortijada personalidad.
Otra cosa. Leer en húngaro no sé cómo será, pero escucharlo me remite al arrullo de un chorrillo de montaña. Me he dado cuenta de que me relaja.
El escritor, tan críptico en sus declaraciones ante la prensa como delante de una página en blanco, empieza hablándole a los periodistas de la poca capacidad de atención lectora de los niños.
“Debemos mantener en secreto que la literatura existe”, comentará en tono enigmático.
2024 será el año en el que leí Tiempo de silencio
“Es lo que les pasa a los hombres de ahora. No llegaron a tiempo a la última guerra y con tanta paz y la alimentación floja que han tenido en la infancia, están poco seguros de lo que es una mujer y creen que es como un diamante que hay que coger con pinzas y que hay que hablar con ella en francés para averiguar lo que tiene dentro”.
Puede que sea el libro que más veces haya visto en las estanterías de los hogares que han tenido a bien dejarme entrar. Yo creo que lo regaló en su día alguna caja de ahorros o algún banco.
Me temo también que sea el libro con menos ratio de lectura en relación al número de hogares que lo poseen en sus estanterías.
Estos días se han cumplido 100 años del nacimiento de su autor, Luis Martín-Santos, fallecido a los 40 años tras un accidente de tráfico un tanto raro (en TVE se acordaron de su primer siglo en un Imprescindibles de tono taciturno y sombrío como el destino del autor).
El libro de los ratones en portada.
Cobayas que el protagonista tiene que ir a buscar a unas chabolas de las afueras de Madrid para seguir ahondando en la investigación de la transmisión del cáncer (“palabra crudelísima que bien podría remover las entrañas del interés de cierta anciana marquesa en vías del definitivo arrugamiento”).
De lo que el régimen no te aprovisiona, no queda otra que ir a buscarlo al underground. Eso es así. Y muy punk además.
Pero, ojo, porque puedes salir escaldado si te pasas de buenismo. Un poco esa sería una de las moralejas.
“-Ustedes, los inteligentes, son siempre los más torpes. Nunca puedo explicarme por qué precisamente ustedes, los hombres que tienen una cultura y una educación, han de ser los que más se dejan enredar. Se defiende mucho mejor un ratero cualquiera, un pobre hombre, un imbécil, el más mínimo chorizo que no ustedes”.
El argumento está muy bien pero el estilo de Martín-Santos está mejor. Y eso que era un autor que no provenía del mundo de las letras. Era psiquiatra. Pero su estilo tiene un vocabulario florido del que me conformaría poseer unas migajas (dejará de ser autor one hit wonder, hace unas semanas trascendía la noticia de que se publicarán dos novelas más)
Si bien es verdad que no me atrevería a recomendar fervientemente al húngaro, con esta novela si que me animaría a empujaros a que hicierais un esfuerzo.
“Así, los habitantes de aquel poblado veían a lo lejos alzarse construcciones de un mundo distinto del que ellos eran excrecencias y parásitos al mismo tiempo. Una dualidad esencial les impedía integrarse como colaboradores o siervos en la gran empresa. Sólo podían vivir de lo que la ciudad arroja: basuras, detritus, limosnas, conferencias de San Vicente de Paúl, cascotes de derribo, latas de conserva vacías, salarios mínimos de de peonaje no calificado, ahorros de criadas-hijas fidelísimas”.
Existe una opinión unánime de que es la novela que cambió el juego en los 60. Y lo hizo, además, mientras su autor fintaba a la censura. Yo creo que al interventor que leyó el libro le tuvo que explotar la cabeza con esos cambios de ritmo que ni el mejor Ronaldo de los 90.
Sea como fuere, Martín-Santos tuvo la suerte de publicar un retrato del Madrid descolorido de los 40. Del que salía de la guerra como podía. De un tiempo en el que no quedaba otra que traficar con gatos, perros y roedores. Un tiempo ominosamente incestuoso también.
La mierda de la que venimos.
La verdad es que mi relación con Krasznahorkai no terminará con «Melancolía de la resistencia», porque, como bien apuntas, ese estilo es demasiado exuberante como para resistir la tentación de volver a caer.
Mi duda es qué título será el que tenga el honor de desesperarme de nuevo…
Mi reverberación es: Si se termina de ganar otro gran premio más, (pienso en uno sueco en particular) y muere (sa)trágicamente, lo podría encarnar en una peli edulcorada, de joven, el gran James McAvoy