En L.A. estás vendido sin coche
Con Catalina II, nazis en tren, cosas ilicitanas y Los Angeles como estrella de cine
Muy buenas,
Muchas gracias a los nuevos followers. En este último mes ha habido un goteo constante de suscriptores.
Se nota que llega el verano y la gente tiene ganas de leer.
Yo ahora me encuentro en un peak de trabajo y me conecto bastante menos a las redes sociales.
Aún así, he visto cuatro cosas por ahí y esta semana os voy a hacer de content curator.
El otro día en Twitter, Manel Peña aka Real Repoman, mitad pensante del podcast de culto Can’t Play Kanter, se refería a “Los Angeles plays itself” (2003), pieza monumental de casi tres horas de duración, como uno de los documentales que se llevaría a una isla desierta (la foto de portada de esta semana).
Tienes la pieza en cuestión en Youtube, con subtítulos en español, y la puedes ver desde aquí.
La literatura promocional nos vende este ensayo audiovisual del cineasta Thom Andersen como “el mejor documental jamás realizado sobre L.A.”.
Por la pantalla van desfilando escenas de pelis que tienen a L.A. como escenario principal. Un exhaustivo trabajo de archivo por el que asoman el humeante detective Phillip Marlowe, el hierático Harrison Ford de “Blade Runner” y la oscarizada Kim Basinger de “LA Confidential”.
Personajes todos ellos que ayudaron a que Hollywood se acabara imponiendo como genérico de toda una ciudad.
Una ciudad sin forma, a todo esto.
Me interesa mucho la parte en la que se marca la fecha de 1943 como el inicio del declive en la ciudad, que coincide con la oscura confabulación contra los tranvías y todo el sistema de transporte público de la ciudad.
Una leyenda urbana que señalaba a la General Motors como responsable de comprar los autobuses de todo el país, con el objetivo de desballestar el sistema de transporte público de los Estados Unidos y propulsar la industria del automóvil. Puntal, no lo olvidemos, del sistema económico y social de los EEUU.
Por cierto, ¿a qué edad recordasteis que Roger Rabbit es una película en la que los malos abogan por acabar con el transporte público en el país? Por acabar con el orgullo de Bob Hoskins, “¿quien necesita auto en Los Ángeles, nuestro transporte es el mejor del mundo?”.
Una de las cosas que más le llaman la atención a un europeo, así como yo, cuando llega a una ciudad como L.A., es todo lo contrario de lo que orgullecía a gente como Hoskins: qué poco respeto y cariño se dispensa al viandante.
Aceras imposibles que no llevan a ningún sitio. Caminos sin caminantes.
No sólo en Los Angeles. En Albuquerque no te cruzas con nadie que vaya andando por la calle, yo que sé, a una hora tan loca como las once de la mañana. Por cierto, grabé un vídeo buenísimo en la ciudad de “Breaking Bad” que puedes recuperar desde aquí.
En un momento de la película se habla de que un territorio se conoce en profundidad si uno va andando a los sitios o en servicio público.
Precisamente, cuando estuvimos Anna y yo en L.A. hace dos veranos, sin coche, claro, nos propusimos viajar en bus desde, más o menos el centro, o lo que pudiera ser el centro de una ciudad que no tiene centro, hasta la playa de Santa Monica. La de los vigilantes de la playa que, en realidad, no tiene vigilantes, ni se ven bañadores rojos. Y completamos el recorrido. De lo cual estoy muy orgulloso. Una muesca mas en mis objetivos vitales marcados en rojo: “No morir sin haber ido a la playa de Los Angeles en bus”.
Durante el trayecto, una línea recta de 30 kilómetros, intuimos por la ventanilla zonas que hemos visto en todo su esplendor en pantalla grande, como pueden ser Beverly Hills o Bel Air.
Lo que no habíamos visto en el cine son justamente las caras de la gente que toma el bus en EE.UU.
Y es que, para ver cara que tiene la gente que sube a un bus en los Estados Unidos hay que montarse, justamente, en un bus estadounidense.
Y la gente que toma el autobús en EE.UU. es mayoritariamente pobre. Pobre y toxicómana. La gente que toma el bus en L.A. tiene cara de cansada.
El espectáculo humano que se mueve y palpita ante tus ojos vale el trayecto.
Por cierto, L.A. es la única ciudad del mundo donde han amenazado con pegarme en la calle. Y mi lista de ciudades que he visitado alguna vez incluye a Puerto España, Pristina, Bogotá, Caracas y os recuerdo que vivo en el (eternamente) depauperado Raval de Barcelona.
Ni que niña muerta
Otra película malrollera con niños de por medio (el otro día te hablé de “La mesita del comedor”, pero esta yo creo que, sin tantos aspavientos, me ha dejado peor cuerpo).
Es curiosa mi relación con esta película.
Entrevisté en un piso del Eixample a su director, Chema García Ibarra, cuando vino a presentarla a Barcelona hace dos años. El film estuvo muy poco tiempo en cartelera y cuando me quise dar cuenta, chao.
Durante mucho tiempo la película quedó pendiente en mi lista de pelis que tenía que ver antes de morir. Imaginaos que me muero antes de ver la película. Hubiera quedado en mi epitafio que una vez hice una entrevista con el director de una película que nunca vi. Un poco como cuando leo biografías de autores a los que nunca he leído.
Total, que por suerte la echaron el otro lunes en el programa “Versión Española”.
Tengo hasta una taza promocional de la peli (foto de arriba). Taza que, por cierto, aparece en la película y no de manera gratuita precisamente.
La película son tres películas.
La primera parte en la que te ríes y unos últimos cinco minutos en los que te preguntas: “¿a donde fueron a parar todas esas risas de hace un rato”.
La tercera versión de la película va creciendo con el recuerdo que propicia el pasar de los días.
Iba a decir de las mejores películas españolas que he visto últimamente, pero mejor digo que es de las mejores películas que he visto últimamente.
Paradójicamente, a estos actores, que no son profesionales, si me los creo.
La película sucede toda en Elche y es curioso porque habla de una asociación de pirados por los OVNIS que existe de verdad.
La película es muy costumbrista a su manera.
A la manera de Elche.
Si al acabar de ver la peli no te entran unas ganas irrefrenables de visitar Elche, yo ya no sé.
Mi clip favorito es cuando el protagonista prepara unos bocadillos untados en mostaza y mantequilla chapoteando en una sartén llena de aceitazo. La mejor metáfora de esa España que retrata el cabrón de Chema García.
Porque para mí ya es un cabroncete.
Me cayó muy bien cuando departimos, todo hay que decirlo. Hoy ya no tengo tan claro si me iría con él de cañas a hablar de krautrock.
Ojalá lo vuelva a tener algún día de cara. Le iba a dejar las orejas como los bollitos de la Dama de Elche (por cierto, no se si sabéis que en Sant Andreu tenéis una copia exacta de ese símbolo tan característico de la localidad alicantina).
Aquí abajo tienes la entrevista al director y guionista, en la que hablamos, entre otras cosas, de la importancia de la música en el cine, de su querencia por el krautrock y su relación con el makineo tan propio de Valencia y aledaños.
La entrevista se incluye en un vídeo podcast que subí durante un par de años a mi canal de Youtube. En esta entrega hablo de OVNIS y explico mi avistamiento de hace un par de lustros en una terraza del Raval.
¡Nazis, al tren!
Seguimos en La 2.
Porque yo sí veo La 2.
De hecho, el otro viernes me quedé sólo viendo el programa de Jose Luis Garci en 13tv. Aún no había tenido oportunidad de ver el nuevo programa del oscarizado director de cine. No he visto ni una sola de las películas dirigidas por Garci, pero me quedo embobado con sus coloquios, previos y posteriores, al pase de la película clásica de turno.
Todos unos Classics que ya nos ofrecía en aquel memorable ciclo, “Qué grande es el cine”.
En la película de hace dos viernes aparecía Burt Lancaster como miembro destacado de la resistencia francesa (foto superior extraída de la Wikipedia), que se ve involucrado en la misión de detener un tren con el que los nazis pretenden expoliar de arte el Louvre entero.
Se comenta en el coloquio, los actores son tan buenos que parecen ferroviarios de toda la vida. A destacar la habilidad de Michel Simon en el momento de cambiarle el aceite a su querida máquina de toda la vida. La estrecha relación del artesano con esos engranajes con los que se ha ganado la vida.
Y Lancaster parece terrorista de toda la vida. Obtendría con nota alta el carnet de manipulador de explosivos.
Con qué habilidad sube y baja por las plataformas de la estación plagada de nazis (un auténtico acróbata, tal y como demostró en otra película de la época que me encanta, “Trapecio”).
Me encantan las películas en las que se toman primeros planos de las manos de gente haciendo cosas con destreza.
Envidia pura.
La película es todo lo que necesito para un viernes por la noche a todo tren.
Huzzah!
La empecé a ver con reservas pero al final me ha ganado a los puntos la serie sobre la llegada a la corte rusa de Catalina la Grande. La zarina extranjera es la elegida por Elisabet I para llegar desde Prusia y convertirse en la esposa de Pedro III (y derrocarlo en un plot twist de consecuencias históricas).
La serie se inspira en las vicisitudes por las que pasa la emperadora extranjera para introducir sus ideales ilustrados en un palacio que es justo lo contrario: un auténtico putiferio ruso.
Es histórica hasta cierto punto.
No sé si se podrá elegir, pero si volviera a nacer me gustaría hacerlo como cortesano en el palacio imperial de la Rusia de XVIII.
Participar en orgías iniciáticas, ya desde la más tierna adolescencia, y comer paté de ciervo.
Muy buenos todos los actores (y los guionistas que consiguen hacer evolucionar a un montón de personajes en esta serie coral donde también aparecen osos, cocodrilos y mariposas que siguen a su ama como perritos).
Actores que encarnan a rusos que hablan en inglés.
Rusos de piel negra, algunos de ellos.
Y otros rusos muy rusos.
Me quedo con Adam Godley, actor que interpreta al patriarca pervertido y maquiavélico. Por cierto, su situación final, algo incómoda, pide una cuarta temporada que, según parece, no se retomará nunca (según anunció la propia productora Hulu a finales del año pasado).
Por lo demás, como diría Eugenio: “-¡Ah, Rusia! Muy grande Rusia. Mucho ruso en Rusia. Emocionante la montaña rusa. Muy buena la ensaladilla rusa. Y muy bueno su cantante. Demis Ruso”.
Y qué gran solución para nuestras grandes males la ruleta rusa.
Nota del autor: El poder de Catalina II en aquella época no era nada despreciable, suponía gestionar el 5% del PIB mundial, equivalente hoy a 1,5 billones de dólares, según cuenta Expansión en este artículo.