Un agujero húmedo en las montañas bosnias
La novela que recomiendo para este verano viene de parte del único Nobel yugoslavo
“Cuando quieras tomar café bosnio, bebe agua primero. Vierte el puchero en la taza. Si lo quieres dulce, no lo endulces, simplemente moja el terrón en el café y ponlo debajo de la lengua. Después de eso te lo tomas a sorbos. El ambiente y la compañía hacen el resto”. Miguel Roán.
El premio Nóbel de literatura de 1961, Ivo Andrić, fue centro de la polémica en la retransmisión de partido entre el Bayern de Munich y la Lazio que narraba Axel Torres.
Durante un minuto aproximadamente, mientras rodaba el balón en tierra de nadie, el locutor catalán estuvo conjeturando sobre por qué el autor de “Un puente sobre el Drina” le parecía el mejor escritor en lengua serbocroata. Muchos aficionados al fútbol no entendieron que Torres divagara sobre literatura bosnia durante un sacrosanto partido de Champions League.
Los buenos locutores deportivos divagan sobre lo que sea en plena narración.
El maestro de incluir temas aledaños a la retransmisión era Andrés Montes.
Echamos de menos a locutores deportivos con intereses más allá de lo deportivo.
El único yugoslavo con Premio Nobel
Pie de foto: En 2021 se conmemoró los 60 años de la hazaña literaria serbia con estos sellos que puedes obtener desde aquí.
Ivo Andrić, nació cerca de la Travnik que nos ocupa hoy.
Una localidad hundida en un valle angosto, de clima duro, sombrío, “donde la humedad y las corrientes de aire campan a sus anchas como en el pasillo de una cárcel”.
Un agujero húmedo en medio de las montañas bosnias.
Aún diría más.
Un estrecho trozo de tierra, montañoso y pobre, apenas conectado con el resto del mundo por rutas impracticables.
Durante cientos de años vive bajo el yugo turco, lo que le complica aún más conectar con la Europa, digamos, occidental.
“Este pueblo, a diferencia del resto del mundo, siente un odio incomprensible, perverso, hacia los caminos, que en realidad significan progreso y bienestar, y en esta desdichada tierra no se mantienen y no duran, como si se destruyeran solos” (…) «Señor mío, cuanto peor sean los caminos, menos visitas recibiremos de los turcos. Lo que más nos gustaría sería colocar entre ellos y nosotros una montaña infranqueable»”.
En el momento en el que acontece “Crónica de Travnik”, en el prime de las guerras Napoleónicas que azotan Europa, a principios del s XIX, la localidad comenzará a abrirse a otras realidades con la apertura de dos consulados: la cancillería francesa y austriaca.
Las dos potencias se vienen vigilando hasta llegar a ese rincón de Europa que no es Europa.
En esos primeros años del XIX, Travnik, toda Bosnia, lleva trescientos años como provincia otomana, en la que conviven católicos, la mayoría, ortodoxos, minoría y perseguidos a causa de los desmanes de los serbios en la vecina Serbia, y judíos expulsados siglos atrás de Andalucía.
Como si estuviéramos en el único after abierto un domingo por la mañana en una ciudad de provincias.
Todas esas sensibilidades y religiones conviven en ese agujero bajo el mismo cielo y sobre el mismo secarral, pero cada una de estas religiones con un centro espiritual a muchos quilómetros de distancia: Roma, Moscú, Constantinopla, La Meca o Jerusalén, “o sólo Dios sabe dónde, pero no donde se nace y se muere”.
Los católicos no ven con buenos ojos al consulado francés porque representa a Napoleón, que en esos momentos está en su peak y ya se ha quedado con la vecina Dalmacia.
Napoleón guerrea muy bien pero, digamos, no ha demostrado ser un buen católico.
El tema de la religión siempre tan presente en esta zona de Europa, en la que se sienten las fuerzas telúricas que enfrentan a Oriente y a Occidente.
“A des Fossés no le bastaba esta interpretación y veía las causas del atraso de la población en los propios cristianos. La dominación turca, afirmaba él, había hecho brotar entre sus súbditos cristianos ciertas características particulares como eran la hipocresía, la terquedad, la desconfianza, la apatía y el temor a toda novedad, a todo esfuerzo y movimiento. Estas características , surgidas a lo largo de los siglos de lucha desigual y defensa permanente, habían llegado a convertirse en parte inherente de la gente del lugar y constituían rasgos perpetuos de su carácter”.
Según la Wikipedia, “el período otomano de Bosnia duró desde 1463, cuando cayó el reino de Bosnia, hasta 1878, cuando el Imperio Austrohúngaro ocupó el Eyalato de Bosnia”.
Andric nació en Dolak, cerca de Travnik, cuando esta zona ya pertenecía a la doble corona centroeuropea.
Del Imperio Austrohúngaro os hablé no hace tanto con otra novela histórica destacable como excusa.
La literatura de Andrić intenta expresar la complicada trama de culturas y religiones que, quince años después de su muerte, cien después de su nacimiento, azuzaría la guerra de los Balcanes, la tercera guerra balcánica, la de nuestra juventud noventera.
“Mi país es, en efecto, un «pequeño país entre dos mundos». Un país que, a una velocidad vertiginosa y a costa de grandes sacrificios y esfuerzos prodigiosos, intenta en todos los campos , incluido el campo de la cultura, compensar aquello de lo que ha sido privado por un pasado singularmente turbulento y hostil”, comentaba el escritor en la entrega de su Nobel en el 61.
El escritor que dejó en negro sobre blanco lo que era vivir en un tablero de ajedrez como país.
Si os preguntáis qué fue todo lo que dijo en su discurso de recogida del premio Nobel este escritor de las naciones divididas en los Balcanes lo tenéis aquí.
Nota: En Barcelona viven 336 bosnios registrados por la Generalitat. Paridad perfecta: 168 hombres y 168 mujeres. 100 individuos más que, pongamos por caso, los palestinos. Y 110 menos que eslovenos (también ex Yugoslavia).
Si después de leer este boletín os entran unas ganas irrefrenables de visitar Travnik, que sepas que uno de sus joyas arquitectónicas es su “mezquita colorada”, la mezquita de Sulejmanija, bautizada así en honor al sultán Solimán el Magnífico.
Un retrato de este mandatario musulmán fue subastado en Sotheby’s hace un par de meses por 5.323.500 libras esterlinas.
Larry Levan que estás en los cielos
Me ha llamado la atención que dos personas, dos, seleccionaran la opción “No escucho música” en la encuesta de la semana pasada.
Me cuesta entender un mundo sin música.
El otro día el productor y remezclador Shep Pettibone cumplió 65 años. Yo lo conocí en el 85 en un álbum de remezclas de los Pet Shops Boys.
Por si queréis escucharle en una sesión del 83 podéis entrar por aquí. Es adictiva y se escucha muy bien. Se escucha tremenda para ser de 1983. Ese año yo tenía 10 años. Imaginad si hace tiempo.
Otro cumpleaños de un grande a recordar. A este lo descubrí ya una vez finado: el Dj más mitificado de todos los tiempos. Larry Levan hubiera cumplido este sábado 70 años.
Me enteré hace poco que una vez estuvo en Caracas. Pasó como VIP por la inauguración de la discoteca City Hall de la capital venezolana.
No hay foto que acredite el momento pero fuentes fidedignas me confirman que efectivamente fue así.
El boom de las grandes discotecas. La era disco hizo que todo el mundo se entusiasmara por el concepto de discotecón y se intentara copiar a los estadounidenses.
En el vídeo de más arriba tienes detallado el arsenal sónico del que disponía la discoteca que pretendía convertirse en la réplica caraqueña del Studio 54 neoyorquino. Eran tiempos de bonanza en Venezuela. De aquel “está barato, dame dos”.
El que podría hablar mucho de todo ese fenómeno es Juan Pablo Huizi, venezolano afincado en Brighton con el que coincidí en publicaciones como This is Underground y uno de los protagonistas de la charla sobre minitecas que celebramos hace unos meses.
También tiene newsletter en el universo Substack.
Os dejo en buena compañía.
Yo me despido hasta el lunes de la semana que viene.