Retromania a toda mákina
La infancia es tu patria y un lugar donde venden turrones todo el año
Si existe un lugar en el Raval que me teletransporte a mi infancia ese es el Colmado Rius. En un barrio donde cada vez quedan menos hilos que nos sujeten a nuestra historia personal, esta bodega es una soga a la que agarrarse en momentos de depresión máxima. Por los buenos alcoholes que vende desde 1935, un año como cualquier otro para empezar un negocio, pero también por sus relaciones con los vecinos. Me recuerda a cuando la gente entraba a los establecimientos a petar la xerrada.
Hubo un tiempo en el que los vecinos dejaban a sus hijos en las mercerías, las droguerías del barrio… Yo mismo pasé mañanas enteras en la droguería de al lado de mi casa. El dueño era del Madrid y siempre tenía el As a mano. Gracias a esas interminables mañanas sé que el Club Pegaso era un equipo del madrileño barrio de San Blas.
En el Raval de hoy a duras penas podemos encontrar un bar donde reconocer una cara amiga. Unas facciones que no sean bárbaras.
En Colmado Rius, en cambio, te puedes encontrar a un señor mayor sentado en una silla sin abrir la boca durante horas.
Las Djs trans pinchan trance
Le pregunté a ChatGPT1 por alguna pista con la que encarar mi charla sobre Simon Reynolds. Le puntualicé que quería arrimar la teoría de este ensayista musical a la realidad de Barcelona. Y me vino a decir que en Barcelona se dan dos tensiones: un interés por convertir la ciudad en un hub de algo que suene súper moderno, y por otro, cuenta con un atractivo turístico hacia la parte más analógica y clásica de la ciudad, como pueden ser las tiendas de puro vinilos.
Y entonces me acordé del colmado. Un auténtico poblado galo en medio de la gentrificación imperante. Y decidí empezar mi aportación de ayer en Salvadiscos haciendo publicidad gratuita de la bodega de antes de la guerra2.
Después continué con esta reflexión de Ofèlia en su obsesivo Substack, dèries dèries dèries en la que se hace hincapié en la sobresaturación de contenidos culturales y como afecta a un repunte de la nostalgia (retromania):
Por mi parte, una de las reflexiones que más repetí en la mesa fue que cuando te haces mayor pierdes muchas cosas, incluso la decencia, pero ganas en perspectiva. Y te das cuenta de que existe un continuo que respeta una cronología para reivindicar sonidos retro. Y estoy hablando de gente joven que reescribe la música que ya existía.
Esto entronca con lo del «loop infinito». La electrónica nunca está terminada del todo. Es infinita. Tras el trance de principios de los 90s, ahora le toca el turno del progressive house de finales de los 90-principios del 2000. Un sonido bastardo que no gustaba demasiado a los amantes del Detroit techno, ni del house más deep o soulful. Ni siquiera a los del trance de unos años antes. Muchas voces críticas veían este prog house como una manera de vender portadas con súper Djs como Sasha y John Digweed, capaces de completar giras en pareja por los States.
Ahora compruebo ojiplático que Djs trans y LGTBI, siempre al frente de las tendencias, pinchan este tipo de sonido de house de tintes piscodélicos. También pinchan sonidos que, a mi al menos, me parecen retro.
Aquí tenéis dos ejemplos de este sonido al que me refiero:
Mucho de ese tipo de house bastardo era más bien funcional. Es decir, eran tracks que se utilizaban como parte de una correa de transmisión en la que se buscaba azuzar el efecto de la droga del momento, en este caso el éxtasis. Un efecto que subía por la entrepierna con voces femeninas pidiendo guerra de manera sensual.
La primera vez que saco el Shazam, mientras escucho una de las dos sesiones, me aparece una remezcla que se incluye en un white label, referencia no oficial, que en Discogs se vende a una media de más de 50 euros, lo cual no está nada mal para un tema que podríamos considerar de temporada. Una vez acabada esta deria por el progressive house ese tema se va a la estantería o a una cubeta de segunda mano.
A toda mákina
Un caso retromaniático sin parangón es el de la mákina nostrada.
El domingo pasado tuve la suerte de ver el estreno del documental dedicado a este movimiento acompañado por uno de los responsables de su música.
David Hernández más conocido en los corrillos de la música electrónica como Kapi o Der Kapitan.
A Kapi se supone lo conozco de hace 25 años cuando fuí a entrevistarle a su oficina de entonces, pero ninguno de los dos recordamos bien bien para qué. Lo que sí recuerdo gracias a Mixcloud es que años después le pedí dos mixes. Uno publicado hace una década para la serie de clubbingspain.com y cinco años después le pedí otro para mi programa en dublab en lo más duro de la pandemia y con el estudio cerrado. Parece ser que cada lustro lo reclamo para algo.
“Aprendí a escalar en La Fuixarda, practicaba atletismo en el Serrahíma, yo soy de Badal… Mi padre trabajaba en el parc d’atraccions de Montjuïc y mi relación con la música se inicia en lugares emblemáticos como aquel auditorio al aire libre de aquel parque por donde pasaron Pantoja y Los Pecos, pero tuvimos hasta a Jerry Lee Lewis o humoristas como los Hermanos Calatrava”, me explica en una charla previa antes del pase del documental para informarme de su estrecha relación con Montjuïc.
Su padre, Manuel Hernández, trabajaba en aquel parque mágico, donde muchos nos dejamos nuestra infancia, como responsable de administración del recinto (y de “negociar” con los patriarcas de la zona para evitar “pollos” en conciertos de Los Chunguitos o Los Chichos): “En verano todo el mundo se iba de vacaciones, en cambio yo me quedaba en Barcelona ya que mi viejo curraba y lo íbamos a ver a las siete de la tarde buscando el poco fresco que había en la ciudad”.
Kapi inició su camino laboral en el propio parque del 93 al 98. Se considera el último empleado. “Aquel 1998 el parc se cerró una vez se acaba la concesión del ayuntamiento y ya entonces pasé a trabajar en el Teleférico que era de la misma empresa. Me refiero al de la Barceloneta, el que va de Miramar a la Torre de Sant Sebastià. Tengo un libro hecho sobre esto. Es que solo había otro en Europa, en Berlín, antes de la Segunda Guerra Mundial”. Ya tengo ganas de leer ese libro.
Por cierto, no me he subido en mi vida a ese teleférico. Tantas cosas que hemos dejado de hacer los barceloneses por tenerlas demasiado a mano (empezamos el año saldando una deuda con los jardines de Mossen Cinto Verdaguer en busca de un fósil viviente).
David ha compuesto 21 temas ad hoc para el documental que nos ocupa y con los que su director, Álex Salgado, ha intentado evitar los problemas de licencias que eternizaron su anterior proyecto, el documental sobre la vida y milagros de Nando Dixkontrol. “Álex ya tuvo que rehacer el documental de Nando Dixkontrol por temas de derechos con la música y se la tuvo que hacer de nuevo este tipo que producía italo en catalán, Marc Bolta. Y me propuso que de la música de este me encargara yo. He grabado los temas pensando en si podían encajar en el amplio espectro de la makina que se toca en el documental. Desde el primer guitarreo hasta lo más melódico de 2005. Luego hay otros temas licenciados, la mayoría de Julio Posadas, un par de Fractal, uno del valenciano Dj Sylvan…”.
El montaje no ha permitido estirar los temas en pantalla porque es bastante anfetamínico. Es un documental que va a piñón. Como la música que intenta explicar. “Tenían grabadas ocho horas que han tenido que reducir a una hora y poco. Piensa que han aprovechado imágenes de cuando el documental de Nando”.
Me explica que se fue complicando la producción porque ha habido que grabar muchas declaraciones en catalán. “Cuando se grabaron las entrevistas no se pensaba en estrenarlo en TV3. Así que hubo que volver a grabar algunas entrevistas. Se entregó en enero pero en TV3 decidieron esperarse a que acabara el fútbol para estrenarlo y como el Barça ha llegado tan lejos en todas las competiciones al final ha tenido que ser en junio”.
Se han preparado como mínimo 20 montajes diferentes de la película, “por decirte un número”. Sobre la marcha ha habido que ir variando la edición según las premisas de la corporación catalana. Se tuvieron que cortar unas imágenes donde un Dj al micro se acordaba de un miembro de la familia de Pujol. “Con lo que en el montaje inicial de hace un año había peña que aparecía cinco veces y ahora sólo una por temas de edición. A ver qué dice esa gente…”.
Los que no han querido decir nada son Metralla y Scudero de Pont Aeri, de las ausencias más destacadas de los grandes Djs de mákina. Una pena porque la fotografía que nos muestra el documental es la de una familia que se quiere. Más estructural que la de otros géneros musicales más seriotes y pagados de si mismos. Otra familia, la de Operación Triunfo, fue responsable de saturar las producciones de principios de los 2000 y la mákina bajó de revoluciones editoriales.
En este hilo de bluesky tienes algunas apreciaciones que no se comentan en el vídeo sobre la mákina. Como, por ejemplo, que la venta de pastillas en las discotecas makineras sirviera para financiar actividades, digamos, muy poco democráticas o directamente nazis. También se critica ese barniz subversivo que algunas voces que aparecen en el documental le quieren endilgar al movimiento.
Yo no fui mákinero, pero tampoco fui hardcoreta, ni punk, ni siquiera skin… Nunca formé parte de ninguna tribu. Hace tiempo era como que me invalidaba, hoy me siento más que orgulloso con eso.
Por otro lado, Roc Jiménez de Cisneros, al que algunos recordaréis por su proyecto EVOL (aquí lo tenéis pinchando bastante cafre también para la serie clubbingspain), ha tenido la amabilidad de pasarme su nueva entrega de Makina Trax. “His take on hyper-hardcore rude and nutty Trance as a sort of contemporary Catalan folk music” (boomkat). Os comparto su teaser antes de despedirme hasta el próximo lunes.
También le pregunté por una imagen que se correspondiera con la palabra retromania y es la que encabeza esta sección.
Tranquilos, a mis charlas no vienen expats.